España a la cabeza de Europa en obesidad infantil. ¿Seguro que quieres seguir llamando exagerados a los nutricionistas?

(Foto: GTres)

Sala de espera del pediatra, 9 y media de la mañana. Mientras esperamos turno, una niña de unos 6 años se zampa unas gominolas encantada. Los padres comentan con otros que esperan que come fatal, pero que al menos desayuna antes de salir de casa. Un petit suisse, concretan.

Ojalá fuera la típica escena dramatizada para empezar un artículo, pero los datos certifican que es mucho más habitual de lo que nos gustaría. Y es que un reciente informe de la United European Gastroentology ha dado la voz de alarma sobre los niveles de obesidad en los países europeos, tanto en adultos como, sobre todo, en la población infantil.

Un ranking en el que el sur ocupa los primeros puestos y España se sitúa cuarto, detrás de Malta, Croacia e Italia. Las cifras son realmente escandalosas, con un nivel de obesidad infantil en el país alrededor del 30%, estando los niños un poco por encima que las niñas.

Por si no ha quedado claro: eso significa que de cada 10 menores 3 de ellos tienen sobrepeso.

En el caso de los adultos, los índices tampoco son para aplaudir, y de nuevo el sur de la UE encabeza el ranking, por si todavía alguien duda de la relación directa que existe entre pobreza y alimentación deficiente, que se traduce en sobrepeso y problemas de salud.

Eso sí, en España, curiosamente, la situación es algo mejor entre la población adulta que en los menores, con algo más del 20% de la población con problemas de obesidad.

¿Pero cómo es posible que los países en los que la dieta mediterránea está en teoría más instaurada sea donde más afectan estos problemas? Muy sencillo: el cambio de hábitos alimenticios y la sustitución de producto frescos por ultraprocesados ha calado especialmente en estas zonas, y sus efectos son devastadores.

Quienes prefieran la versión económica del asunto que la social, también pueden tomar nota: el coste sanitario de este sobrepeso y de las enfermedades relacionadas se traduce en más de 80.000 millones de euros al año en la Unión Europea.

Así que, mientras algunos siguen llamando exagerados a los nutricionistas por señalar el consumo de azúcar y ultraprocesados, o aseguran que no pasa nada porque en una máquina de vending de un hospital haya de todo menos alimentos sanos, las cifras confirman que estamos ante un grave problema de salud que afecta sobre todo a los niños.

Y pese a que los responsables son de sobra conocidos -así lo señala también la UEG- parece que ni la UE ni los estados miembros están por la labor de parar los pies a una industria alimentaria que no tiene la mínima intención de autorregularse. Es el mercado, amigos, que decía aquel.

Normas sobre el etiquetado de los productos ultraprocesados, impuestos especiales a las bebidas azucaradas o algo tan básico como la regulación de la publicidad de este tipo de productos en horario infantil serían un buen comienzo.

O, mejor dicho, el mínimo exigible para empezar a poner freno a lo que algunos ya califican como una auténtica epidemia.

2 COMENTARIOS

  1. es que con la excusa de padre y madre trabajadores los inflan a bollos y a comida rápida o precocinada… pues en mi casa mis padres también trabajaban los dos y la comida era siempre casera, y chuches comíamos, pero con moderación, no como merienda fija… pero claro, los padres modernos dicen que no tienen tiempo… pues señores, tener hijos es un esfuerzo, en vez de sentarse delante de la tele mientras se descongela la pizza, hagan comida más sana….

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