Hipsters, barrios de moda de una gran ciudad o cafeterías cool son algunas de las ideas que posiblemente primero pasan por la cabeza al oír hablar de kombucha, ese té fermentado que lleva ya unos años ascendiendo peldaños en el ranking de bebidas de moda.
Incluir en ese imaginario tan moderno a Fregenal de la Sierra, un pequeño pueblo de la provincia de la Badajoz, rompe bastante los tópicos. Pero es que resulta que esta localidad extremeña es el lugar de Europa donde más kombucha se consume por habitante.
La culpa es de Komvida, una de las marcas pioneras en este incipiente sector de bebidas -los fans de Ignatius Farray le recordarán hablando de la kombuchita… era esta- y con una presencia en el mercado notable.
Aquí se produce desde hace más de tres años esta kombucha artesanal que ha convertido a Fregenal de la Sierra en algo así como la capital española de la kombucha. Por cierto, según explican Nuria Morales y Beatriz Magro, estas últimas semanas están aguantando bien la situación creada por la pandemia, y en su fábrica no hay cierre ni ERTE ni nada.
Aunque a estas alturas la kombucha es más o menos conocida, por situarnos de forma sencilla: té verde fermentado con azúcar y scoby, una serie de bacterias y levaduras que se usan para producir bebidas fermentadas como el kefir o esta kombucha.
Y es que estamos ante una bebida probiótica, eso que tan de moda está desde hace años, y con una larga lista de beneficios para la salud. ¿Tiene azúcar? Sí. De hecho, su sabor es de lo más curioso, porque combina un punto amargo de la fermentación, con dulzor y algo de burbuja.
Un refresco relativamente sano y natural aunque, la verdad, por aquí somos más de hacer caso a lo que dicen los nutricionistas que a ponerle la etiqueta de superfood a todo. En todo caso, merece la pena probarlo. Más los sabores frescos (jengibre y limón…) que los que tienden al dulzor. Y el kombujito hay que reconocer que tiene su gracia y entra muy bien.
Pero lo cierto es que casi nos interesa más la historia de esta kombucha de Badajoz que la propia bebida en sí. Porque la verdad es que es de esas que da para una película. De hecho, hay un pequeño documental que lo cuenta.
Dos amigas que, tras viajar y descubrir esta bebida, deciden investigar hasta dar con la receta perfecta de kombucha y volver al pueblo para montar allí la fábrica. De las 20 personas que trabajan en el centro, además, el 95% son mujeres, por si hicieran falta más razones para que nos gustara la historia de esta kombucha de kilómetro cero.
Y es que en estos tiempos de malas noticias y de esa España vaciada de la que hace unos meses tanto se hablaba, siempre es reconfortante encontrar proyectos como este.
«El sur de Extremadura es la tierra del cerdo ibérico y, a partir de ahora, de la kombucha«, aseguran. Que nadie se asuste, que no hay que elegir entre una cosa y otra. Aunque lo de maridar los dos productos ya parece más complicado.