«Lo último en gin tonics es aromatizarlos con productos del mar como algas o gambas saladas. Su toque salino le va de maravilla a algunas ginebras con muchos botánicos y blablabla». Parece una idea absurda chupar una cabeza de gamba junto a un gin tonic, pero la verdad es que con la retórica adecuada a muchos nos colaría. Esto es lo que ha demostrado el programa de La Sexta Tal como somos con un interesante ejercicio de cámara oculta.
En los últimos años la cantidad de productos exóticos que han ido a parar a las sufridas copas balón de los gin tonics premium no ha parado de crecer. ¿Quién se acuerda ahora de aquellos gintonics primitivos, con sus vasos de tubo, su ginebra Larios (que ya era mucho) y la única tónica que había en el mercado? Ni twist de limón ni nada. Como mucho una rodaja para decorar y, por supuesto, con una proporción ginebra-tónica que ahora nos parecería aberrante.
Imagino a muchos de esos antiguos consumidores de gin tonic -que no hace tanto era considerado un bebercio viejuno– atónitos ante la burbuja del cóctel. ¿Por qué un combinado tan simple como este se ha convertido en poco menos que una ensalada en algunos casos?
Igual todo comenzó con la idea de ponerle pepino a la tónica, tal y como sugería el mismísimo doctor House en un anuncio. Luego la rodaja de limón se transformó en una fina cáscara de cítrico del que se extraían los aceites esenciales con unas pinzas. Más tarde llegaron las bayas de enebro para decorar. O más bien para obturar las cañas. Y una vez abierta la veda, la perdición: toda la familia de los cítricos, ramas de canela, clavo, anís estrellado, cardamomo, pimientas de todo tipo, frutos rojos, frutos del bosque, ramas de perejil, hojas de albahaca, romero, granos de café… La lista es interminable.
Si hemos asumido que la combinación de algunos de estos ingredientes complementan de maravilla las ginebras con muchos matices, o que el auténtico secreto del cóctel está en la tónica y el hielo, igual tampoco es tan extraño pensar que los garbanzos cocidos también le pueden sentar bien. Aunque si nos ponemos críticos igual mejor deshidratados.
Por supuesto este experimento puede hacerse con los vinos, cervezas, productos supuestamente ecológicos, la cocina tecnológica, las tapas y tantos otros productos gastronómicos. Porque con una buena campaña de marketing o el consejo de un auténtico gurú en la materia cualquier cosa es posible. La gastronomía se convierte en un acto de fe.