Aunque ahora mismo la mayoría de conversaciones cafeteras discurren alrededor del precio del café -que lleva subiendo desde antes de que todo subiera-, lo cierto es que hay otro tema que siempre nos ha fascinado: los mil nombres de las preparaciones de café.
No son ya solo las diferentes denominaciones según la región o el país, sino también esa hipsterización de algunas variedades que, poco a poco, se han ido colando en nuestro diccionario, dispuestas a convivir y quién sabe si a desplazar a los cafés con leche y cortados de toda la vida.
Hace unos días se celebró el ‘Día Internacional del Café’, y la marca Sage Appliances nos lo recordaba poniéndonos los dientes largos con su nueva cafetera The Barista Express Impress –ya probamos la hermana pequeña y nos encantó– y explicando cómo preparar en casa un noissette (algo así como un cortado en Francia) o un galao portugués, similar a nuestro café con leche, pero siempre en vaso alto de cristal y con más leche que café.
Viajando un poco más lejos llegamos a un nombre que cada vez suena más en los ambientes cafeteros: el flat white. Un invento australiano que, aunque nos parezca nuevo, en realidad tiene muchas décadas. «Es similar a un latte, pero el flat white se elabora con un doble golpe de expreso combinado con un poco de espuma de leche», explica Rui Neves, unos de los responsables de Sage.
¿Un café con leche más cargado? ¿Un cortado más largo? ¿Cuál es entonces la diferencia con el también omnipresente latte? Rebuscando en la historia de esta preparación leemos que, efectivamente, su origen es australiano y se basa en versionar el capuccino, reduciendo notablemente la capa de espuma característica.
De hecho, cuenta la historia que de ahí le viene el nombre: frente al capuccino con su montaña de espuma, aquí se pedía flat, es decir, liso.
Su preparación varía según el lugar, pero se admite como receta canónica un expreso doble con leche espumada y coronado con espuma. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? La leche espumada es la parte líquida tras espumar la leche con aire caliente y conseguir que gane en densidad, y la espuma es la capa superior que queda tras este proceso.
Es verdad que es muy similar al latte, que podríamos traducir como café con leche bien hecho y más caro del que te tomas en el bar del barrio, pero no son idénticos: el flat white lleva menos leche y espuma, mientras que el latte lleva más de ambas, con lo que su sabor es más suave.