Otra cosa no, pero 2020 está siendo bastante original. Para mal, pero original al fin y al cabo. Pese a ello, hay cosas que ni una pandemia global consigue cambiar: influencers que quieren comer gratis y hosteleros a los que, por lo visto, les indigna muchísimo que les sugieran tal cosa.
¿Es noticia? No. ¿Es nuevo? No. ¿Ocurre cada día? Como cualquiera que conozca un poco el sector de la gastronomía sabrá, efectivamente. No obstante, hay que reconocer que es tentador escribir sobre ello. Nada más goloso que reírse de los influencers, afearles algo en el titular y dar palmaditas en la espalda al chef indignado de turno.
De eso hablábamos hace ya unos años pero, como la historia se repite, nosotros también. El penúltimo capítulo en esta aparente pelea entre influencers y hosteleros -aparente, porque en realidad no hay pelea alguna- lo protagoniza un restaurante de Barcelona. Recibe un mail donde unos instagramers con muchos seguidores le proponen publicar una serie de fotos a cambio de comer sin pasar por caja.
El cocinero, cabreado, les afea la propuesta y decide compartir en redes sociales el intercambio de mensajes. Nada nuevo, insistimos. Así que no vale poner cara de sorpresa.
Pese a que es fácil entender su reacción en un año en el que facturar está siendo bastante complicado y es lógico empatizar con él frente al aparente morro de los foodies de turno, plantear el debate en términos del pobre hostelero del que se intentan aprovechar unos niñatos con Instagram es de una hipocresía que a estas alturas no cuela. O no debería colar.
Es fácil de entender. Si un congreso de gastronomía, uno de los grandes, le pide a este o cualquier otro cocinero que de una conferencia gratis, ¿cuál sería la respuesta? ¿Cuántos chefs indignados por esta propuesta estarían encantados de acudir a Madrid Fusión sin cobrar? Incluso si la respuesta fuera un no, ¿alguien publicaría indignado que tal o cual feria le ha propuesto trabajar gratis? Todos sabemos las respuestas.
Es algo muy diferente, por supuesto. Pero entonces el problema no es pagar o no pagar. El único tema es si el acuerdo que se está proponiendo te interesa o no. Punto.
Una empresa o unos particulares ofrecen sus servicios -foto y difusión- a cambio de un precio, comer sin pagar. A mi me suena a una propuesta comercial al uso y con lo dados al liberalismo económico que suele ser el sector de la hostelería, sorprende que algo tan aparentemente sencillo les indigne. ¿Te interesa? Sí, pongamos fecha. No, muchas gracias.
Cualquier cosa que se salga de esta negociación queda muy bonita de cara a la galería, pero es absurda. No, tampoco en 2020. Un año muy duro para todo el mundo, no solo para la hostelería. No sé qué opina el sindicato de influencers del tema, pero supongo que tampoco andan las cosas muy boyantes en ese sector. De ahí que solo pidan comida gratis, no cobrar por las fotos que es lo habitual con cuentas de cierto volumen.
Pero volviendo al tema, al leer estas cosas y la reacción posterior uno, que es un romántico, lo único que se pregunta es si la oferta se facturará y tributará como corresponde y si, llegado el caso, las publicaciones se marcaran como publicidad.
No por no haber pagado la cuenta -en ese caso el 90% de los artículos sobre restaurantes tendrían que aparecer así- sino por ser fruto de un acuerdo con unas condiciones claras entre las dos partes y donde se incluye el compromiso de publicar y los elogios al local.
Y es que cuando se habla de estas cosas, más allá de los tópicos repetidos, no se suele hablar de la otra parte. Una conocida instagramer lo hacía justo hace unas semanas en un mensaje que luego borró. Así que obviaremos nombres si ella ha preferido hacerlo.
Le había llegado -contaba- una propuesta de un restaurante para ir a comer o cenar gratis a cambio de que le hiciera unas preciosas fotos y las compartiera en su cuenta de Instagram. Y se preguntaba, con mucha razón, si era lógico pensar que el desplazamiento, unas horas de trabajo para hacer las fotos y editarlas y la difusión posterior costaban los 50 o 100 euros que le ofrecían a cambio y en forma de un menú.
Aunque a algunos les cueste entenderlo, para ella eso es un trabajo e infravalorarlo así puede ser tan ofensivo como que alguien te pida que le regales la comida -tu trabajo- a cambio de algo que no te interesa.
A mi me parece de primero de economía y comunicación, la verdad. Pero yo qué se, no soy ni cocinero ni influencer. Así que, pensándolo bien, si sus peleas ridículas nos siguen dando temas, titulares y clicks, que se peguen.
Me ha resultado interesante tu artículo. Un saludo.