Los domingos, Buenos Aires huele a asado. Puede sonar a exageración cuando -ya en el taxi entre el aeropuerto y la ciudad- empiezas a preguntar por comida y te cuentan algo así. Pero es cierto. Los sábados, los mercados y carnicerías están repletas, y los domingos, de vez en cuando, por la calle llega ese estupendo aroma a brasas y parrilla.
Pero hay vida más allá del asado en Buenos Aires, una ciudad que normalmente es más una escala de viajeros que llegan para recorrer otras zonas de Argentina que destino en sí mismo. Pero hace ya tiempo, nosotros decidimos dedicarle a la capital del país una semana entera para, entre otras cosas, descubrir su gran oferta gastronómica.
Siete días tampoco dan para tanto por mucho que incluso los propios porteños se sorprendan de una estancia tan larga en su amada ciudad a orillas del Río de la Plata. Pero sí fueron suficiente para reunir una pequeña lista de platos, lugares y planes -incluidos algunos asados, claro- que, por sí solos, son motivo suficiente para ir a Buenos Aires.
- Menús ejecutivos
Aunque como en todas las grandes ciudades hay siempre cebos para turistas incautos, la verdad es que en Buenos Aires se come bien y barato. O muy barato para nosotros, al menos al cambio del peso con el euro del verano pasado, porque el baile de precios es una de las constantes de aquel país. Así que, incluso en pleno centro y entrando al azar en cualquier lugar, tenemos muchas posibilidades de salir contentos.
Al mediodía, por ejemplo, muchos restaurantes ofrecen el menú ejecutivo equivalente a nuestro menú del día y que, por no muchos pesos, ofrece un contundente plato principal, bebida, postre y café. Nuestro primer contacto con la ciudad fue uno de estos menús con una milanesa que se salía del plato, postre casero y un café muy decente, así que mejor comienzo imposible.
- Cafés y parrillas por San Telmo
El mercado de San Telmo es, como Caminito, uno de esos lugares que aunque estén repletos de turistas hay que visitar sí o sí. Entre semana es tranquilo, así que podemos aprovechar para visitar el mercado, a Mafalda sentada en su banco, y los bonitos cafés de la zona, como La Poesía, por ejemplo. Pero es en domingo cuando la cosa se anima con su popular e interminable mercado.
¿Dónde comer? Aunque la opción de las parrillas de calle organizadas en algún solar sea tentadora, es posible que acabemos pagando más que en algún restaurante. Con música en vivo, eso sí, y muchos turistas. El Desnivel (Defensa, 855) es una opción sencilla, aunque siempre abarrotada. Su potente vino en jarras de pingüino y los chinchulines (tripas asadas) son parte de la ceremonia. Por allí cerca también tiene mucho éxito La Brigada (Estados Unidos, 478), algo más cara y también un clásico de todas las guías turísticas.
- Clubes y parrillas de barrio
Si queremos ser los únicos gashegos del local, una parrilla de barrio como La Luli (Aguirre, 2200) es lo que estamos buscando. A distancia caminable de Palermo (un buen barrio para quedarse), a lo largo de los años se ha ganado una merecida fama entre los locales aunque, como siempre, hay quienes aseguran que ya no es lo que era. Entre semana, al mediodía, ofrecen un menú para comer rico por pocos pesos, aunque su carta también es muy asequible.
Dentro de la gastronomía popular, los clubes también deberían figurar en nuestra agenda. Locales bulliciosos pero con comida rica y a buenos precios, varios porteños nos recomendaron visitar el Club Eros. Es verdad que el nombre asusta, pero se trata del lugar donde comer uno de los mejores bifes de chorizo a caballo (con huevo frito) de la ciudad.
- Cocina regional en 1810
Aunque sin tiempo para recorrer todo el país, que no salgamos de Buenos Aires no significa que no podamos pasear por la gastronomía de otras zonas. Eso es lo que proponen en 1810 (Mendoza, 2312), un restaurante de cocina regional con platos típicos como las humitas en chala, y guisados contundentes como el locro o el mondongo a la criolla. La buena noticia es que agosto, allí, es invierno, así que no hay que preocuparse por los calores. Puede que incluso nos atrevamos con una isla flotante de postre, con mucho -mucho- dulce de leche.
- Desayuno en Mill
En Buenos Aires se cocina poco, así que o se come fuera o se encarga a domicilio en lo que allí se conoce como delivery (envío) y que ofrecen la mayoría de locales. Así que, para seguir la tradición, empezar el día fuera con un desayuno en Mill (Av. Raúl Scalabrini Ortiz, 801) es una idea buena, bonita -local muy agradable- y bien de precio.
Su desayuno patogónico con un excelente café y tostadas con dulce (así se llama a la mermelada) y queso se convirtió en parte del ritual antes de salir a recorrer la ciudad. Y hablando de delivery, encargar un día una picada (tapas) a base de embutidos y quesos para cenar en el apartamento o el hotel puede ser un buen plan.
- Carritos de comida en la Costanera
Definitivamente lo de «carritos de comida» nos gusta más que food truck, street food y todo eso que está tan de moda. En Buenos Aires, un buen plan para el fin de semana es acercarse a la Costanera Sur, hacer cola -posiblemente bastante, pero calma- en uno de los muchos carritos de comida instalados a lo largo de todo el paseo y, con nuestro choripan o bocadillo de carne con bien de chimichurri, caminar por La Reserva hasta encontrar el Río de la Plata.
De vuelta al centro podemos pasar por Puerto Madero, una de las zonas más lujosas de la ciudad pero que, la verdad, tampoco tiene demasiado interés.
- A puerta cerrada, los restaurantes secretos de la ciudad
Parte de la gracia de visitar un lugar es salirse -al menos un poco- de la ruta más típica y turística, e intentar descubrir lugares auténticos o que al menos no estén específicamente pensados para los turistas. En Buenos Aires eso es bastante fácil, pero si queremos probar algo diferente no podemos irnos sin cenar en uno de los llamados restaurantes «a puerta cerrada».
Un paladar, un restaurante pop-up que diríamos por aquí, o algo así como un restaurante secreto -en realidad no lo es- instalado en una casa, o al menos en un local que originalmente no está concebido como tal, suelen ser las descripciones más habituales para estos locales. Como ya os contamos en su momento, nosotros estuvimos en Almacén Secreto, uno de los más veteranos de la ciudad.
- La Cabrera, un asador entre los 50 mejores restaurantes de Sudamérica
Que con una parrilla se puede hacer alta cocina es algo que sabemos muy bien, y que incluso ya reconocen las Estrellas Michelín en casos como el de Etxanobe. En Sudamérica no hay Estrellas, pero la lista de los 50 mejores restaurantes en su edición para Sudamérica hace años que encumbró el asador La Cabrera, no sólo como una de las mejores opciones de Buenos Aires, sino también de todo el continente.
Local elegante -imprescindible reservar-, servicio impecable, mucho público de fuera, y unas carnes y elaboraciones clásicas pero con un punto de alta cocina. Incluso con vino, el cambio peso-euro juega a nuestro favor para darnos un día un capricho.
- Pizza y helados, la herencia italiana
Además del asado, las empanadas o el dulce de leche, la pizza es otro de los platos nacionales de Argentina, o al menos de Buenos Aires. Herencia italiana a la que aquí han dado forma propia con masas gordas y esponjosas recubiertas de ingredientes hasta que no queda espacio para nada más. La tradicional muzarrella (sí, con u) y la fugazza con cebolla son los dos clásicos que hay que probar.
¿Dónde? De nuevo no hay mucho problema para encontrar cualquiera de estas dos a buen precio y de calidad decente. Pero volviendo al que fue nuestro barrio durante una semana, en Villa Crespo está Angelito (Camargo, 490) con unas estupendas pizzas y empanadas. Un bar de barrio de esos que incluiríamos en nuestra lista de imprescindibles si viviéramos por allí.
La italianidad de Buenos Aires se nota también en los helados. La ciudad está repleta de excelentes heladerías así que, puestos a escoger, no es mala idea tener a mano este artículo con algunos de los mejores locales porteños especializados en la materia.
- Un café en una de las librerías más bonitas del mundo
Volvemos con el café y con la influencia italiana en Argentina. Algo que se nota en la pasta, en la pizza en el helado y también en el café. Y es que, por mucho que la imagen clásica sea la del mate, en Buenos Aires se toma mucho café y en general bastante bueno.
Pero si hay que elegir sólo uno, nos quedamos con el que podemos tomar en El Ateneo Gran Splendid (Av. Sta Fe 1860), una de las librerías más bonitas del mundo. Instalada en un antiguo teatro, sentarse con alguno de sus libros a tomar un café y un alfajor en el escenario es una auténtica maravilla.
Además de las cafeterías clásicas de San Telmo, la confitería de Las Violetas (Av Rivadavia, 3899) es otra institución de la ciudad. Uno de esos lugares por los que no ha pasado el tiempo y en el que además podemos sentarnos tranquilamente a tomar o comer algo sin que la cuenta sea de infarto.
- Aramburu, cocina argentina de vanguardia
La Cabrera iba a ser nuestro capricho gastronómico en Buenos Aires. Pero, cómo irnos de allí sin echar un vistazo a la cocina de vanguardia que se prepara en la ciudad. Para descubrirlo, nada mejor que una visita a Aramburu (Salta, 1050) donde ofrecen un menú degustación de 12 pasos por unos 50 euros al cambio.
El pequeño local -también clasificado entre los 15 mejores del continente sudamericano-, con una cocina a la vista tras el cristal, permite comprobar la buena forma de Gonzalo Aramburu, uno de los chefs más prometedores del panorama argentino. Por cierto, fue en este lugar donde tuvimos nuestro único contacto con el pescado en una semana, aunque las verduras y las carnes son, como no, las protagonistas de la docena de creaciones propuestas.
- Una cata de vinos argentinos
Si el restaurante 1810 o los platos de Almacén Secreto son una buena forma de recorrer la gastronomía argentina sin salir de Buenos Aires, no podemos irnos sin hacer lo mismo con los vinos. En la ciudad se organizan numerosas catas como las que Wine Tour Urbano organizan por diferentes barrios. Con ellos nos fuimos hasta la Vinoteca Soil (Libertad, 970) para probar media docena de vinos de diferentes regiones del país para hacernos una pequeña idea de la riqueza enológica de Argentina.

(sigo). Aquí, no hay street food ni nada parecido. Los carritos son un relicto de otra época (de los años ’60 y «70) y aunque el gobierno local intenta controlarlos últimamente (en particular, a los de Costanera Norte), no valen nada.
Si quisieras probar street food, te hubiera acompañado a una estación del ferrocarril del conurbano, donde mujeres cocinan en parrillas, sobre tambores de lata con brasas dentro, unas «tortillas santiagueñas» que son de verdad adictivas (más para tomar con mate). O quizás, comprarle a algún vendedor ambulante, algo del «chipá» paraguayo que vocean también cerca de las estaciones. Y no mucho más.
Hay una premisa básica para comer medianamente bien en Buenos Aires: huir de Palermo, de San Telmo y del Centro. En el resto de la ciudad, mal que mal, se encuentran lugares aceptables, como los tres que te mencioné antes.
Muchas gracias por tus notas y tus videos (el de Girona despertó mis ansias de conocer esa zona lo más pronto que pueda; de hecho mi esposa está preparando un viaje hacia allí). Saludos desde Buenos Aires
Hola. Buena reseña, sin dudas. Pero como te comenté la primera vez que publicaste una reseña de tu visita a Buenos Aires, te perdiste lo mejor… Quiero decir: los lugares que mencionás y a los que fuiste, son «para turistas» y están dentro del circuito «para turistas». Algunos son baratos y medianamente buenos -como La Luly-, otros son desmedidamente caros (para los argentinos e incluso, para los turistas) y no guardan relación precio/calidad/cantidad -como La Cabrera-. En tu recorrida, de haber tenido un buen guía, podrías haber ido a lugares más, mucho más representativos de la (bastante pobre) gastronomía porteña, y te podrías haber tenido una imagen más real del comer concreto y cotidiano del habitante de esta ciudad. Albamonte, Los talas del entrerriano, La cantina de Bruno, por citar solo tres lugares fuera del circuito «para turistas», pero accesibles aún para turistas que deban usar el transporte público, son ejemplos muy adecuados que hay otra oferta gastronómica, más real. Aramburu no es real, es impostación pura, como Tarquino, a donde van los que creen que comer bien es comer en un sitio de moda y que pagan mucho (muchísimo) por comensal. A La Cabrera van los que se guían por las listas de best restaurants, no por cómo se come carne de verdad en la Argentina: las guarniciones de La Cabrera hacen reir a los verdaderos amantes del asado. Los restaurantes a puertas cerradas van teniendo de a poco los mismos vicios que los abiertos, si bien el que mencionás es bastante bueno, pero no el mejor (el mejor es, para muchos Treinta sillas). Los carritos de la Costanera Sur son un dechado de mala atención, baja calidad e higiene dudosa. Pero es la opción «barata» para comer si trabajás en alguna de las empresas que se asienta en Puerto Madero. Barata pero no buena. (me quedo sin espacio).
esta bien el articulo , pero espero que prueben las delicias de Cantabria sobaos pasiegos, quesadas , quesos , etc. entre vea y si compra mejor http://www.elsobao.com