¿Qué quiere decir tu madre con “eso tú ya lo ves”?     Lección 4: Albóndigas con tomate

Albóndigas

Por Ninna Jorro

El Otoño: una estación bonita y deprimente a partes iguales. Se trata de unos meses ideales para salir a pasear con tu ropa semi-invernal y tus botas de agua, mientras las hojas caen dejando una alfombra de colores terrosos en el suelo que te apresuras a retratar y colgar en Instagram.

Son también los meses del resfriado, los de quedarte en casa viendo una película -o puede que el programa de María Teresa Campos- ataviado con una Batamanta. Cualquier domingo de estos te encontrarás en casa mientras fuera cae la del pulpo, con el pijama puesto y  un antojo tremendo de un contundente plato de comida de tu madre.

Ese día una palabra retumbará en tu cabeza: «Albóndigas». Estarás perdido, el furor cocinillas y la nostalgia culinaria se habrán apoderado de ti y te sentirás lo suficientemente valiente como para llamar a tu madre y pedirle la receta. «Son bolitas de carne y salsa de tomate y ella las hace en un santiamén, no puede ser tan difícil», te dices a ti mismo para animarte. Olvidas, pequeño Padawan, que la sabiduría culinaria de tu progenitora no se transmite tan fácilmente, está codificada bajo un lenguaje especial muy difícil de descifrar. Pero tranquilo, estamos aquí para ayudarte.

Como casi todos los platos de madre, hacer unas buenas albóndigas tiene su «ciencia». Hay variaciones que pueden marcar la diferencia entre un plato humilde pero sublime y un mazacote intragable. Vamos a lo que vamos, que tu madre está al teléfono.

– ¿Las albóndigas? Eso es muy fácil, casi se hacen solas.

ACLARACIÓN:  no

– Necesitas carne picada, un poco de miga de pan del día anterior, un huevo, perejil, dos dientes de ajo picaditos…
– Ahá… La carne, ¿de ternera? ¿Y cuánto pan?
– Pues yo a veces hago mitad y mitad o a veces sólo ternera, lo que tengas. ¿Y la miga de pan? Es que me haces unas preguntas, hijo… no sé, pues ni mucho ni poco, depende de cuántas quieras hacer. Tu ya lo verás, lo que le quede bien.

Problema #1: Lo que le quede bien… Ehem. ¿Es que la carne picada se mirará al espejo y dirá «quítame un poco que no me veo con tanto pan»? ¿O es que el resto de alimentos cuchichearán sobre que una chica decente no saldría a la calle con tan poco pan encima? Para tu madre, como para Einstein, todo es relativo, especialmente las medidas. ¿Quiere esto decir que no es importante cuánto pan pongas? Rotundamente no. La cantidad de pan en la mezcla puede convertir tus albóndigas en un mazacote con el que podrías defenderte en la franja de Gaza, o en un blandiblú incomible.

Para nosotros, la proporción justa de carne/pan es de unos 80 gr. de miga de pan por cada medio kilo de carne. En cuanto al eterno debate entre ternera y cerdo, a nosotros nos pitufan más de ternera pero es cuestión de gustos. Eso sí, si vas a mezclar, abogamos por que no sea mitad y mitad. Un 70 ternera – 30 cerdo es una buena proporción. Sea como sea, asegurate de que es carne de calidad. Seguimos.

– Lo primero que tienes que hacer es mojar el pan en medio vasito de leche para que se ablande. Después, pones en un bol el ajo bien picadito, la carne y el huevo. Lo mezclas bien y al final añades el pan escurrido y vuelves a mezclar. Para acabar le echas un poco de perejil, sal y pimienta. Lo mejor es que pruebes un poco la masa a ver si le hace falta más.
– Pero mamá, está crudo…
– Anda hijo, no me seas finolis, que pareces tu tía la marquesa. Cuando esté todo mezclado, formas las bolas y las pasas por un poco de harina. Pero que no se queden blancas, sólo para que se queden sequillas por fuera. Dejas las albóndigas a parte mientras haces la salsa de tomate.

Hasta aquí vamos bien, pero no bajes la guardia que seguimos.

– Vale, ¿cómo hago la salsa de tomate?
– Coges unos tomates, los pelas y los picas.
– ¿Cuántos tomates?
– Pues unos cuantos, depende de cuántas albóndigas tengas.

Problema #2: Y seguimos con la teoría de la relatividad de las cantidades. ¿Qué son exactamente unos cuantos tomates? ¿Unos cuantos en plan un par? ¿O unos cuantos más en plan «con esto tenemos bastante para  la tomatina este año»? ¿Existe una especie de ecuación matemática que determine que el número de tomates que necesitamos es la mitad del total de albóndigas resultantes partido por 3? No, pero si existe una relación que a nosotros nos suele funcionar: un kilo de tomates por cada medio kilo de carne.

– Haces un sofrito con una cebolla y un par de dientes de ajo picaditos, añades los tomates picados y remueves. Bajas el fuego y añades una pizca de sal, un par de hojas de laurel y una cucharadita de azúcar y dejas que cueza un ratín.
– Vale… ¿Cuánto tiempo?
– Pues no sé, hijo, es tú lo vas viendo.

Problema #3: Lo vas viendo… ¡Y dale! ¿Es que hay que quedarse observando atentamente la salsa como si en ella fueras a ver tu futuro? ¿O es que en algún momento de la cocción los trozos de tomate formarán la frase «apaga el fuego ya, leñe» para avisarte de que ya está listo? Aunque todo eso sería muy molón, sólo pasará en tu cabeza. Ese «ratín» al que tu madre se refiere, son unos 20-25 minutos.

– Mientras se hace la salsa, vas friendo las albóndigas en una sartén con aceite. No hace falta que se hagan del todo, solo que se doren por fuera, que se cierren.
– Y luego las echo a la salsa, ¿no?
– No, hijo, que bruto eres. Primero tienes que pasar la salsa por el pasapuré para quitarle lo gordo y que quede finita. Cuando ya esté, entonces sí, echas las albóndigas.
– Aha…
– Y ya está hijo, dejas que cuezan otros 20 minutos para que cojan saborcillo y lo tienes listo.

Tu madre tiene razón, ya lo tienes listo. Ahora sólo te faltan las patatas o el arroz blanco para acompañar. ¡Ah! ¡Y recuerda!

– Lo que te sobre, hijo, lo guardas en la nevera que casi están más ricas de un día para otro.

DISCLAIMER: Esta NO es una receta de albóndigas con tomate canónica, sólo es la receta que a nosotros nos gusta, ¡qué nadie se ofenda!

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4 COMENTARIOS

  1. La asociación de mayores de mi pueblo con la ayuda de la bibliotecaria han elaborado un recetario tradicional de la zona. La probrecita casi se vuelve loca con la frase «pues como tú veas..» que es la equivalente a «tú lo vas viendo» y que aplican indiscriminadamente tanto a cantidades como a tiempo.

    Sólo añadir que ellas, nuestras queridas madres, lo expresan con una desesperación en su tono equivalente a la nuestra por no ser capaces de obtener de ellas una cantidad precisa.

  2. ¡¡Me quito el sombrero!! Hace tiempo que buscaba una receta de este tipo en Internet para una que está aprendiendo el arte de cocinar. Y es que me he sentido totalmente identificada en las conversaciones maternas y en las reflexiones posteriores…
    La mejor la de «tú lo vas viendo…» :DDDD

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