Una cena insólita con ‘Château Lafite Rothschild’

No hace falta ser un gran experto en el tema para saber que Château Lafite y Rothschild son nombres de esos que si uno se cruza en el camino, no hay que dudar y acercar la copa. Hablamos de uno de los vinos más codiciados del mundo y una familia ligada a Burdeos -y a la historia de Europa- desde hace siglos.

El plan era tan sencillo como espectacular: probar algunas referencias de Château Lafite Rothschild en el marco de una cena organizada por Insolity, un nuevo club de vinos exclusivos de Primeras Marcas, una de las principales distribuidoras de grandes vinos del país.

La cita era en el restaurante Boca Grande, un clásico de Barcelona. Aunque, la verdad, esta vez la comida tenía un papel totalmente secundario ante el innegociable protagonismo de los vinos escogidos para la ocasión. El formato de Insolity es, lógicamente, muy exclusivo (hablamos de botellas muy caras, de esas que no se descorchan cada noche), pero cercano y a la vez informal. 

De hecho, más allá de probar un Château Lafite Rothschild cuyo precio en tienda supera los 1.000 euros, el atractivo de este tipo de encuentros es poder charlar con los responsables de las bodegas. En este caso, Jean-Sébastien Philippe, director internacional de esta mítica casa, fue el anfitrión y el encargado de desgranar algunos detalles de la selección escogida.

Y, como ocurre con los grandes vinos, aquí en realidad las notas de cata, los giros insistentes de la copa y las impresiones personales pasan a un segundo plano, porque lo realmente importante es disfrutar de lo que se está bebiendo y conocer su historia. Una noche de vinos magníficos y sin escuchar aquello de «redondo en boca», ¿qué más se puede pedir?

Mientras repasamos la teoría sobre los crus de Burdeos y recordamos que este Château Lafite es uno de los pocos elegidos en lo más alto (premier cru) desde que en 1855 se instauró este sistema de clasificación -a sus primos de Mouton Rothschild les costaría más de un siglo entrar-, desfilan por la mesa un Château Duhart Milon 2016 y un Château L’Evangile 2014.

Son los más sencillos de la cita, pero en realidad estos dos tintos de Pauillac -esos casi mágicos 20 kilómetros cuadrados que cerca de Burdeos concentran algunas de las mejores bodegas del mundo- y Pomerol ya serían más que suficientes para firmar una gran noche.

Un Sauternes rompedor

Mención especial, por cierto, al Château Rieussec 2019, un Sauternes -nadie lo diría a la vista del atrevido y colorido diseño de la botella- que cambia por fuera, pero mantiene toda la elegancia y clasicismo que se espera de este maravilloso blanco dulce.

Como curiosidad, cada botella -que ronda los 120 euros- incluye un singular sistema de cierre con corcho que asegura ser capaz de mantener la calidad durante varias semanas una vez abierta.

Carruades de Lafite es algo así como el hermano pequeño del mítico Château Lafite Rothschild, la estrella de la cena. Efectivamente, es mucho más económico, pero encuadrar este vino en una especie de segunda división es algo que, al menos nosotros, no nos podemos permitir.

Viñedos en China

Aunque hablar de precios pueda parecer una frivolidad al asomarse a este selecto mundo de vinos exclusivos, en realidad aquí los números importan. La escasez de botellas -explica Jean-Sébastien Philippe- es la norma en estas referencias, de producción siempre limitada en sus gamas más altas y con una rentabilidad considerable asegurada en muy pocos años. Hacerse con determinadas botellas y añadas puede ser visto como una gran inversión.

Y hablando de vinos exclusivos o de casi rarezas, nos cuenta Philippe que la bodega lleva ya unos años trabajando en China, donde elaboran dos referencias: Long Dai (su primera añada fue 2017) y Hu Yue. Ambos, a priori, solo para aquel mercado, aunque el plan es introducirlos en el circuito internacional de grandes vinos. Donde, por cierto, China y sus viñedos promete jugar un papel en los próximos años.

Más allá de este tipo de encuentros, tener acceso a este mundo de vinos que solo manejan unos pocos distribuidores es una de las razones de ser de Insolity. Que, por cierto, también cuenta con cavas para que los compradores puedan guardar el vino en perfectas condiciones hasta que se animen a descorcharlo. O no.

Porque, ¿un Château Lafite Rothschild 2012 se compra para beber, para guardar o para ahorrar? La pregunta queda sobre la mesa, pero en el caso de las botellas de esta noche, la respuesta está clara.

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