Que en la capital inglesa se come mal es una de esas frases hechas que algunos repiten desde hace años sin molestarse en comprobar que en Londres se puede comer muy bien. Y a un precio no muy desorbitado si tenemos en cuenta que estamos en una de las ciudades más caras del mundo.
Comer en los mercados, en algunas de las muchas -y muy decentes en algunos casos- cadenas de comida, o recurrir a la interminable oferta de street food son buenas ideas para comer rico y no dejarse mucho presupuesto.
Pero si la idea es darse un capricho y comer o cenar un día como señores -con su mantel, sus cubiertos, su vino e incluso su menú degustación-, en nuestra última visita dimos con una opción muy interesante.
Y es que por menos de 40 libras -sin bebida ni propinas- es posible probar el menú degustación del que está considerado uno de los mejores restaurantes de pescado y marisco de la ciudad. Si a eso le añadimos que estamos en Knightsbridge -uno de los barrios más exclusivos-, esa idea preconcebida de Londres como una especie de infierno gastronómico vuelve a saltar por los aires.
La cita es en One O One, restaurante del hotel Park Tower. Al mando de los fogones el chef Pascal Proyart, que ha conseguido convertir este lugar de aires clásicos y una moderada elegancia -está en proyecto una remodelación, nos cuentan- en un lugar de referencia cuando se habla de pescado, e incluso ha figurado en unas cuentas listas de los mejores restaurantes de la ciudad.
Además de la carta y una interesante fórmula de mediodía de 3 platos por 20 dólares, el menú degustación Terre et Mer se nos antoja como la opción más interesante: aperitivo, 4 platos y postre con un precio que habitualmente está en 75 libras pero que desde hace tiempo ofrecen con un tentador descuento del 50% que lo convierte en casi una ganga teniendo en cuenta la comida, el exquisito servicio y la zona en la que estamos.
El pescado y el marisco son los protagonistas de la carta y el menú, con elaboraciones bastante sofisticadas y en las que, eso sí, cabe esperar productos muy apreciados en Inglaterra y menos habituales por aquí: cangrejo real, las omnipresentes vieiras -lo de los ingleses con las vieiras es amor-, fletán… Pescados de carnes prietas y sabor discreto pero con los que juegan bien en cocina para animarlos.
La cena empieza con un aperitivo a base del clásico pastel de pescado frío, servido con una excelente tostada de tomate. Aunque en realidad lo suyo es dejarse caer antes en el ritual del pan y la mantequilla -dos tipos, de la más rica no nos dan el secreto- que se sirven en la mesa.
El primer pase es un divertido plato combinado en el que hay espacio para un tartar de atún, una simpática fritura de cangrejo y un sushi al que se le eleva de categoría con la soja servida en una pipeta -eso siempre luce- y un potente helado de wasabi que liga bien con el resto de compañeros.
Las citadas vieiras –scallop en inglés, pero no hay que dejarse engañar por lo que parece el nombre- se sirven con foie en una combinación que funciona realmente bien, con ese punto graso y de sabor potente para las vieiras que tampoco andan sobradas de potencia.
El siguiente pase reúne dos productos que tampoco se dejan ver mucho por aquí: el fletán (halibut) y los abalones que, de hecho, nosotros descubrimos hace poco en Hong Kong, pero resultan ser un marisco de lo más cotizado.
Para rematar el pase de platos salados se puede elegir entre una lubina muy bien resuelta (con alcachofas, alcaparras, aceitunas… muy mediterráneo) y, para los que echen en falta la carne, una curiosa combinación de langosta, cangrejo real y un jugoso corte de carne. Juntos pero no revueltos.
El menú concluye con un potente bloque de chocolate (55% de cacao) acompañado de helado de pistacho. Sólo apto para muy chocolateros, porque el resto seguro que agradecería algo menos contundente y más refrescante.
Para beber se puede optar por asomarse a la carta de vinos (a partir de 25 libras, aquí sí que se nota que estamos en Londres) o bien estirar un poco el presupuesto y atreverse con el maridaje opcional que, en 5 copas, nos llevará de Francia a Italia, pasando por Nueva Zelanda y con dos paradas muy interesantes en un tinto joven de Tasmania (Joseph Chromy, pinot noir) y un sorprendente tinto dulce de Austria.
No es que falten argumentos para escaparnos a Londres siempre que surge la oportunidad, pero cada vez más la gastronomía debería figurar entre los argumentos para visitar la capital inglesa. Por muy raro que seguro que a muchos les seguirá sonando.
Para comer Londres no es tan cara, es mucho más caro en media Dublín o París. Y se come muy bien, otra cosa muy diferente es que la gatronomía británica es bastante floja en general.
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