Nuevo capítulo en la larga y un tanto cansina batalla entre los influencers -esa nueva especie de famosillo en Instagram, redes sociales y demás- que quieren cosas gratis y los restaurantes y negocios que están hartos de que les pidan cosas gratis.
Aunque lo habitual es que este tipo de acuerdos o peticiones se resuelvan en el ámbito privado con un «me interesa» o un «no, gracias», parece que se ha puesto de moda la humillación pública de estos muchachos y muchachas con muchos seguidores y likes. Y hay que reconocer que la idea triunfa bastante.
«Los influencers pagan el doble», asegura el cartel que luce en la mano Joe Nicchi, responsable de CVT-Soft Serve, uno de los carritos de helados más populares de Los Ángeles y que, todo hay que decirlo, maneja muy bien esto de las redes y la viralidad.
Si hace un tiempo ya triunfó con la foto de Bill Murray comprando uno de sus helados, ahora su decisión de cobrar el doble a los que le pidan un helado gratis a cambio de una mención en redes está arrasando entre los que tampoco tienen muy claro qué es eso de ser influencer pero están hasta el gorro de ellos.
https://www.instagram.com/p/BzQ-QJOp3uW/
«Las facturas y el colegio de mis hijos no se pagan con menciones y likes», explica un enfadado Nicchi a Newsweek.
Lo curioso del asunto es que el menú de este popular carrito de helados es de lo más sencillo: helado de chocolate y vainilla, solos o combinados y por un precio de 4 dólares. ¿Tu mención o tu foto solo vale 4 dólares?, habría que preguntarles a los que piden helado gratis. Bueno, en realidad para ellos ahora son 8 dólares.
Aunque hay quienes ven en la medida una bonita forma de conseguir publicidad gratis -no nos engañemos, lo es-, la verdad es que el tono de estos heladeros parece haber calado muy bien en el público. «No nos importa la cantidad de seguidores que tienes y nos da vergüenza ajena cuando nos lo cuentas», explican en sus redes.
https://www.instagram.com/p/BzViU3Pp6tU/
También es verdad que basta echar un vistazo a sus cuentas para ver que no pierden oportunidad de felicitar los cumpleaños a famosos declarados fans del helado y animarles a pasarse por uno de sus carritos. No queda claro si para regalarles uno o les tocaría pagar. A Bill Murray le invitaron pero, según explicaron, fue algo excepcional.
Los influencers son el nuevo «no saben quién soy yo», pero sin el talento, apostilla con muy mala leche y bastante ingenio. Y es que resulta complicado no ponerse de su parte y sacarles los colores a los que piden un helado de 4 dólares por mucho que arrasen sus stories.
De todos modos y como siempre que sale el tema, no está de más recordar que los influencers no se crearon por arte de magia, ni esa burbuja se alimenta sola. Fueron las agencias de comunicación las que potenciaron esta figura y las que siguen vendiendo su teórico poder prescriptor a todos esos clientes que solo ven cifras y likes. A veces funciona, otras descubren que para llenar un restaurante hace falta algo más que la foto de un influencer.