«Son imitaciones de productos pesqueros que confunden claramente al consumidor, un fraude». Así describen desde diversas asociaciones del sector pesquero los productos que, elaborados a base de vegetales, se presentan como alternativa al pescado.
La historia se repite y el guion es de sobra conocido, porque ya lo hemos visto en el caso de la carne, donde el sector pide que no se permita usar denominaciones cárnicas como ‘hamburguesa’ para denominar a este tipo de productos veganos.
Incluso se lanzó una campaña sobre el tema muy en línea con la que algunas marcas de carne vegetal suelen lanzar contra el sector. «Ultraprocesados con forma de tortita buscan nombre», rezaba uno de los lemas contra las hamburguesas veganas.
Es un tema que en los últimos años hemos intentado seguir de cerca y, de hecho, hemos tenido ocasión de catar muchas de las opciones que ya hay en el mercado y que emulan el clásico atún en conserva o los filetes de merluza rebozados.
En todos los casos, efectivamente, se buscan ciertos parecidos en nombre y presentación a los productor originales, siempre sin sobrepasar la fina línea legal. Y es ahí donde ahora las patronales pesqueras y la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores señalan para hablar de fraude y decir que se está engañando al consumidor.
¿De verdad alguien va a comprar un bote de atún vegano pensando que es atún, o unas barritas de merluza elaboradas con vegetales creyendo que eso es pescado? Todos sabemos la respuesta: evidentemente, no.
De entrada, porque los compradores de este tipo de productos buscan, precisamente, no comer pescado. Y segundo porque, en caso de duda, el precio notablemente más alto de las versiones veganas ayuda a distinguirlos sin problema.
Así que la acusación de fraude y la petición al Ministerio de Consumo para que «se realicen las gestiones necesarias para proceder a la revisión y posterior retirada de este tipo de productos fraudulentos que buscan engañar al consumidor» suenan un tanto dramáticas.
Y, por cierto, bastante contraproducentes, porque justo el ataque de la poderosa y malvada industria es lo que alimenta el discurso de muchas marcas que se plantean como alternativa sana y sostenible al pescado y la carne.
El caso es que los demandantes -no se trata de una denuncia real, sino de una reclamación al Ministerio- señalan aspectos que pueden resultar más interesantes, indicando que estas alternativas «hacen creer que se pueden obtener los mismos beneficios nutricionales que se consiguen con los productos pesqueros», y aportan datos para demostrar que no es así.
Un enfoque que, sin duda, puede ser mucho más interesante para el consumidor. Siempre a favor de exigir claridad en el etiquetado y en los reclamos publicitarios que prometen tal o cual beneficio que, en realidad, o no es real o no es demostrable. A la merluza vegana, al atún en lata o a lo que sea.
De hecho, si hay algo que reprochar a este tipo de preparados es que tras ese halo de ser naturales, en realidad, son productos ultraprocesados con una larguísima lista de ingredientes. En la que, efectivamente, la proteína animal es sustituida por la vegetal, pero que suelen jugar a que olvidemos que nada más saludable y vegano que unas alubias o unos tomates.
En cualquier caso, estas guerras industriales que prometen querer cuidar al consumidor resultan un tanto difíciles de creer. Entre otras cosas porque el sector pesquero tampoco puede presumir de una gran transparencia. Y porque, como ocurre con la carne, muchas veces las mismas multinacionales que están detrás de algunos de estos productos veganos están jugando en los dos bandos de lo que pretenden vender como una guerra.