Dos mercados españoles entre los 10 más fotografiados de Europa: ¿es una buena noticia?

Visitar el mercado es una de las mejores formas de conocer una ciudad. Una parada que nunca falta en mi particular itinerario fotográfico al llegar a un lugar pero que, como pasa siempre con esto del turismo y los viajes, es muy fácil que se nos vaya de las manos.

Si mantener activos los mercados de abastos es una gran noticia para una ciudad, convertirlos en una atracción para turistas es una pésima noticia. Para la ciudad, para los vecinos e incluso para los tenderos. Y el problema es que la frontera entre esos dos modelos a veces es una línea sobre cuyo grosor cuesta ponerse de acuerdo.

En todo esto pensaba mientras leía el ranking publicado hace unos días por Musement, una web especializada en reservas de actividades y que ha elaborado una lista con los diez mercados más fotografiados de Europa.

Ha salido publicado en todas partes, pero por si alguien se lo ha perdido resulta que el mercado de San Miguel de Madrid y la Boquería de Barcelona ocupan el séptimo y segundo puesto, respectivamente. El primer lugar, por cierto, es para Borough Market, en Londres.

Lo cierto es que el sistema de medición tampoco parece especialmente preciso y científico: consiste en ver las veces que cada uno de estos lugares aparece en Instagram, ¿Si le haces una foto y no la compartes no cuenta? Otro tema que daría para debate, pero no gastronómico.

Así que volviendo a los mercados, cualquiera que conozca éste de Madrid o el de Barcelona sabrá que están lejos de ser el mercado donde la gente del barrio va a hacer la compra. En el caso del de San Miguel esa opción ni se contempla. En la Boquería algunos puestos de verdad resisten, pero son minoría ante las riadas de turistas que móvil en mano -ya ni cámara llevan- buscan la foto y zumos de colores.

El caso de la Boquería es especialmente interesante, porque durante la pandemia y las restricciones turísticas el mercado volvió a ser lo que algún día fue: el lugar donde los vecinos del Raval y el Gótico hacían la compra. Y donde encontrar, por cierto, producto fresco a precio más competitivo que en otros mercados del centro de la ciudad.

Pero tras aquel espejismo, la nueva normalidad resultó ser igual que la de siempre. Quienes siguen haciendo allí la compra necesitan una gran dosis de paciencia para esquivar los grupos de visitantes que saltan desde Las Ramblas para visitar lo que para la mayoría es sólo un punto más en su mapa de atracciones turísticas que visitar. Como ocurre en otras zonas de la ciudad, se ha convertido en un lugar hostil para locales.

Todos somos turistas en algún lugar y seguro que hemos hecho lo mismo en mercados ajenos, es verdad. Pero, a falta de regulaciones y políticas que se ocupen del asunto, tal vez deberíamos dejar de hacerlo y pensar muy bien el impacto que tenemos cuando somos los visitantes.

Empezando por no celebrar que una lista confirme que mercados de verdad de nuestras ciudades se han convertido en parques temáticos.

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