¿Qué define un buen hotel? La respuesta dependerá mucho de a quién se le pregunte. Localización, espacio, servicio, diseño, precio… Aunque la respuesta posiblemente sea una combinación de todos esos argumentos, nosotros siempre nos guiamos por un criterio que no suele fallar: el desayuno.
¿Cuántos supuestos hoteles de lujo se desmoronan por la mañana cuando el café no está a la altura y el pan de las tostadas es terrible? ¿De qué sirve el mármol en el baño o una cama de 20 metros cuadrados si el desayuno es una sucesión de bollería industrial y embutidos de calidad justa?
Un hotel que cuida el desayuno tiene todos los puntos para ser un gran hotel. Y si ahora mismo nos preguntan por uno, todavía recordamos el excepcional desayuno que, hace ya un tiempo, pudimos probar en el Heritage, uno de los últimos hoteles de lujo en abrir sus puertas en Madrid.
Recientemente unido a la cadena Relais&Chateux -donde el tema gastronómico siempre tiene una gran relevancia- aquí la idea de lujo se traduce en un diseño cuidado pero nada ostentoso. Elegancia clásica y atemporal, inmune a modas y a la penúltima tendencia del diseñador de moda.
Pero volviendo a la hora del desayuno, para quienes tengan la típica duda entre si es mejor a la carta o buffet, aquí han encontrado una buena solución en la que una parte (dulces, tartas, embutidos…) se la puede servir el propio cliente, mientras que una pequeña carta de platos calientes, con los huevos como protagonistas, se piden y llegan directamente a la mesa.
El espacio, en línea con el ambiente del hotel, es el mismo ocupado por el restaurante Haroma, asesorado por Mario Sandoval y donde, por cierto, cada fin de semana se sirve uno de los brunchs (a 54 euros el cubierto) más codiciados de la ciudad.
No se trata de ponernos exquisitos -en realidad sí- pero que el zumo se sirva en la mesa y sea natural es un buen comienzo. Y que el café sea más que correcto -de esos que invitan a pedir otro y alargar el desayuno- es una buena pista de que las cosas van por buen camino.
Buen pan, excelente embutido, buenos churros y croissants -y eso ya no es tan fácil de encontrar- y una selección de bollería y tartas que huye del exceso para centrarse en la calidad.
Justo lo que esperamos de un desayuno de 5 estrellas y con el nombre de un Dos Estrellas Michelin: no hacen falta demasiadas opciones, pero sí que lo que se ofrece sea bueno. Sí, es cierto que debería ser lo normal, pero desgraciadamente sigue siendo una grata sorpresa encontrarse con un desayuno tan sencillo como excepcional.
Ojalá algún día las estrellas también midan este tipo de detalles, pero mientras tanto anotado en la lista de hoteles con un gran desayuno. Que muchas veces es el auténtico lujo.
La verdad es que todo tiene una pinta estupenda.
Lástima que este año el buffet en los hoteles esté controlado debido a la pandemia, aconsejando desayunar o cenar en las habitaciones. Esperamos que vuelvan tiempos mejores.