
La culpa fue de las setas. Pero su responsabilidad -y la del restaurante que las sirvió- llega hasta la gastroenteritis que sufrieron los más de 30 clientes que comieron el menú degustación de esta local valenciano con una Estrella Michelin. La muerte de una de las comensales se debió a una dolencia previa, por resumirlo mucho.
Así lo ha explicado la fiscalía, que ha solicitado el archivo de las diligencias tras conocerse el análisis toxicológico de la víctima.
Aclarado (casi) el dramático suceso, lo que no está nada claro es quién o cómo compensará el daño hecho a la reputación del restaurante y a su chef. Por supuesto, se trata de una cuestión menor cuando hablamos de la muerte de una persona, pero es un daño colateral que, vista la evolución del caso, debería hacernos pensar una vez más en el papel de los medios.
Porque los mismos que escribían (que escribíamos) sobre setas mortales, seguíamos su pista hasta China y dedicábamos titulares al cierre de un mes del restaurante, ahora hablamos de la petición de la fiscalía como si fueran dos cosas que no tienen nada que ver.
Lo de la presunción de culpabilidad es un tema demasiado viejo en periodismo y este caso un ejemplo muy duro de su vertiente gastronómica.
Se siembra la duda, se barajan hipótesis, tertulianos llenan horas y páginas sin un dato -¿es lo que la gente busca o lo que le damos?- y ya tenemos la historia montada. Si luego resulta ser cierta o no es un detalle del que casi nadie se va a acordar.
Las setas simplemente estaban malas. Un fallo grave del proveedor o del productor, pero no fueron las causantes de la muerte. Pese a ello, a Riff le costará años dejar de ser el restaurante de las setas mortales en Google y en la hemeroteca cada vez que alguien lo busque. ¿Aprenderemos la lección?
Pues eso, gran persona el chef del Riff