¿El mundo necesita otra receta de tarta de queso? Pues seguramente no. Pero la originalidad y la innovación se pagan muy altas y no siempre tenemos el día para inventar según qué combinación de sabor. La tarta de queso es un clásico que admite multitud de pequeñísimas variaciones sin perder su esencia. Por eso, tarde o temprano acabamos recurriendo a ella para un postre o una merienda.
En esta ocasión teníamos en la nevera una caja entera de quesitos. Ya saben las porciones triangulares de queso cremoso, no hace falta decir la marca, ¿verdad?. Lo cierto es que no nos apasionan -no pregunten cómo han llegado hasta nuestra nevera- así que necesitábamos una forma de sacarnoslos de encima. Así nace nuestra otra tarta de quesos.
Por cierto, esta receta es una adaptación libre de la supertarta de quesos de Mireia Carbó, una cocinera en cuyos libros se pueden encontrar grandes ideas para quienes, como nosotros, no disponen de demasiado tiempo para perder entre fogones.
Ingredientes:
- Una lámina de hojaldre
- 200 gr. de queso cremoso tipo Philadelphia
- 10 quesitos
- 50 gr. de queso emmental rallado
- 2 yogures naturales
- 3 huevos
- 150 gr. de azúcar moreno
- 80 gr. de harina
- Una cucharadita de levadura en polvo
- Una gota de extracto de caramelo (totalmente opcional)
Para la cobertura
- Un puñado de frutos secos, en este caso avellanas
- Una cucharada de piñones
- Una cucharada de coco rallado
- 40 ml. de agua
- 4 cucharadas de azúcar
- Especias para aromatizar (canela, vainilla, cardamomo, anís…)
Preparación:
Encendemos el horno, arriba y abajo, a 180º. Parece obvio, pero la preparación es tan rápida que si no lo hacemos al principio, no tendremos el horno a punto cuando acabemos.
Estiramos la lámina de hojaldre y cortamos un círculo medio centímetro mayor que la base del molde desmontable. Engrasamos el molde y ponemos el hojaldre en la base.
En un bol grande ponemos los huevos, todos los quesos y quesitos, los yogures, el azúcar y -si podemos, queremos y tenemos- el extracto de caramelo. Mezclamos bien. Añadimos la harina y la levadura y mezclamos. Como es difícil que quede una crema fina solo con las varillas podemos ayudarnos de batidora.
Vertemos la mezcla en el molde y metemos al horno hasta que esté hecho. En nuestro caso, con un molde de 24 centímetros, ha necesitado unos 50 minutos. Pero ya sabemos que cada horno es un mundo así que lo mejor es ir vigilando y hacer la prueba del palillo: cuando salga seco estará listo. Dejamos enfriar antes de desmoldar.
Mientras se enfría preparamos la cobertura. Ponemos el agua y el azúcar con un par de gotas de limón al fuego. Dejamos que reduzca hasta conseguir un almíbar ligero.
Troceamos las avellanas, o los frutos secos que tengamos en casa. Que queden pequeños, pero sin pasarse para que se noten. Añadimos al almíbar los trozos de avellanas, los piñones enteros, el coco rallado y lo que queramos para aromatizar. Nosotros somos fans del cardamomo, pero también funcionan de maravilla la canela, el anís en grano, la vainilla e incluso combinaciones entre ellos. Removemos al fuego hasta que absorba todo el líquido. Reservamos y dejamos enfriar.
Solo queda presentar la tarta desmoldada con la mezcla de frutos secos por encima. Está igual de rica a temperatura ambiente que sacada de la nevera. Eso sí, una vez presentada raro será que quede algo para volver a guardar. No es cuestión de gula, es que está realmente buena.
La tarta de queso es todo un clásico y está riquísima, así que siiii el mundo necesita cuantas más versiones mejor! Un saludo