Entre el día de San Valentín y el Día del Padre queda un espacio que, por lo visto, las agencias de comunicación necesitan llenar con algo. Aunque hay unos cuantos «días de algo» ahí en medio que sirven de excusa para hablar de tal o cual producto, por lo visto no es suficiente.
Así que el Día Internacional de la Mujer ha entrado en el calendario de los de marketing como una fecha más en la que hay que hacer y comunicar algo. Lo que sea. Seguramente ocurre en todos los sectores, pero en gastronomía últimamente la cosa está desatada.
Desde hace semanas se suceden los mails sobre el tema, acercándose desde todas las vertientes. Menos desde la que importa, claro. Porque si al 8M le quitamos la parte de reivindicación social, laboral y de clase, se acaba convirtiendo en exactamente esto: una estrategia de marketing.
La brecha salarial entre hombres y mujeres en el sector, la falta de reconocimiento a tantas cocineras durante décadas, los casos de acoso en las cocinas de los que solo ahora se empieza a conocer la punta del iceberg, la pequeña representación de ellas en las listas y guías, y también la cantidad de señores gastrónomos siempre dispuestos a explicar que no hay machismo en la cocina son temas interesantes para abordar. Cada día, también el 8M.
Pese a ellos, leemos mails en los que las marcas invitan a cocinar recetas moradas para el 8M. No es una broma, es una de las singulares propuestas que han ido llegando durante estos días.
¿Se ha convertido el 8M en el día de la comida morada? Por supuesto que no, pese al aparente empeño de muchos en sacar de la ecuación la parte que, por lo visto, molesta, y convertir una reivindicación necesaria en una fiesta vacía. Que, por supuesto, sirva para vender.
El papel de los medios en ese proceso es clave. La tentación de evitar líos y tirar por las recetas cuquis de colorines con algún mensaje bonito que no enfade a nadie, también.