
Hay dos tipos de personas: las que adoran su cumpleaños y las que lo odian profundamente. Si eres de las primeras, probablemente no puedas pasar ni un solo aniversario sin un trozo de tu tarta favorita. Si perteneces al segundo grupo, mirarás hacia el pasado con nostalgia y pensarás en aquellas fiestas de cumple que sí que molaban: las de tu infancia.
No es de extrañar. Cuando éramos pequeños en nuestras fiestas de cumpleaños había globos, chuches, ganchitos, triangulitos de pan Bimbo y Nocilla, una piñata y, por supuesto, la estrella de la fiesta: ¿tú? No egocéntrico, tú no. Hablo de ella: la única, la inimitable, la sin par tarta de galletas y chocolate.
¿O es que acaso no recuerdas lo rica que estaba? ¿Es que no te emocionas recordando aquella tarta cuadrada en la que tu madre escribía tu nombre -o edad- usando Lacasitos de colores? ¿Y lo que sobraba? Reconócelo, estabas deseando llegar del cole para zamparte los restos que quedaban en la nevera. Claro que lo recuerdas, tanto es así que tienes un antojo repentino.
Chocolate y galletas a capas, no parece muy difícil pero en tu último intento no tuviste demasiado éxito. ¡Y eso que mojaste todas las galletas en leche y las montaste a capas con chocolate de primera calidad fundido en el microondas! Sabes quién tiene la respuesta y, aunque te aterra no entender ni una sola palabra, llamas a tu madre para que te dé las claves de su inimitable tarta de galletas y chocolate. Tranquilo, no sudes, estamos justo a tu lado, venimos al rescate.
– ¿Tarta de chocolate y galletas, hijo? Si aún quedan 10 meses para tu cumpleaños
– Ya mamá, pero es para una amiga
– ¿Una amiga? Pero… ¿Amiga, amiga?
– ¡Mamá!
– Ay hijo, ¡qué sosainas eres!
Tu madre tiene razón, eres un sosainas. Ella está a punto de regalarte un trozo de sabiduría culinaria y tú ni siquiera la dejas cotillear un poco. Si es que… Sigamos.
– Necesitas: chocolate para postres, leche, huevos, azúcar, mantequilla y galletas.
– ¿Nada más? ¿Qué galletas?
– Creo que no, hijo…. ¿Y las galletas? ¿De cuáles van a ser? De las rectangulares, de las tostadas de toda la vida, tú también… ¡Vaya preguntas!
– Vale, ¿y cuando lo tenga todo?
– Pues mira: pones el chocolate a fundir al baño maría. En un bol pones un poco de mantequilla y la dejas 10 minutos a temperatura ambiente para que se ablande. Coges los huevos y separas las yemas de las claras…
– ¡Espera, espera! ¿Cuanto chocolate y mantequilla? ¿Y cuántos huevos?
– Hijo, depende de lo grande que sea la tarta. Si sois pocos pues un poco y si ves que se va a quedar corto pues echas más y los huevos igual… los que necesite.
Problema #1: ¡Lo estabais esperando! Hace tiempo que no se dejaba oír pero aquí la tenemos. Démosle un fuerte aplauso a una de las palabras más utilizadas en el lenguaje gastro-maternal: ¡¡Eeeeeeeeeeeel «depende»!! Que sube al escenario acompañado de la mítica frasecica «lo que necesite» (Aplausos).
Decir «depende» es como no decir nada. Es evidente que si sois 400, necesitarás más chocolate que si solo estáis tú y tu gato con un sombrerito y un matasuegras. Pero ¿cómo saber cuál es la cantidad justa de chocolate a usar? No hay una fórmula matemática porque, efectivamente, depende de varias cosas: la cantidad de capas, si te gusta mucho o poco chocolate entre ellas…
Pero os daremos una medida estándar que -advertimos- está a nuestro gusto, que no tiene porque ser necesariamente el vuestro. Para una tarta de medidas intermedias que fijaremos en 5×5 galletas y 12 capas, necesitarás 500 gramos de chocolate. ¿Y de mantequilla? Fácil: por cada 200 gramos de chocolate necesitarás 100 de mantequilla.
Llegados a este punto, ¿cómo sabré cuántos huevos necesita la cosa? ¿Puedo formar un consejo de asesores para que me digan si echar tres, cuatro o veinte? O quizá es que existe un arte adivinatorio inédito en el que la mantequilla blandenge hace las veces de bola de cristal y te revela la cantidad correcta de huevos en forma de profecía: «para el resultado perfecto hallar, antes de que se ponga el Sol, tres huevos debes echar. PS.- el fin del mundo está cerca.»
No, nada de eso parece probable pero, como sabes, estamos para ayudarte: necesitarás dos huevos por cada 200 gramos de chocolate. Sigamos.
– Separas las yemas de las claras. Echas las claras en un bol, pones las yemas con la mantequilla y añades a la mezcla cuatro o cinco cucharadas de azúcar. Remueves bien hasta que te quede una especie de crema, añades el chocolate fundido y remueves bien hasta que quede todo bien mezclado.
– Vale
– Entonces montas las claras a punto de nieve. Échales un poquitín de sal para que sea más fácil. Puedes hacerlo con unas varillas eléctricas y si no, a mano y así haces algo de ejercicio. Cuando lo tengas, añades el chocolate a las claras, ¡pero tienes que hacerlo sin que se bajen!
– ¿Y eso como se hace, mami?
– Pues con cuidado, hijo.
Problema #2: He aquí una de las barreras de comunicación más grandes entre las madres y el resto de la humanidad: ellas hace tiempo que ya no sienten el miedo-cocinillas y han dejado de entender que procesos que para ellas son sencillos, para nosotros son el abismo de Helm . Con cuidado para que no se bajen… pero ¿cómo? La respuesta obvia es poco a poco y en cierta manera es así pero hay, además, un truco para minimizar el impacto entre el chocolatazo calentorro y las delicadas claras a punto de nieve. Debes verter el chocolate casi a hilo, muy poco a poco, y remover con una espátula desde el fondo del bol hacia arriba. El proceso es lento -y sí, aburrido- pero tiene su recompensa.
– Coges las galletas y las mojas en un poco de leche entera templada con canela y vainilla. Si no hay niños puedes echar un poquito de Brandy. Y si hay… pues también. Yo la hacía así y mira tú lo bien que has salido.
Si tu madre supiera…
– Sólo te queda montar las capas. Ya sabes una de galleta y una de chocolate y acabas cubriendo toda la tarta con el chocolate que te sobra. También puedes poner alguna capa de crema pastelera pero eso ya como tú lo veas. La dejas en la nevera, al menos 5 o 6 horas y lista.
– Vale, mami, creo que ya lo tengo todo. ¡Muchas gracias!
Pero no, no lo tienes todo, vas a encontrarte con un último problema inesperado que puede convertir tu tarta en el mayor FAIL de la historia de las tartas.
– ¡Mamá! No soy capaz de montar las capas, se me abren todo el tiempo y las galletas se me deshacen.
– No sé hijo, ¿tú lo has hecho todo cómo te he dicho?
– ¡Sí!
– ¿Seguro? Pues no sé, vuélvelo a intentar hasta que te salga.
Problema #3: El montaje es importante. Sí, tu madre tiene razón en que si lo vuelves a intentar una y otra vez, finalmente te saldrá pero, seamos sinceros, viendo como tu magna obra se deshace ante tus ojos como si fuera la cara de Karmele Marchante, lo que menos te apetece es probar de nuevo.
Además, ¡qué tu también tienes vida! ¿Qué se piensa tu madre? ¿Qué puedes pasarte los días y las noches haciendo tartas a diestro y siniestro? ¿O pedir fiesta en el trabajo para sentarte y preguntarte: «¡Oh Dios mío! ¿En qué he fallado?» ¡De eso nada! Si sigues estos consejos te aseguramos que tu tarta será mucho más consistente y podrás ahorrarte el drama.
No mojes las galletas en exceso, tienen que estar mojadas pero no chuchurrías. Escurre bien la leche antes de ponerlas en la capa. Por último, recoloca la tarta con ayuda de una espátula cada vez que veas que empieza a deformarse. Ahora sí, tienes lista tu tarta de chocolate y galletas. Tendrás que esperar a que solidifique para decorarlo así que aún tienes un rato para hablar con tu madre.
– Y esa amiga… ¿Cuántos años cumple, hijo?
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