«Vamos a cenar en el restaurante chino que tiene el mejor sushi del país». Sonaba a broma, pero la promesa iba en serio. La verdad es que Renfe puso las cosas un poco complicadas, porque el tren que tenía que llegar a las 10:20 de la noche a Pamplona lo hizo pasadas las 11.
No son horas de llegar a cenar. Y así nos lo hicieron saber en el restaurante Imperial, con miradas torcidas durante la rapidísima cena que apenas duró media hora. Mal comienzo y mal ambiente. Tenían razón, pero si dices que adelante, luego no vale enfadarse.
El caso es que, efectivamente, el sushiman de este restaurante de la capital Navarra fue elegido el otoño pasado como el mejor del país en un concurso organizado por Balfegó. Steven Bosen Wu Zheng fue el ganador entre los ocho cocineros que participaron ante un jurado de reconocidos expertos en la materia y presidido por Hideki Matsuhisa. Poca broma.
Pese a la llegada derrapando y la tensión que se mascaba en el ambiente, pedimos rápido para caerles mejor. La idea era probar el sushi, así que de cabeza a por los nigiris de atún. Balfegó, evidentemente. Dos piezas a 8,90 euros. O 9,90 en el caso de ventresca.
También tempura, chirasi, un tartar de carabinero y, por supuesto, edamame para picar. La carta es interminable y no hay tiempo para recrearse, pero, de entrada, se agradece que no se juegue al despiste y el restaurante se presente como de cocina china y japonesa. De hecho, la carta incluye estas dos secciones bien diferenciadas.
También vemos una zona de teppanyaki -plancha donde se cocina delante del comensal-, muchas mesas que apuran los postres mientras esperamos la comida, y una decoración que, efectivamente, confirma que estamos en un restaurante chino. Al parecer de los buenos, aunque desgraciadamente no habrá tiempo de probar muchas cosas.
¿Y qué tal el sushi? Sin duda, lo mejor de la cena. El tartar de carabinero resultó un tanto decepcionante pese a lo que parecía un buen producto y una cuidada presentación. La tempura muy correcta, pero lejos de esa perfección en la fritura que se estila cuando se prueba una en Japón. Y el chirasi -algo así como un poke de lujo en versión japonesa- rico.
Pero tanto en este plato como en el sushi, chirriaba bastante el pegote de wasabi con poca pinta -y menos sabor- de ser fresco. No es barato, pero tampoco el precio es como para pedir el show del rallado en directo de wasabi fresco y real, pero es que en la carta prometen «wasabi fresco», y no parece ser, ni de lejos el caso. En la foto se aprecia de forma bastante evidente.
Pero no nos pongamos quisquilloso por el wasabi. ¿Los nigiris de atún estaban o no buenos? La verdad es que sí. ¿Los mejores del país? Eso sería mucho decir, pero por suerte no nos consideramos unos de esos señores gastrónomos con capacidad para juzgar lo mismo unas migas manchegas que un sushi, y determinar si son o no los mejores del planeta.
Hemos comido bastante sushi, alguno en lugares increíbles en España, y en Japón, y este nos pareció bueno. Si Balfegó y Matsuhisa dicen que es el mejor, adelante con eso. Que tampoco eran horas como para ponerse a discutir.
La cena exprés salió a unos 50 euros por persona. Relación tiempo-ticket, sin duda fuimos la mesa más rentable de esa noche. Para compensar por llegar tan tarde.