Capítulo 528 del libro sobre hostelería y niñofobia. Y, como siempre, ahí acudimos raudos y veloces cada vez que detectamos que un restaurante lleva regular su relación con los clientes más pequeños de la casa.
En realidad no muy raudos, porque el tema tiene unos días, así que posiblemente ya es conocido. Alguien va a hacer una reserva en el restaurante O’Fragon y se topa con una curiosa cláusula en la lista de condiciones: «Los niños menores de 12 años deben permanecer sentados toda la comida».
¿A partir de 12 años pueden comer haciendo el pino puente? ¿Los adultos pueden hacer el menú maridaje tumbados en el suelo? ¿Se puede ir al baño o hay que levantar la mano para que el chef lo autorice previamente?
Teño dous pequenos. Fun facer unha reserva nun coñecido restaurante da Costa da Morte. Leo na web: "Los niños menores de 12 deben permanecer sentados toda la comida; si viene con niños llame antes de reservar". Díganme, ¿disuasorio, intimidatorio ou discriminatorio?
— Alfonso Pato (@alfonso_pato) April 27, 2023
Bromas al margen, releemos las condiciones de reserva y parece que algo se ha cambiado, o el tuit en cuestión reinterpretaba el texto. Leído ahora suena un poco menos mal: «Los niños menores de 12 años tienen que permanecer en la mesa acompañados de sus padres en todo momento, si no es así, deberías replantearte la reserva».
La idea es la misma, pero parece menos ofensiva. Porque como cualquier madre o padre que salga a comer o cenar con los retoños sabrá, lo habitual es que estén en la mesa junto a los adultos.
«Oiga, que yo estuve en El Celler de Can Roca y al lado tuve una guardería con 20 críos de 3 años solos y liándola». El nivel de algunas respuestas a este debate va en esa línea. La respuesta es la que suelen merecer, solo que en este caso sí es real: como cualquiera que haya comido por ahí o, sobre todo, los dueños de restaurantes saben, habitualmente los causantes de problemas son los adultos. No tengo datos, pero tampoco dudas de que estaríamos hablando de más de un 90% de los casos.
Con todas sus variaciones y matices, en realidad es un tema ya muy sobado. Por lo visto, en este caso el problema es una cristalera contra la que algún pequeño ha tenido un encontronazo y, para evitar riesgos, los dueños del local han optado por poner este aviso.
La intención, sin duda, será buena. La ejecución es pésima, porque pese a la excelente pinta del lugar y su cocina, este tipo de comentarios hacen que algunos observemos el restaurante y su gestión con gesto de duda y extrañeza.
Lo decimos siempre y lo seguiremos repitiendo: los niños son clientes, así que merecen el mismo trato y respeto que cualquier otro. También, igual que con los adultos, unos límites lógicos dentro del espacio y el ambiente general.
Suponemos que alguna mala experiencia con familias es la causa de esta cláusula en la reserva. ¿Pero se haría también si el problema lo causa una persona mayor? La respuesta es evidente, entre otras cosas porque lo contrario vulneraría claramente la ley. Vaya, que lo del derecho de admisión no funciona como algunos quieren creer.
Así que, amigos de O’Fragon, una propuesta constructiva para las condiciones de reserva: mejor quitar las referencias a edades y dejar claro que cualquiera que no sea capaz de aguantar una comida sentado tranquilamente y sin dar la lata a los del alrededor, mejor se quede en su casa. Eso seguro que todos os lo firmamos. Y, de paso, no enfadáis a ningún padre.
Me uno a la propuesta. No se puede ser tan especifico en la descripción sin caer en una discriminación. Mejor dejar clara qué hay una regla y ésta aplica para todos: “No causar molestias”