Trump y su polémico reparto de cajas de comida con dinero público durante la campaña electoral

Farmers to families, de los granjeros a las familias. Así se llama el programa de reparto de alimentos que durante los últimos meses ha realizado el gobierno de Estados Unidos con una inversión total de unos 4.000 millones de dólares.

La idea es sencilla y, a priori, parece que hay poco que criticar: comprar productos a granjeros que habían visto afectados sus negocios por la pandemia y el cierre de bares y restaurantes y crear con ellos cajas de alimentos que se encargaban de repartir entre quienes más lo necesitaban, organizaciones sociales y bancos de alimentos.

¿Populismo trumpista para mantener contentos a los granjeros -una de sus grandes bolsas de electores- y presumir de caridad con los más desfavorecidos? No hay que ser muy malpensado para apostar por esta teoría, viendo las políticas de Trump.

Incluso algunas de las organizaciones y bancos de alimentos implicados en el proyecto mostraron sus dudas sobre la eficacia del programa: bienvenida sea la comida, claro, pero con ese dinero se podrían haber hecho muchas más cosas si de verdad se trataba de ayudar a los productores y las familias. El sobrecoste de las ya famosas cajas de comida –se habla de hasta 60 dólares por caja cuando su coste real se estima en unos 20 dólares– es uno de los puntos denunciados.

Pero la cosa no queda ahí. Y es que el tema se complicó un poco más cuando se decidió ampliar el programa y mantenerlo en plena campaña electoral. A finales de agosto se anunció una ampliación de otros 1.000 millones de dólares destinados a este proyecto del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y donde también empresas de logística y transporte recibían su parte del pastel.

Una nueva remesa de cajas de comida que incluían, además, –tal y como han denunciado muchos medios de Estados Unidos– cartas firmadas por Trump y en las que, en inglés y en castellano y con su tono habitual, alababa la iniciativa y recalcaba lo importante que era para su gobierno alimentar de forma sana al país. Sí, Trump hablando de alimentación sana, no es broma.

¿Un presidente candidato a ser reelegido mandando cajas de comida pagadas con dinero público en plena campaña electoral? Exactamente eso. Lo que en cualquier otro país del mundo habría sido suficiente para llenar durante un par de semanas titulares sobre populismo y cuestionando la democracia de turno, por lo visto en Estados Unidos es posible sin que haya un escándalo de dimensiones considerables.

Puestos a buscar la parte positiva en algo que a todas luces parece muy cuestionable, nos tranquiliza saber que la selección de alimentos no fue obra de Trump que, seguramente, habría optado por un exquisito menú degustación de fast food.

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