Para quienes los viajes son, entre muchas otras cosas, una oportunidad de probar nuevos platos y sabores, hay casi tantas posibles rutas como recetas, restaurantes o vinos. Así que hablar de una -y sólo una- ruta para recorrer un territorio sería uno de esos tics de guía para turistas que automáticamente nos haría desconfiar.
Precisamente por eso ésta no pretende ser la ruta definitiva, sino sólo unas cuantas ideas entrelazadas a lo largo de un viaje de cuatro días que hace ya un tiempo tuvimos ocasión de realizar por la Costa Brava de Girona con los amigos de Minube, la popular comunidad de viajeros.
Un plan de viaje al que nos apuntamos encantados y en el que, entre numerosas actividades culturales, visitas, paseos en bici y globo, e incluso algún que otro vuelo en un túnel de viento, la gastronomía también jugaba un gran papel. Después de todo, estamos hablando de Girona, cuna del que ahora pasa por ser el mejor restaurante del mundo.
Cuatro días muy intensos organizados por el Patronato de Turismo de Costa Brava y Pirineos de Girona, y que hemos intentado concentrar en poco más de 10 minutos en este vídeo. Si algo queda claro es que, además de no parar y comer mucho y bien, nos lo pasamos en grande con Cristina E. Lozano, Xipo e Ignacio Izquierdo.
Como decíamos, rutas posibles por la zona hay muchas, pero la nuestra empezó en la ciudad de Girona con una comida en Le Bistrot (atentos a su menú del día entre semana). Una reciente encuesta de Correos asegura que se encuentra en el rincón más romántico de España. Eso sería discutible, pero que su mousse de chocolate hay que probarla, no.
Además de pasear por la judería, hacer la clásica foto junto al río y las fachadas de colores, o subir a la parte alta para hacer una panorámica, otra parada obligada es la heladería Rocambolesc de los hermanos Roca. Aunque el presupuesto no llegue para ir al Celler de Can Roca -y aunque llegue, hay meses de cola- al menos sí podemos probar uno de sus ya famosos helados.
Y para no quedarnos con ganas de mar, acercase a Sant Martí d’Empúries para cenar es una buena opción. Posiblemente ahora esté más lleno que cuando pasamos por allí en abril, pero la buena noticia es que seguro que cae un chapuzón antes de dar buena cuenta de, por ejemplo, una fritura variada en L’Escolapi. Su carta es inmensa, pero las alcachofas rebozadas son una buena elección.
La oferta hotelera es amplia, pero nuestro grupo optó por instalarse en una de las casas de Naturaki, en Albons. Amplias, nuevas y perfectas para grupos y familias, el desayuno por la mañana en la piscina es una buena forma de empezar la jornada.
Casi tanto como dar un paseo en globo con Globus Empordà. Una aventura que ronda los 150 euros por persona y que es muy recomendable para aficionados a la fotografía y a la aventura en general. Las vistas desde allí arriba son espectaculares, abarcando desde el Mediterráneo hasta los Pirineos. Y para reponer fuerzas, un desayuno de cuchillo y tenedor -nada de brunch y horteradas de esas- en Ullastret, también incluido en el pack de Globus Empordà.
Queríamos recorrer en bici -en burricleta mejor dicho- los pueblos medievales de L’Empordà, pero mejor dejarlo para cuando baje el sol por la tarde y dedicar el día a la playa (Llançà en nuestro caso) o pasear por los caminos de ronda que recorren la Costa Brava. El Faro de San Sebastián está a media hora de paseo y es un punto muy fotogénico de la costa. Sí, nos encantan los faros.
Pero volviendo al prometido paseo en bici, la burricleta en una bicileta eléctrica, decorada con sus alforjas, y perfecta para perderse por los campos del Plà de L’Estany y recorrer pueblos tan bonitos como Peratallada o Palau-Sator. En Occitania ofrecen alquileres de burricletas y rutas con guías por la zona.
Pals es otro de esos pueblos medievales con un centro histórico con mucho encanto. Por allí nos acercamos para cenar en El Pedró de Pals que, con 40 años a sus espaldas, es ya uno de los más clásicos del pueblo. ¿Qué comer? Por ejemplo un arroz de Pals. Disfrutar de un paseo por la noche cuando el pueblo se queda medio vacío de viajeros y turistas es también una estupenda idea para rematar el día.
La siguiente jornada reúne actividades tanto para los amantes de las emociones fuertes como para quienes disfruten más entre viñedos y brasas. Y es que en Lloret de Mar se encuentra Windoor, por ahora el único túnel de viento de España -están construyendo otro en Barcelona- y donde se puede practicar esa increíble sensación de la caída libre.
Para relajarse, tomar rumbo a Cantallops, a la bodega Masia Serra, un paraíso entre viento de tramontana -cuando sopla, sopla bien-, vides y olivos de esos que, nada más pisar, uno sabe que quiere volver. Vinos de paisaje de los que ya hablaremos con más detalle, y una propuesta de visita a la bodega, y comida, que es muy recomendable. Para verano preparan también oferta de alojamiento allí mismo, así que estaremos atentos.
Pero ningún viaje por la Costa Brava está completo sin pasar por Cadaqués. Hacerlo fuera de temporada es un auténtico lujo. Como todo el mundo sabe, alojarse en esta localidad no es fácil ni especialmente barato, pero los apartamentos Carpe Diem -en la zona alta del pueblo, pero a 5 minutos de paseo de la playa- son una opción a tener en cuenta. Sus terrazas con vistas son, como suele decirse, un marco incomparable para el desayuno.
Si pasear por Cadaqués al atardecer es un lujo, cenar en Compartir -el restaurante de Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas, jefes de cocina de El Bulli- es otro. Aunque su cocina ha llegado también a Barcelona con Descubrir, acercarse hasta allí para descubrir esa carta (no hay menú degustación pero sí nos pueden guiar para no dejarnos nada) en la que todo se puede compartir es un gran plan. Productos y preparaciones más cercanas y ligadas a la tierra y el mar que les rodea, junto con guiños más exóticos y propuestas más arriesgadas, conforman un discurso de esos que es fácil comprar.
No es fácil despedirse de la Costa Brava pero, si hay que hacerlo, mejor que sea por todo lo alto y sin perderse otros dos puntos clásicos en cualquier ruta: la casa museo de Dalí en Port Lligat -mejor madrugar un poco para ser de los primeros- y Besalú y su puente viejo, que ya muchos conocen como El Puente de los Judíos gracias a la novela con el mismo nombre. Precisamente las raíces judías de este bonito pueblo se reflejan también en la cocina de Curia Reial. Nada como su cordero con dátiles para decir ‘hasta pronto’ a la Costa Brava.
La gastonomia de la costa brava és un espectaculo de sabores impresionante.
Sin lugar a duda Girona es una de las provincias de Catalunya que ofrece lo mejor de esta región, naturaleza, montaña o mar, buen comer, qué decir de su gastronomía. Por algo el Celler de Can Roca se encuentra ubicado aquí.
Ahora, si buscas playa, os recomiendo la Cala Montgó en l’Escala.
¡Os deseo un exceñemye verano!