Llevan sólo unos meses abiertos en la zona alta de Barcelona (Bertrán, 28) pero Spoonik es en realidad un viejo conocido entre quienes están al tanto de lo que se cuece en la ciudad. O, mejor dicho, la cocina de Jon Giraldo y Jaime Lieberman, porque hasta otoño del año pasado las cenas que ofrecían en su piso de Lesseps a modo de speak easy (nos gusta más lo de «puerta cerrada», con permiso de los bonaerenses) eran, nunca mejor dicho, una especie de secreto a voces. Pero ahora ha llegado el momento de pasar de esa idea de restaurante secreto a uno de verdad. A pie de calle y dispuesto a no dejar indiferente a nadie que se acerque por allí.
Sólo ofrecen cenas en formato menú degustación, y su precio (90 euros sin bebidas) los sitúa ante el reto de competir no sólo con la interminable oferta gastronómica de la Ciudad Condal, sino con restaurantes que pueden presumir de Estrella Michelin como reclamo.
Aquí nos movemos en ese mundo, pero con normas propias. Es alta cocina, pero a su manera, con vanguardia, preciosismo y mucho mestizaje. Una cocina que viaja entre Colombia y México, y en la que el perfil artístico de los propietarios queda claro a lo largo de toda la velada. Desbordan entusiasmo por lo que hacen y eso se nota en los platos, en la secuencia y en el, en cierto modo, espectáculo que rodea a la cena y que hace de ella una experiencia.
Es cierto que no cumplen casi ninguna de esas normas o tendencias de las que los grandes críticos hablan últimamente. El menú se alarga hasta en más de una decena de pases, los platos son complejos y su lista de ingredientes y sabores es larga, la velada se ve salpicada de momentos que van marcando el ritmo de la cena (música, luz… no desvelaremos más detalles porque es parte de la gracia), hay recomendaciones sobre cómo degustar el plato y explicaciones sobre la historia que hay detrás…
Muchos de esos críticos seguramente temblarían ante este panorama que incumple lo que ahora parece llevarse (menús cortos, platos sencillos, menos protagonismo del cocinero…), pero por suerte para el planeta el 99,99% de la población no es crítico profesional. A Spoonik se va a disfrutar de una cena distinta y más allá de lo que marquen los nuevos manuales, basta mirar alrededor para descubrir en la cara de los comensales que la propuesta de Giraldo y Lieberman gusta.

Pero todavía no hemos hablado de los platos de Spoonik que, aunque tienen que compartir protagonismo con otros elementos, evidentemente son el centro de esta historia, elaborada por un equipo de cocina y sala que sorprende por su número, y que permite hacerse una idea del trabajo que hay detrás de cada plato y del servicio.
Como decimos siempre, enumerar la secuencia del menú no sólo sería interminable sino que haría un flaco favor a los que vayan a sentarse en sus mesas. Las mesas y su ditribución, por cierto, también tienen su pequeño secreto, pero mejor no desvelarlo y, como suele decirse, dejarse llevar.
Además, siempre hay margen para la improvisación. Esa noche, por ejemplo, Giraldo nos confiesa -mientras nos muestra la cocina y probamos allí los tres snack que dan luz verde al menú Festival– que estrenaba plato. Bogavante en texturas sobre un caldo clarificado de maíz y causas limeñas con Triguisar, una especie colombina similar al ras el hanout.
Un buen ejemplo de lo que podemos encontrar en Spoonik, donde se combinan técnicas e ingredientes de vanguardia con, por ejemplo, una crema de maíz receta de la abuela del chef, que es posiblemente uno de los sabores que todavía recordamos. Escucharle contar esa historia o la del Triguisar es parte de la esencia de la velada.
Los maridajes de vinos que ofrecen (a 40 y 45 euros) también se salen de lo habitual. El de cavas es una opción muy recomendable, el de tintos no defrauda, pero puestos a experimentar, el que combina vinos con alguna cerveza artesana e incluso sake nos parece el más adecuado para una cena como esta. Importante, por cierto, llegar hasta el café que, por supuesto, también se sale de lo habitual.
Es verdad que no es un restaurante para todos los públicos, pero quienes estén dispuestos a jugar y disfrutar de una cena diferente, sin duda habrán llegado al lugar adecuado.
cuando se tiene claro el concepto, como es el caso de jon y jaime, se puede experimentar y se acierta, cuando se tiene amor por sus ráices, se sabe cocinar, se ha estudiado, experimentado, se encuentra en la cocina suna voz propia, una manera de expresarse, que es lo que pasa en spoonik y sobre los críticos… en mi humilde opinión ellos marcan tendencias, no las siguen… FELICITACIONES por ese artículo y seguiremos esperando más reseñas elogiosas acerca de su propuesta…
Yo es que seré un raro y antiguo, pero si me presentan un plato como cualquiera de los fotografiados y sé que me esperan más de 90 euros de puñalada al final de la cena…
Llenen el plato demonios!!.