Charlie y la fábrica de chocolate es uno de esos libros que cualquier niño debería leer. Entrar en el mundo de Willy Wonka, subir en el gran ascensor de cristal o probar sus inimitables golosinas es un deseo que muchos arrastramos desde la infancia. Quizá nunca podamos sentirnos como Charlie pero sí que podemos emular, en cierta manera, a Violet Beauregarde y degustar un rico postre en forma de golosina.
Las Jelly Belly son unas gominolas en forma de habichuela, míticas en Estados Unidos. Las hay de muchísimos sabores pero lo realmente curioso es que, al comprarlas, te regalan un folleto con «recetas«. Una especie de guía para saborar un pastel de arándanos o una tarta de limón combinando los diferentes sabores.
De este modo, para saborear un tiramisú se necesita una Jelly Belly de capuccino, una de soda cremosa y otra de pudding de chocolate. Si nos apetece algo más ácido, con una gominola de daiquiri de fresa, una de frambuesa y otra de arándano simularemos un refrescante smoothie de frutas del bosque.
Sí, es una guarrindongada como la copa de un pino pero nos encanta. Esperemos no acabar convertidos en un arándano gigante como Violet.