
- 10-12 sardinas
- 4 dientes de ajo
- Perejil (3-4 ramitas)
- Aceite de oliva virgen extra
- Zumo de medio limon
- Sal gruesa
- Pan para acompañar
Preparación
Lo primero, lo básico, lo fundamental: sardinas frescas y buenas. Enteras, sin limpiar, con su cabeza y todo. Nada de bandejas de esas ya preparadas, ni pescadería del super en el que las pobres languidecen apiladas junto a doradas que vete tú a saber de dónde han venido. Mercado, pescadería de confianza… Donde sea, pero sardinas ricas, que además el verano -y acabamos de estrenarlo- es su mejor época.
Empezamos preparando el aliño de nuestras sardinas asadas. Machacamos en un mortero -o en lo más parecido que tengamos a mano- los ajos, añadimos el perejil picado, el zumo del limón y el aceite de oliva, mezclando bien todos los ingredientes.
Ponemos el horno a precalentar a 200 grados y mientras tanto en una bandeja colocamos papel de hornear y una capa de sal gorda que evitará olores. Colocamos las sardinas y las embadurnamos bien por los dos lados con la mezcla que hemos hecho con el ajo y el perejil. Añadimos un poco más de sal gorda por encima.
¿No hace falta limpiar las sardinas? Pues no. De hecho, asarlas así es clave para que no se resequen demasiado en el horno. Dependiendo del grosor de las sardinas variará el tiempo pero, para hacerse una idea, las de las imágenes estaban listas en unos 15 minutos al horno. Hay que andar atentos para no pasarse y que queden secas.
Y ya tenemos nuestras sardinas listas para celebrar San Juan. Servidas sobre un poco de pan son un auténtico manjar. Por cierto, para reducir aún más el posible olor del horno, asegura el típico truco de la abuela que echar agua y limón a la bandeja del horno y dejarla dentro también ayuda.