Los que hayáis leído Charlie y la Fábrica de Chocolate -y hayáis tenido infancia- habréis soñado en algún momento de vuestra niñez con entrar en la maravillosa fábrica de chocolate de Willy Wonka. ¿Qué digo entrar? ¡Habréis deseado tener una igual! Con su prado de hierba de azúcar, sus árboles con manzanas de caramelo, su cascada de chocolate, sus plantas de gominola…
En algún momento de nuestra niñez sí, porque está claro que de mayores ya no nos dejamos impresionar por estas cosas. ¿Una fábrica de chocolate dónde todo se puede comer y además está delicioso? ¡Vaya cosa! ¡Si vivimos en la era de las Google Glass!
Por eso sabemos que no os emocionará nada saber que la empresa 3D Systems presentó a principios de año en el Consumer Electronic Show de Las Vegas la primera impresora 3D que usa como tinta ni más ni menos que azúcar.
Se espera que la ChefJet -que es como se llama el invento- empiece a comercializarse en la segunda mitad de este año y está pensada para su uso profesional en restaurantes o pastelerías. La versión monocromática rondará los 5.000 dólares, mientras que la impresora a color -que utiliza colorantes alimentarios- estará alrededor de los 10.000.
Las posibilidades creativas son infinitas: podrá crearse un modelo en tres dimensiones en el ordenador y reproducirlo de una forma exacta en azúcar o chocolate. Además, las «impresiones» podrán aromatizarse con extractos de vainilla, menta o manzana ácida entre otros.
De momento, sólo podrán adquirirse para uso profesional pero, ¿quién sabe? Quizá un día pueda ser un tonto-trasto-capricho que tener en casa. Menos mal que estamos ya creciditos y no estamos pensando en empezar a ahorrar para cuando llegue ese momento.
¡Menos mal! ¿Qué haríamos con algo así en casa? ¿Crearnos nuestra propia fábrica de chocolate a escala? O mejor, ¿imprimir las piezas para crearnos una en la que vivir? No, no… para nada.