Lunes sin carne, ¿dónde está el problema?

A estas alturas, incluso los más carnívoros saben que comer menos carne es una buena idea para la salud y para la sostenibilidad del planeta. Que sí, que hay otros muchos problemas que afectan a estas dos cuestiones, pero algo tan aparentemente sencillo como reducir el consumo general de carne puede suponer un cambio considerable.

Ni siquiera hay que entrar en cuestiones de bienestar animal para estar de acuerdo con esto. De hecho, tampoco hace falta que estés de acuerdo, porque no es la opinión de algún grupo de veganos, sino algo ampliamente demostrado: el futuro pasa, o debería pasar, por comer menos carne y de mejor calidad.

Pese a esta evidencia, por lo visto hay muchos indignados con una propuesta de Podemos en la localidad de Collado Villalba: eliminar la carne los lunes de los menús que se sirvan o dependan de organismos municipales.

¡Pero qué locura es esa de no comer los lunes carne!, braman algunos tildando la idea de poco menos que estalinismo gastronómico.

Cabe suponer que no saben, ni se han molestado siquiera en investigar, que lo de los Lunes sin carne es una campaña internacional que se remonta a nada menos que 2003, presente en 40 países del mundo, y que de hecho se aplica en escuelas públicas de conocidos enclaves bolivarianos como Los Ángeles o Nueva York.

La otra opción, claro, es que lo sepan pero se trate solo de buscar polémica. El PP ha votado en contra aduciendo que “atenta contra la libertad de las personas”. Vaya, lo de nadie me va a decir las copas de vino que tengo que beber pero aplicado ahora a la carne.

Por supuesto, la propuesta no contempla revisar las neveras y el menú diario en las casas de esta localidad en busca de hamburguesas, secreto ibérico o unas albóndigas ilegales el lunes. La idea, como queda bien claro para cualquiera que sepa y quiera leer, incluye únicamente a los comedores que dependen del ayuntamiento.

Un ámbito en el que, por mucho que se empeñan algunos supuestos liberales, la administración tiene mucho que decir. Del mismo modo que -ejem- en un comedor escolar no se pueden servir pizzas y nuggets porque hay unas regulaciones nutricionales y dietéticas, no parece ninguna locura que se decida que un día a la semana los menús que dependan del ayuntamiento no tengan carne.

Posiblemente los más críticos con este tipo de ideas tampoco se hayan molestado nunca en echar un vistazo a la programación de los menús semanales de los colegios. En el de mi hijo, por ejemplo, los lunes no hay carne y solo se sirve dos o tres días a la semana. Que es más que suficiente, y posiblemente demasiado, por cierto.

¿Quieres desayunar butifarra, comer bocata de lomo queso y cenar patas de cerdo cada lunes? Felicidades. Que sea de la mejor calidad posible y que aproveche. Pero es fácil de entender que esa decisión personal es compatible con que un organismo legisle lo que sirve en sus comedores y difunda recomendaciones sobre consumo, salud y sostenibilidad que están más que contrastadas y son habituales a nivel internacional.

Así que eso de la sacrosanta libertad individual a la que siempre se encomiendan los mismos con este tipo de temas ya no cuela. Sobre todo porque también la usan cuando se quiere poner impuestos a bebidas azucaradas, comida basura o regular la publicidad de alimentos para menores.

Puedes beber, comer y darle toda la Coca Cola y bacon que quieras a tu hijo. Pero algunos confiamos en que haya una administración que impida que, si por alguna terrible e indeseable casualidad, un colegio o un comedor dependen de tu criterio, no lo hagas con el mío.

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