Unas guindillas que no pican, que pueden competir en suavidad y sabor con los pimientos y que tienen denominación propia de calidad. Así son las guindillas (piparrak en euskera) de Ibarra, una de esas grandes desconocidas a las que merece la pena acercarse. Aunque lo de grandes es un decir porque en realidad su producción es muy limitada y su ámbito geográfico de cultivo se reduce prácticamente a Gipuzkoa.
De ahí que no sean especialmente baratas, si buscamos las identificadas con la marca Eusko Label y desconfiamos de esos botes que se venden como «guindilla vasca» que son bastante más económicos pero no de la misma calidad. Para hacerse una idea, un tarro de 350 gramos (120 gramos escurridos) ronda los 4 euros. Tal vez por eso se conocen también como Ibarrako langostinoak (los langostinos de Ibarra).
La forma más habitual de consumo es en vinagre. Tienen un color muy característico (amarillo verdoso), un sabor suave, su tamaño debe estar por debajo de los 10 centímetros y apenas pican. Son parte esencial de las míticas gildas -con anchoa y aceituna, la madre de todos los pintxos- y un acompañamiento imprescindible para las alubiadas.
De todos modos últimamente se ha popularizado comerlas también fritas aprovechando la época en la que pueden encontrarse frescas en el mercado. Apenas un minuto en aceite de oliva bien caliente, un poco de sal y listo. Son, la verdad, unas duras competidoras para los pimientos de Padrón o sus vecinos de Gernika.
En teoría no pican, pero ojo con el tamaño porque si alguna es más grande de la cuenta -se ha dejado madurar demasiado en la mata- puede darnos un susto. Damos fe.
Si no me engaño, en el interior de la Comunidad Valenciana – más específicamente en la zona de Utiel-Requena – también es muy común ese tipo de guindillas, conocidas como «guindillas dulces», y no creo que sean tan caras…
Estas no las tenemos fichada, pero investigamos ya mismo 😉