Lo mejor y lo peor de MasterChef Junior 6: ¿Se agota el formato?

Finalizada una nueva temporada de MasterChef Junior, se masca la tragedia: ¿Se agota el formato? A nadie se le escapa que esta edición ha dejado bastante que desear en lo que a culinario se refiere («yo no se pelar manzanas», se le ha oído decir a algún concursante), y siempre en comparación con otras ediciones del talent infantil. Sí, algunos niños han brillado en algún momento pero, la verdad, pocos -momentos y niños-.

Ante esta situación, lo primero que uno piensa es si no se habrá agotado la fuente de niños brillantes con aspiraciones culinarias. Los campamentos MasterChef son una buena cantera, pero parece que la cosa empieza a flojear. 8.000 niños se han presentado a esta sexta edición, y sólo los 16 mejores han formado parte del concurso.

Ahí está el problema, que estos eran los mejores. Y que nadie se confunda: los niños lo han hecho maravillosamente bien. Miren a Candela: 8 años y en la final. ¿Qué más se puede pedir? Puede que el problema sea que nos habían acostumbrado a niños capaces de enfrentarse a menús de Estrella con una facilidad pasmosa. Y eso tampoco es normal.

Otra de las cosas que hemos visto mermar en esta edición ha sido la exigencia de los chefs del jurado. Samantha, Pepe y Jordi han sido claramente más indulgentes que en ediciones anteriores. Y no es que nos parezca mal. Al contrario, lo celebramos.

Así como en la edición de adultos la caña mola, siempre hemos dicho que uno de los problemas de MasterChef Junior era la extrema exigencia y competitividad que el programa trasladaba a los pequeños. Por eso nos ha sorprendido lo relajados y comprensivos que han estado esta vez.

¿Quizá también ellos eran conscientes de las limitaciones de los concursantes? Es posible. Después de un primer programa en la línea de ediciones anteriores, el nivel de exigencia cayó en picado, y no podemos sino pensar que también ellos vieron que, esta vez sí, los concursantes eran niños. Y punto.

En fin, sea como sea, lo que nunca dejará de sorprendernos es cómo es posible que una renacuaja que no llega ni a ver la olla pueda hacer un guiso de rape con patatas o unas patatas a la riojana. O hacer unos ravioli rellenos de ricotta y yema de huevo sin que esta se rompa. O presentar un plato precioso con un bogavante impreso en 3D comestible y relleno con trozos del propio bogavante. Motivos más que suficiente para seguir al detalle cada uno de los programas de esta sexta edición, y disfrutar con lo mejor de cada uno de ellos.

La imaginación de los pequeños

Igual es que, con el paso del tiempo, olvidamos el ingenio de los niños de otras ediciones, pero en esta ha sido un denominador común de la mayoría de ellos, especialmente a la hora de poner nombre a sus platos. Sin duda nos quedamos con este de Unai: «Di sí a las verduras que si no se las come el gusano», para una tortilla hecha a base de verduras, manzana y, claro, gusanos. Sensacional.

Los disfraces de los jueces

Hemos de decir que una de las cosas con las que más disfrutamos en MasterChef Junior es viendo al jurado disfrazarse de las cosas más variopintas. Hasta al pobre Jordi, que se le ve a la legua que lo pasa fatal, y encima siempre le toca el disfraz más friki. Como el de trozo de pizza de esta edición. Sin comentarios. Por no hablar de Pepe vestido con faldas escocesas, insinuando que lo tradicional con este atuendo es no llevar ropa interior… El «¡que asco!!» a coro de todos los niños aún nos resuena en al cabeza.

El minijurado

Muy divertido fue también el día en que Eva y el jurado contaron con unos sustitutos de lujo: Paula, ganadora de la cuarta edición de MasterChef Junior, en la posición de Eva; y Mara (MasterChef Junior 5), Juan Antonio (MasterChef Junior 5) y Lukas (MasterChef Junior 3) en el lugar de Samantha, Pepe y Jordi. Vestidos exactamente igual que los adultos, y actuando como ellos mismos, especialmente Juan Antonio que, sin duda, es la réplica perfecta de Pepe, especialmente a la hora de comer. Los niños disfrutaron de lo lindo con el cambio, y estamos convencidos de que más de uno hubiera preferido que el cambio fuera permanente.

Postres y más postres

Otras de la cosas que nos ha sorprendido de esta edición es la soltura de los niños con los postres. El clásico plato que se le atraganta siempre a los adultos es el que más le gusta hacer a los niños. Y no se les da nada mal. En las pruebas de exteriores han conseguido salir airosos en casi todas las ocasiones, y también en las pruebas de plató, donde nos atreveríamos a decir que ha habido un exceso de dulces, con polémica incluida, de los cuales aún recordamos los carrot cakes de algunos de los concursantes.

Niños que despiertan ternura -y otras que te la entierran-

Mentiríamos si no dijéramos que en cada edición tenemos nuestros niños preferidos. Es inevitable. Igual que lo es el hecho de que, pese a que son niños y nos sintamos fatal por ello, también preferiríamos que a otros los echaran la primera semana sin más dilación. En esta edición nos ha robado el corazón Carlota, esa pequeña Minion que casi ni con el taburete de Jordi era capaz de ver el interior de la olla. También Izan, al que le augurábamos un pase por el programa excepcional por su buen hacer, no sólo ante los fogones, sino también con sus compañeros.

En el otro lado de la balanza, para que lo vamos a negar, Paula. Una niña de pésimos modales y que no ha sabido en ningún momento trabajar en equipo, chillando a todos sus compañeros y comportándose de manera despótica, en especial con Candela, otra de las peques, y a la que no dudó en tratar como si fuera tonta en más de una ocasión. Hasta los jueces tuvieron que llamarle la atención. De hecho, al clasificarse para la final y decir el clásico»nunca pensé que llegaría hasta aquí», la respuesta de Jordi no dejó lugar a dudas: «Ni nosotros…». No hay más preguntas.

La sensibilidad de los niños

Otra de las cosas que nos maravilla de los pequeños es su capacidad de empatía y su sensibilidad. En la prueba de exteriores de Disneyland, los niños tenían que elegir con qué capitán querían ir, Jaime o Dani. Todos, a excepción de Candela, eligieron a Jaime. Imaginen la cara del pobre Dani, intentando contener -sin éxito, claro- las lágrimas al verse «rechazado» por todos sus compañeros.

¿Y cuál fue su reacción ante esta situación? Deshacerse en elogios hacia su contrincante Jaime y afirmando que comprendía por qué sus compañeros preferían ir con él. ¿Se imaginan algo así en la edición de adultos? Impensable. Obviamente el resto de niños no tardaron en decir que querían cambiar de equipo y abrazar a Dani al grito de «eres un crack».

O el día de la repesca, de la que salieron elegidos Ferran y Evelyn, y el primero se puso a llorar como una magdalena. ¿De emoción? No, lloraba porque el resto de sus compañeros se quedaban fuera. De nuevo, ¿se imaginan algo así entre los adultos? Es más, en esa misma prueba de repesca, hubo quien no dudó en desatender su plato para ayudar a otros, como Enrique que, pese a que también se jugaba la repesca, estuvo pendiente en todo momento de la pequeña Carlota para echarle una mano. Así sí.

Situaciones desagradables y faltas de respeto

Sí, no podemos pasar por alto que también ha habido momento desagradables entre los niños. Y en casi todos ellos ha estado implicada Paula. Como decíamos, en más de una prueba en la que le tocó trabajar con Candela, las chispas saltaban entre ellas. Y es que Paula llegó a estropear el trabajo de Candela hasta en dos ocasiones, echando ingredientes donde no tocaba o ignorando y menospreciando las instrucciones de esta. Pero es que, además, no dudó en soltarle reproches del tipo «¿Puedes parar de llorar y de hacerte la víctima?».

Samantha tuvo que intervenir en más de una ocasión para llamarle la atención a Paula, quien se ganó el apodo de «doña manipuladora» por parte de Candela, cosechando también alguna que otra recriminación por parte de sus compañeros por sus malos modales y su autoritarismo. Y eso que Candela también se las trae. Los gritos a Josetxo mientras elaboraban sus batidos le valió una pequeña bronca de Eva al grito de «no quiero faltas de respeto en la cocina».

Pero sin duda, el momento más desagradable de esta edición fue el amago de ataque de ansiedad que sufrió Dani en una de las pruebas de exteriores. El niño empezó a sentirse agobiado por la suma del calor, los gritos de sus compañeros y la presión, y tuvo que sentarse durante unos minutos. «Cuando me pongo nervioso me sofoco y eso quiere decir que como no pare me explota la cabeza».

Un momento que, sin ningún tipo de duda, el programa debería haber eliminado del montaje porque no aporta absolutamente nada. Ya nos hacemos todos a la idea de la dureza del concurso. Ninguno de nosotros, ni mucho menos su familia, necesita ver sufrir al pequeño. Para la próxima -que ojalá no la haya- os lo ahorráis. Gracias.

La emotiva visita de los abuelos

Ha sido sin duda la prueba más emotiva de esta edición: el día en que los niños tuvieron que cocinar para unos comensales sorpresa que resultaron ser sus abuelos. La emoción de los niños al verlos seguro que hizo derramar más de un lagrimón en casa al estilo de Eva, que ya no sabía cómo frenarse. El agradecimiento público de los chefs del jurado a los abuelos por lo mucho que tienen que ver en la educación culinaria de los pequeños fue de agradecer. Y es que si no fuera por ellos, por los más mayores, muchas de nuestras tradiciones gastronómicas habrían pasado ya a mejor vida.

La traición de Eva

El punto y final de esta edición queremos ponerlo con ella, con Eva. Con solo hacer zapping estos días, es posible verla en dos cadenas a la vez. Y es que esta edición de MasterChef ha sido la última presentada por ella. ¿Y quién va a sustituirla a partir de ahora? Pues tal y como ha comunicado la cadena, nadie. ¿Una manera de decir que no tiene sustituto posible o, por el contrario, una sutil forma de dejar claro que durante todos estos años no ha sido más que un «florero» y que el programa puede funcionar igual sin ella?

Que cada cual defienda la postura que más le convenza mientras esperamos a la siguiente edición del programa para ver si era o no prescindible. Y mientras tanto, ya saben, pónganle sabor a la vida.

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