Adiós, aceitera, adiós

marquina

Querida aceitera,

Cuando nos enteramos de la noticia no podíamos creerlo: después de tantos años, comidas y experiencias compartidas te vas de nuestro lado. Cuando llegue el nuevo año, nos sentaremos a comer en un restaurante y tú ya no estarás con nosotros. Sí, ya sabemos que los envases precintados ocuparán tu lugar y no, no nos sirve de nada que nos digas que con el tiempo nos acostumbraremos y que incluso estaremos mejor. Decirte adiós -¡oh aceitera!- es un golpe demasiado doloroso para nuestras almas cocinillas.

No podemos imaginarnos la sensación de vacío que nos inundará al no poder cogerte a ti, aceitera Marquina, en los restaurantes de diseño con ínfulas, para aliñar nuestra ensalada. Ya sabemos que quizá no siempre tenías verdadero AOVE dentro, pero será difícil encontrar unas curvas como las tuyas encima de la mesa.

Y vosotras, aceiteras en spray, presentes en todos los restaurantes cutre-chic que sirven la ensalada con reducción de vinagre de módena, ¿qué podemos decir de vosotras? Habéis sido las últimas en llegar pero os habéis ganado un hueco en nuestro corazón. Ningún envase de usar y tirar nos hará tener esa incomparable sensación de estar aliñando la ensalada como lo haría Carmen Lomana. Ni podremos decir luego aquello de: «¡Es que te pone la cantidad justa de aceite en el plato!», mientras cogemos la copa de vino con el meñique levantado.

Aceitera de cerámica, aceitera alta con pitorrillo de metal y guindilla incorporada, aceiteras de metal… Nuestros pensamientos están con todas vosotras, jamás os olvidaremos.

set-aceiteras-4-pzasY tú, aceitera de toda la vida: cilíndrica, de vidrio y con tapón metálico, para ti va nuestro recuerdo más afectuoso. Los menús del día no serán lo mismo sin ti. No sabemos si tu fiel amigo, el salero con sal y granos de arroz, será capaz de superar este golpe, son muchos años juntos.

Sabemos que tenías tus achaques y que hacía tiempo que tu tapón metálico no encajaba bien, haciendo que el aceite resbalara por tu cuerpo de vidrio y las manos del comensal. Son cosas de la edad, aceitera tradicional, es ley de vida.

Echaremos de menos tu presencia, siempre en el centro de la mesa, esperando para aliñar nuestra ensalada sin pedir nada a cambio. Esperamos que allá donde vayas encuentres recompensa a tantos años de ingrato servicio.

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