Lalola, otro local de tapas

Un local de tapas y bocadillos en la cúpula de un centro comercial es una apuesta arriesgada para comer un sábado. Éramos conscientes del peligro de vernos envueltos en comida grasienta y de poca calidad. Pero en La Gulateca decidimos dar un voto de confianza a Lalola -en el centro comercial Las Arenas- por ser la nueva apuesta de los hermanos Marquès (Quim y Manel) responsables de uno de los mejores restaurantes marineros de Barcelona, El Suquet de l’Almirall. Desde luego tenía puntos para sorprender en un espacio más dado al fastfood para familias de compras.

De entrada y a primera vista encontramos un local de estética poco original. Sigue punto por punto todos los preceptos del local de tapas moderno: madera por todos lados, pizarras escritas con tiza, grandes estanterías con productos a la vista… La estética no es rompedora ni original pero tampoco es plan de juzgar por la primera impresión.

La carta es de esas que busca gustar a todo el mundo y suponemos que por eso no descuida ninguno de los clásicos: las dichosas bravas , los buñuelos de bacalao con salsa de miel, las croquetas o los huevos estrellados. Sí, todas esas tapas tan maltratadas en los lugares más frecuentados por los turistas en la Ciudad Condal.

Comparten espacio con platillos como chuletas de cabrito rebozadas, wok de verduras con romesco, chipirones con cebolla negra y garbanzos, el monte y playa o el freak&do. La calidad de las tapas es en general buena, desde las más típicas a los platillos más elaborados. Algo que ya es más de lo que se puede decir de la mayoría de locales.

El servicio sospechosamente rápido y, además, alguien debería tener en cuenta que es imposible comer en condiciones si llegan más de ocho tapas al mismo tiempo a la mesa. Este nivel de amontonamiento de platos no lo habíamos vivido desde el chino de barrio. La calidad se resiente, porque no es lo mismo comer unos huevos estrellados recién cocinados que fríos. Lo mismo con los garbanzos con chipirones. Una lástima.

Por otra parte sería de agradecer que el camarero conociera aquello que sirve.  Sí, ya sabemos que pedimos mucho, que un camarero que conozca la carta es un lujo pero como mínimo deberían saber qué lleva el surtido de «quesos de aquí».  Es más, solo intentar averiguarlo ya nos hubiera parecido un gesto de lo más elegante.

A todo esto, comer en Lalola – fuera de menú – cuesta unos 25 euros por persona. Un lugar con argumentos para contentar  la mayoría de preferencias gastronómicas e ideal para una comida sin pretensiones en un día de compras. Esperábamos algo más, pero ya se sabe que un gran nombre detrás de un restaurante no es garantía de nada.

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