Zumo de naranja industrial con el mismo IVA que los refrescos, ¿tiene sentido?

Foto: Gtres

Como era de esperar, la puesta en marcha de medidas que penalizan los alimentos menos saludables de la cesta de la compra no está siendo nada fácil. La presión de la industria alimentaria, que lleva años jugando muy bien sus cartas para librarse de cualquier regulación, y también los diferentes criterios a la hora de clasificar algunos productos hace que vayamos a polémica por semana.

El zumo de naranja industrial es el protagonista del último bache que el Ministerio de Consumo se ha encontrado en esta batalla para subir los impuestos a los productos azucarados. ¿El zumo de naranja? ¿Pero eso no es parte de un desayuno saludable, según llevan años contándonos los anuncios? ¿No pone en todas partes que no tiene azúcares añadidos?

La confusión del consumidor es lógica. De hecho, es parte de la estrategia con la que la industria del sector lleva años jugando, haciendo pasar por saludables productos que en realidad no lo son tanto como parece. O que directamente no lo son. Y los zumos industriales son un gran ejemplo.

Un zumo no equivale a una pieza de fruta. Una idea que por más que los nutricionistas llevan años repitiendo parece que cuesta de entender. Ni siquiera un zumo natural, mucho menos uno industrial. Al tomar un zumo dejamos de lado la parte más interesante de la fruta (la fibra) y nos quedamos con una buena dosis de azúcares que, por muy naturales que sean (están en la propia fruta, no se añaden), siguen siendo azúcares.

Es decir: mejor comerse una naranja que tomarse un zumo de naranja. Sencillo de entender, complicado de comunicar cuando al otro lado hay grandes empresas invirtiendo mucho dinero en campañas para potenciar el consumo de zumos. De ahí que sorprenda que a estas alturas algunos se escandalicen porque se quiera aplicar a estas bebidas el mismo IVA que al de los refrescos.

No, evidentemente no son lo mismo. No se trata de eso. Se trata de desincentivar su consumo en favor de alternativas más sanas. Como una naranja o cualquier otra pieza de fruta. Que sí, que ya, que por la mañana no tienes tiempo de pelar una pera y todo eso. Los argumentos son de sobra conocidos, pero estamos hablando de temas de salud general de la población, no de tu horario de las mañanas.

«Los zumos tienen tantos azúcares libres como los refrescos», recordaba -una vez más- Miguel Ángel Lurueña en su cuenta de Twitter a raíz de la discusión entre Consumo -que defiende la subida de impuestas- y Agricultura, que parece más interesada en los productores que en la salud pública. O, mejor dicho, por las empresas del sector, que pagan una miseria a los productores de cítricos, por cierto.

Curiosamente, son este tipo de alimentos los que representan un mayor peligro para el consumidor. Todo el mundo entiende que unas rosquillas de chocolate no son saludables y que es mejor reducir su consumo. Con el zumo de naranja ocurre lo contrario: seguro que a estas alturas muchos siguen convencidos de que no es que no sea malo, es que es incluso una buena idea para el desayuno. Para el suyo o el de los pequeños.

Precisamente por eso es tan importante empezar a identificarlos como lo que son: productos en la lista de ‘cuanto menos, mejor’. Y que, lógicamente, se les apliquen los mismos impuestos que al resto de elementos de esa categoría. ¡Pero entonces serán más caros!, gritan algunos. Claro. Es que lo que no puede ser es que un zumo de naranja industrial cueste la tercera parte que un kilo de naranjas.

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