Hace unos días ocurrió una de esas causalidades típicas de Instagram: una decena de denominados influencers -cuentas con un considerable número de seguidores- se despertaron con ganas de atiborrarse a galletas Fontaneda en el desayuno y, por supuesto, fotografiarlo y contarlo.
Una dulce casualidad que Aitor Sánchez -el conocido nutricionista autor de Mi dieta cojea y más recientemente de Mi dieta ya no cojea– no tardó en detectar y denunciar a través de sus redes sociales.
El asunto no tardó en generar una considerable polémica entre los defensores de estos amantes de las galletas y quienes apoyaban los argumentos de Sánchez sobre la irresponsabilidad de recomendar un producto ultraprocesado y poco sano como las galletas y, además, no avisar de que se trataba de publicidad.
Un clásico en Instagram al que, además, se añadió un ingrediente más para acabar de avivar la polémica: en una de las fotografías aparecía un menor preparando una receta con las citadas galletas.
Una discusión con demasiados frentes abiertos y en la que, dejando a un lado el tema de los menores y las redes sociales -los padres son los únicos que tienen que decidir sobre esta cuestión, defendía la autora de la polémica imagen-, la publicidad encubierta que tanto se estila debería ser el punto central.
En realidad es un tema ya muy sobado y para el que parece haber una difícil solución. Reclamar responsabilidad por parte de las empresas y agencias suena ridículo -ellos quieren vender- y trasladar esa responsabilidad a estas celebridades 2.0 tampoco es muy efectivo.
¿Y una regulación? En algunos países ya existe una normativa más o menos clara que obliga a identificar la publicidad o contenidos pagados, tanto en medios como en redes.
En España, el vacío legal es suficientemente amplio como para que entren decenas de tuits y fotos de Instagram cada día en la que cuentas con miles de seguidores recomiendan lo que el anunciante de turno mande.
A veces un móvil, un bolso, un restaurante o alguna otra cosa más bien inofensiva. Otras, un zumo detox que no sirve de nada o uno de esos negros con carbón activo –retirados en Nueva York, por cierto-, o unas galletas bien cargadas de azúcar. Y es ahí donde el problema se complica, como señalaba Sánchez.
«Estamos ante una nueva campaña de consumo de alimentos malsanos usando la imagen y el aval de personas que la sociedad admira y respeta. Algunas de ellas incluso instrumentalizando a sus hijos para esas propias campañas», denunciaba a través de su Instagram.
Pese a que al dietista-nutricionista no le falta razón tanto en la denuncia del contenido de la campaña como en el hecho de que la mayoría no avisara de que se trataba de una campaña -al menos una de ellas sí avisaban de que se trataba de una colaboración- tal vez haya que apuntar un poco más alto para dar con la solución a un problema que posiblemente va a empeorar.
Y es que, demostrado que la publicidad no tienen ninguna intención de autorregularse, lo que hace falta es una normativa clara y dura que diga qué se puede anunciar y qué no, dónde, cómo y a qué horas.
Es verdad que a la mayoría nos sonará un poco fuerte aplicar a galletas o alimentos procesados la misma normativa que al alcohol o al tabaco, pero está claro que apelar a la responsabilidad de anunciantes y famosillos de turno no sirve de nada. Tampoco las herramientas de Instagram para identificar la publicidad -activas en algunas cuentas- y que la mayoría de usuarios no utiliza.
Y, por cierto, los medios de comunicación también tienen una gran responsabilidad en este asunto. En realidad, los influencers no han inventado nada, simplemente han adaptado a su mundo lo que la televisión y revistas llevan años haciendo.
Una panda de interesados, de necesitados de dinero, unos mercenarios de su imagen a costa de la salud pública y en particular la de los niños, esta gente no tiene ni la más mínima idea de lo que es salud infantil y la basura de comida que comen los niños en este país a base de galletas, croissant, magdalenas y demás…patéticos
¿Encubierta? Misco. Que nosotros cuando desayunamos galletas no sacamos 54 paquetes para ponerlos encima de la mesa. Les ha faltado recortar el nombre y ponerlo delante de la cámara.
Lo que no cuenta, ni el nutricionista ni sus seguidores, es que precisamente la persona que si informó de que era una colaboración, era misma en la que salia un menor, igual que en los anuncios de televisión, prensa escrita, etcétera, y la cuál utilizo sin permiso. Le animo a ponerse al dia con el nuevo reglamento europeo de protección de datos, con el uso de imagenes sin consentimiento y mas de menores, para saber que eso no se puede hacer. Utilizo esa imagen precisamente para conseguir una publicidad y llegar a más gente. Mas vergonzoso esto que el recomendar consumir galletas, sean de la marca que sean, todos en nuestra vida en algún momento las comimos…. tan malisimas y ultraprocesadas…. son galletas!!!!
¿Alguna foto se hizo con una Canon M50?
Saludos a los photolarianos.