Indignado es una de las palabras que más ha sonado en este país en los últimos años. Así que era sólo cuestión de tiempo que la indignación se asomara a la cocina y reclamara su propio recetario. Jaime López Fernández -profesor de instituto y cocinillas antes que indignado, nos cuenta- tuvo la idea de ir recopilando algunos de estos platos a base de mucho sentido del humor y un par de cucharardas de rabia en su blog Cocina para indignados.
Urdangarines al infierno, huevos estrellados Felipe VI, enrocado de pulpo a la Rajoy, correas de rodaballo al estilo Gürtel, lentejas indignadas… Algunas de las mejores creaciones de este recetario conforman Cocina para indignados (Clave Intelectual, 2015), un libro que acaba de llegar a las librerías y que su autor define como la crónica de una crisis desde la cocina.
Con él hemos hablado para descubrir las bases de esta cocina indignada que no sólo nos ha hecho reír, también nos ha recordado que, en el fondo, todos somos cocineros indignados.
¿Cómo surge la idea de crear estas recetas para indignados?
En la barra de un bar, entre cervezas, por supuesto. Los bares en España son a las ideas lo que los garajes a la informática en Estados Unidos. Es un hecho contrastado que su espuma estimula las neuronas (el estudio es español, no americano, por lo que su fiabilidad se basa en la evidencia), y además te lo pasas mucho mejor.
Me gustaría decir que Cocina para Indignados es producto de una meditación profunda sobre la crisis y sus consecuencias, pero las reflexiones han venido conforme el proyecto me iba absorbiendo. Unas reflexiones, como las recetas, de ciudadano de a pie, y es ahí donde reside parte de su encanto, porque mucha gente puede verse identificado con ellas.
¿Cuáles serían las bases de la cocina indignada? ¿Existen los ingredientes indignados o es más una cuestión de improvisar con lo que haya por la nevera?
Las bases de las recetas son muy claras: económicas, fáciles de realizar y muy aparentes. Una simple patata bien presentada te enamora y está más buena. La presentación es el capital erótico del plato. Lo mismo que un gran vino en vaso de plástico muere y uno humilde en copa está buenísimo. Una copa vale 1€. Tal vez no puedas pagarte un vino caro pero sí dignificar el que te puedes permitir. Para sentirse como un rico no hacen falta recursos ilimitados.
Los ingredientes indignados propiamente dichos no existen si esas tres premisas las cumples. Y sí, más de una vez he abierto la nevera, y una furtiva lágrima se me ha caído al ver lo escueto de su respuesta, y a pesar de ello he sacado un plato. A poco que te defiendas algo sobre los fogones, muy malo tiene que estar un plato para no comérselo uno.
En cuanto a las bases de los textos, todos están escritos desde las entrañas y el corazón. No son textos de cronista ni analista político, son textos de un ciudadano al que le gusta tanto escribir como la cocina, y ha intentado cuidar el continente y el contenido de los mismos. Del mismo modo, la Banda Sonora que acompaña las recetas ha ido conformándose conforme Cocina para Indignados iba creciendo, como lo hace la banda sonora de nuestra vida, esa que todos tenemos. Es muy variada y no refleja más que mis gustos, donde puedes encontrar desde Thunder de AC/DC hasta Pequeño vals Vienés de Silvia Pérez Cruz.
El criterio de selección de los vinos ha sido que la calidad-precio fuera la mejor. Doy fe que es así, los he probado todos y repetidas veces para confirmarlo.
¿Eras cocinillas ya de antes o ha sido cosa de la indignación?
Sí, crecí a lo alto en la cocina de mis padres y a lo ancho en la mía propia. Así que ya me dirás, era inevitable acabar siendo un cocinillas adicto a la nicotina del fogón.
La indignación, lo único que ha hecho es que yo tomara la cocina como cuartel general donde hacerle frente a esta puta crisis y sus protagonistas. En la cocina transcurre la vida. Que un amigo tiene problemas, pues vas a la cocina, te sientas y te tomas un café; que se ha separado o lo han despedido en un ERE infame, descorchas una botella de vino o dos y a las penas ‘puñalás’… al menos por ese rato.
Así que pensé que, desde ella, con ciertas dosis de indignación, sentido del humor y un punto de acidez e ironía, si lo maridaba todo ello con recetas económicas, sencillas y aparentes, vino y música, podía hacerle frente y quedarme a gusto. Y sin darme cuenta creé la gastronomía ‘activa’ la cocina indignada o ‘cojonera’. Porque algo hay que hacer, y yo escogí que ese ‘algo’ fuera esto.
La indignación está muy bien como motor de arranque, pero no debe ser un fin en sí misma; debe ser la antesala de la acción, la que sea, pero la acción. Además, no hay nada más pesado que tener todo el día ahí pegado a un tío continuamente enfadado y refunfuñando. Actúa más y quéjate menos.
El decálogo de la cocina indignada arrasaría como programa político en las elecciones. Partido Gastronómico Indignado, ¿es el siguiente paso?
Ya lo creo que arrasaría, jejeje. Me han propuesto pertenecer a algún que otro partido, pero siempre me he resistido. De éste tal vez me dejara querer, pero seguramente acabaríamos poniendo normas a todo, como hacen todos, y no soporto que esté regulado hasta el último movimiento. Seguro que habría alguna de ellas que, por ejemplo, prohibiera chupar las cabezas de las gambas, aduciendo que son malas para la salud, ¡con lo que a mí me gustan! Como si la salud fuera una obligación y no un derecho (el que nos están robando). El problema de los partidos es que, tal como se plantean, limitan la libertad de sus miembros y a mí eso…
Tiramisú Podemos, el color morado de la portada… ¿Este libro tampoco es “ni de izquierdas ni de derechas»?
Mentiría si dijera eso. El morado es el Pantone del año, y Podemos es uno de los grandes protagonistas en la vida política de este país. No sólo tiene una receta, sino también referencias en otras. Es inevitable. No aparecer en Cocina para Indignados es no existir en política y, por supuesto, Podemos, más allá del contenido ideológico, lo hace por méritos propios.
Pero también tienen su receta personajes y partidos de otras formaciones e instituciones, y situaciones provocadas por las políticas neoliberales que nos han llevado a ellas. En cualquier caso, leyendo sus páginas, quedan pocas sombras de duda: si a Cocina para Indignados le das a escoger entre las políticas económicas y sociales del PP y la imagen casposa que proyecta, y Podemos, no hay color ni duda en la respuesta.
Supongo que el cocinero indignado es más de mercado y comercio local que de supermercado. ¿No le habéis propuesto a Juan Roig -presidente de Mercadona- patrocinar el libro?
Juan Roig debe ser un tipo listo, de habérselo propuesto, y viendo la aceptación y el éxito que está teniendo Cocina para Indignados, probablemente no sólo lo hubiera patrocinado, sino que también habría querido poner su cara en la portada con el gorrito, en lugar de la de mi cocinero Anonymous. Ante esa perspectiva, preferí abstenerme de ofertas económicas obscenamente atractivas.
En cuanto a si soy más de mercado que de supermercado, la verdad es que sí, pero, como ya he dicho, soy un ciudadano de a pie, así que, muchas veces, con las prisas, compro lo que necesito allá donde mejor me viene por cuestiones de tiempo, muy a mi pesar.
Si tuvieras que quedarte con una receta del libro, ¿cuál sería?
Tengo muchas, la verdad. Pero, tal vez por su sencillez, lo acertado de su nombre y el significado que encierra en sí mismo, la que digamos puede representar las esencias de Cocina para Indignados son mis afamados Urdangarines al Infierno: unos reales choricillos de ración, ensartados en un pincho moruno, y sometidos a un infierno de llamas donde purgar sus penas para deleitarnos de gusto después. Toda una metáfora antropófaga ¿no te parece?.
Siendo de Valencia, se echa de menos una paella indignada. ¿Qué ingredientes le pondrías para, de paso, no indignar a los integristas paelleros?
La verdad es que no me he atrevido a elaborar una paella indignada, aunque te aseguro que antes o después la haré. La virtud, o más bien el problema, de la cocina indignada es que nunca se acaba el filón, porque siempre habrá personajes e instituciones siniestras a quienes dedicar una receta, y estando en Valencia ni te cuento.
De todos modos, ya hice una olla buenísima que se llama Olla corrupta estilo Canal 9, donde prevalece el cerdo con 9 de sus carnes o elaboraciones, entre las que destacan los chorizos, el morro, las manitas, la careta, etc. Mi paella sería una versión donde, por supuesto, el cerdo sería también protagonista, y las collejas (esa verdura humilde que crece en los caminos y que en época de hambre tanto ha aportado) darían un toque metafórico mayor, si cabe, al guiso: las que les daría hasta su casa a todos esos corruptos de la ‘terreta’.
En el libro también hay vinos para estos platos indignados. A ver si te van a acusar de pequeño-burgués…
¿Por qué? El vino ha sido, por cultura, la bebida nacional por excelencia. Si lo piensas bien, la cerveza es una bebida urbanita que ha ido desplazando al vino conforme la gente huía del campo a las ciudades. Antes, todo el mundo hacía su vino, nadie hacía cerveza, por una cuestión puramente cultural y de latitud. Yo reivindico el vino frente a la cerveza -que me gusta mucho- por puro egoísmo, porque me encanta, y si es tinto, mejor.
En cualquier caso, el precio medio de los vinos de la Bodega Indignada ronda los 2’5 euros. Unos vinos que, además de tener una calidad contrastada, ofrecen un precio a prueba de carteras esmirriadas. Cada plato viene acompañado de un vino, pero te recomiendo 2 (hay más) que por menos de 2€ acompañarán perfectamente la comida de principio a fin: Borsao Garnacha Mítica (Campo de Borja) y Castillo de Liria (blanco, rosado o tinto, Valencia). Espectaculares y a precio excepcional.
Más allá de la indignación, ¿crees que la crisis ha cambiado también nuestra forma de cocinar y comer?
Desgraciadamente, para un porcentaje muy alto de población, sí. Los índices de pobreza son alarmantes, tanto como los niveles de desigualdad social que estamos alcanzando. Esta crisis y sus responsables están dinamitando el estado del bienestar y deshaciendo la clase media.
Hay mucha gente que ya es pobre, por datos estadísticos y económicos, pero que sigue pensando que pertenece a la clase media ¡porque toda la vida lo ha sido! y esto refleja que el cambio de mentalidad es mucho más lento que la realidad económica. Todos, en mayor o menor medida, hemos sido afectados por esta crisis y, por desgracia, muchísima gente ha sido condenada a la pobreza y la exclusión. El problema es lo difícil que resulta salir de ahí una vez llegas.
Que muchos hogares han reducido el porcentaje y la calidad de proteínas en su dieta, es evidente. Que prescinden absolutamente de cualquier gasto superfluo (la sal de la vida), también. Es una desgracia a la que nos ha arrastrado la gentuza responsable de esta crisis, que no son precisamente las miles de personas que diariamente dan nombre a las ‘colas del hambre’. En nuestra mano está revertir esta situación.
Yo haría la perroflauta de pan, monederos a la caspa o venezolanos a la ETA con un toque de medidas de no sé de donde voy a sacar el dinero, también se me ocurre el cocido de sueños con un toque de IU o coletas al 15M …