Esa manía nuestra por visitar los mercados de las ciudades por donde pasamos a veces trae consigo gratas sorpresas. Porque cuando uno piensa en Atenas inmediatamente visualiza riadas de turistas peregrinando por los puntos más típicos de la espectacular capital griega.
Hay que visitar todos esos lugares que aparecen en cualquier guía de viaje, claro. La Acrópolis con su Partenón, el barrio de Plaka, la abarrotada plaza de Monastiraki, los evzones y su cambio de guardia ante el Parlamento en la plaza Syntagma… Todo eso está muy bien, pero si en nuestra lista de planes no figura el mercado central de Atenas nos estaremos perdiendo uno de los lugares con más encanto de la ciudad.
También conocido como Dimotriki Agora o Varvakios Agora, aparte de la espectacularidad del edificio, en realidad el mercado no debería sorprender a ningún visitante de la zona mediterránea. Así son también nuestros mercados. O, mejor dicho, lo eran. Tal vez ahí esté el truco: el mercado de Atenas nos recordó a lo que aquí eran hace tiempo, justo antes de convertirse en «mercados gourmets» pensados para visitantes, no para habitantes.
Entre bicicletas, alguna moto aparcada por los pasillos y humo de cigarros, la gente hace la compra mientras mira y toca el producto. De nuevo cosas normales que nos llaman la atención. Los gritos de los vendedores son la banda sonora de este mercado en el que apenas hay dos o tres bares donde se sirve café, algo para comer y -nos cuentan- a altas horas de la madrugada patsas, una reconstituyente sopa a base de carne de cerdo y ajo.
Todos los mercados tienen un punto fotogénico. O tal vez nos lo parece a nosotros porque es aquí donde se condensan nuestras dos pasiones: fotografía y comida. Pero éste lo tiene especialmente, por el edificio y por el ambiente. Así que, armados con una potente Nikon D810 y un objetivo de 20 milímetros -de esos en los que entra casi todo- recorremos su zona dedicada al pescado y la carne sin entender absolutamente nada de lo que nos ofrecen los vendedores con bata blanca y que, por cierto, no tienen ningún problema con las fotos.
En la zona dedicada al pescado -prácticamente medio mercado- los calamares ocupan un lugar destacado en la mayoría de puestos, donde se envuelven en cucuruchos de papel. También nos encontramos con otro que nos resulta muy familiar: bacalao seco que, por cierto, en griego suena bastante parecido al español o al portugués.
Nos explican que es un pescado bastante económico y de ahí que sea tan popular. Grecia, la crisis, el sur… Ya hemos dicho que pese a los kilómetros y el idioma este mercado tampoco debería resultarnos demasiado lejano.
La zona de la carne -la otra mitad del mercado- es especialmente poco apta para vegetarianos un poco aprensivos. Y es que la casquería y las tripas y cabezas de cordero -una delicatessen allí- son el paisaje habitual de la mayoría de puestos.
La culpa es de un plato llamado kokoretsi, típico por la pascua -andábamos por allí días antes- y que se elabora a base de tripas de cordero y se rellena con otras vísceras como el corazón o los pulmones.
Los vendedores se encargan, pulverizador en mano, de que luzcan brillantes en todo momento. Y aunque nuestra traducción simultánea no daba para más, estamos casi convencidos de que asistimos a más de un regateo a la hora de la compra. En cualquier caso, si lo de ponerse a envolver vísceras con tripas no suena apetecible, en muchas tiendas también se podía encontrar este kokoretsi ya preparado.
¿La carne más consumida? Curiosamente nos cuentan que el cerdo, porque por allí se dice que es más sana y tiene menos colesterol que el cordero.
Un respiro para los que prefieren las frutas y verduras, basta con atravesar la carretera para estar en la zona dedicada a lo verde. Bueno, y también a los embutidos y los huevos. De nuevo productos conocidos que nos recuerdan que tenemos un Mediterráneo en común.
Así que, quienes tengan la suerte de poder escaparse unos días a la capital griega no deberían saltarse una visita por el mercado. En realidad tendría que ser cita obligada -para cocinillas, viajeros y amantes de la fotografía al menos- en cualquier ciudad. Pero visto el mercado de Atenas, más. Los nuestros una vez fueron así, y puede que aún quede alguno.
A nosotros, la verdad, nos han entrado ganas de volver sólo con repasar las fotos. Al mercado y a Atenas.
Cuando estuve viviendo allí, en 2001, la carne no estaba en vitrinas, como se ve en la fotos, si no expuesta, colgada de estructuras metálicas, centenares de corderos vaciados colgantes y las vísceras y demás complementos en el mostrador expuestos. El espectáculo impresionaba, cuando lo visité -no era yo de mucho mercadeo y solo fui una vez- era pascua y el principal producto era el cordero. Poca ternera y algo de cerdo. El kokoretsi riquísimo, como pude comprobar integrada en el seno de una familia griega, el cordero asado en el espeton sobre las brasas creadas en medio bidón metálico, el domingo de resurrección, delicioso.