Pese a los conocidos problemas en Estados Unidos con las tasas de obesidad en los más pequeños y el papel que los comedores escolares juegan en este problema, parece que la administración Trump prefiere mirar para otro lado. O, mejor dicho, empeorar más aún la situación para facilitar el trabajo a las compañías que manejan un negocio de muchos millones de dólares.
La última gran idea de los ideólogos gastronómicos del presidente estadounidense es dejar la puerta abierta a que la pasta pueda ser considerada una de las raciones de verduras que se tienen que servir en los comedores de los colegios.
¿Pasta integral acompaña de verduras? Si fuera el caso todavía podría tener su pase, pero no. Los cambios propuestos para la regulación de los comedores hablan simplemente de pasta elaborada con harinas vegetales, dejando así un margen de maniobra terriblemente peligroso para las empresas que se mueven en este sector.
Dando por hecho que la harina de trigo no se considerará vegetal -o tal vez sí-, tampoco se indica el porcentaje de contenido de verduras que tiene que tener la citada pasta vegetal, con lo que una mínima parte de zanahorias o espinacas deshidratadas añadidas a la receta tradicional a base de semolina podría ser apto.
O ni eso porque, según informa The Indepedent, la pasta elaborada a base de harinas de patata y soja tiene muchos puntos para convertirse en uno de los platos estrellas de los comedores gracias a estos cambios. Contabilizando además como una ensalada o un plato de brócoli, que es lo más grave del asunto.
No se trata de ser catastrofistas, pero hay que tener en cuenta que hablamos de un sistema en el que la patata (incluidas las fritas) pueden ser consideradas fruta o verdura según interese en la planificación del comedor, y que incluso la salsa de tomate de una pizza puede contar como plato vegetal.
Las nuevas directrices presentadas hace apenas una semana modifican la normativa de la administración Obama que, aunque tímidamente, dio algunos pasos en la buena dirección para frenar los gravísimos problemas de nutrición y salud del país.
Desde el actual gobierno se asegura que las nuevas normas permitirán simplificar los menús escolares y reducir el desperdicio de alimentos. Visto en perspectiva, sencillamente no cuela. No se trata ya de los cuestionables gustos gastronómicos del Presidente de Estados Unidos, porque esto va mucho más allá.
La alimentación es ideología y Trump tiene muy claro de qué lado está cuando hay que elegir entre el negocio y los beneficios de algunas empresas y la salud de los pequeños.