Un sencillo invento para no mancharse al comer hamburguesas

Bacoa es una de las hamburgueserías más conocidas de Barcelona. Hermana mayor de El Kiosko -que siempre figura en las listas de las mejores de la ciudad- su gran local en pleno centro (Ronda Universitat, 31) es siempre un recurso fácil cuando entra antojo de una hamburguesa en condiciones cerca de Plaza Catalunya. Ningún secreto, a la vista de lo abarrotado que suele estar siempre de visitantes y gente de la ciudad. Por cierto, ahora la cadena prepara su desembarco en Madrid.

Hace un tiempo, Bacoa ya se ganó algún que otro titular por las peculiares sillas que se pueden encontrar allí. Y es que los taburetes cuentan con una ingeniosa cesta metálica en su parte inferior, pensada para poder dejar las cosas sin miedo a que alguien decida llevarse nuestra mochila o bolso de paseo. Según algunos, daba una mala imagen de Barcelona. No como Las Ramblas, que ofrecen una estampa fabulosa de la ciudad, claro.

Pero volviendo al tema de los inventos de esta hamburguesería fundada por unos australianos, en nuestra última visita a este local -tienen ya otros dos abiertos en otros barrios de la ciudad- nos topamos con un invento que tiene su punto: una especie de funda para la hamburguesa diseñada para que no nos manchemos al comerla, o al menos nos pringuemos menos de lo habitual que, por cierto, suele ser bastante. Puede parecer una tontería, pero la cuestión incluso inspiró un método científico para comer y acabar impolutos.

Se trata de un sencillo molde de cartón que uno mismo puede coger y montar mientras hace su pedido -así de paso se entretiene mientras llegan las hamburguesas- y que cuando colocamos el bocadillo se ocupa de recoger toda esa salsa, trozos de cebolla, tomate y demás que, de otra forma, chorrearían de forma imparable hacia el plato o nuestra camiseta blanca recién lavada.

Pero no se trata sólo de ahorrarnos la colada o la vergüenza de pasar el resto del día con un lamparón de dimensiones considerables, sino que desde Bacoa plantean este invento como una iniciativa con trasfondo ecológico: cuanto menos nos manchemos, menos servilletas tendremos que usar.

Y razón no les falta, porque suele ser un clásico en cualquier hamburguesería, con tantas servilletas usadas como para haberse llevado por delante unas cuantas hectáreas del Amazonas. Sin exagerar nada. Eso sí, lo de rebañar la salsilla que se queda en el fondo de este invento no figura en las instrucciones, así que lo dejaremos a gusto del consumidor.