
Salvo sorpresa de última hora, todo parece indicar que las horas de Mariano Rajoy en la Moncloa están contadas. Y, como suele ocurrir en estos casos, nada mejor que acompañar la despedida con un repaso a los hitos del personaje. Gastronómicos, claro.
Sin ir más lejos, mientras ayer se seguía debatiendo la moción de censura en el Congreso, el todavía Presidente se refugió en un restaurante cercano en una especie de comida-merienda-cena que se alargó durante horas. Un gran broche de oro para una política que muchos han bautizado como el amimelasudismo.
Eso sí, el local elegido (restaurante Arahy) para esconderse del chaparrón y montar un gabinete de crisis no cuadra mucho con los gustos más clásicos demostrados hasta ahora por Rajoy. ¿Qué pinta él en un lounge bar de cocina fusión como este?
Aparentemente no mucho, aunque un vistazo a la ecléctica carta en la que unos callos conviven con decenas de cebiches aporta un punto de surrealismo que ya cuadra mejor con el personaje y la historia.
De todos modos, la relación de Rajoy con la comida resulta bastante del montón. No parece ser un tema que le desvele tanto como las victorias del Real Madrid, pero tampoco le hace ascos a un plato de cuchara y a las recetas tradicionales del país.
De hecho, un repaso por nuestra hemeroteca particular nos ha permitido descubrir que hemos hablado de la faceta gastro del Presidente mucho más de lo que pensábamos.
No sobre sus supuestos platos favoritos -hay muchos artículos sobre el tema pero nada concluyente-, sino de las veces que sus gustos o artes de cocinillas han ocupado titulares.
Por ejemplo, en 2012, un reportaje sobre una escapada a Toledo desvelaba que el inquilino de Moncloa se llevaba sus propios tuppers -que le preparan en la cocina de su residencia oficial- cuando se iba de fin de semana a la finca.
Otra imagen para el recuerdo y para un montón de memes: la comida que ofreció a Sarkozy en La tasca suprema, un local que no sólo tiene un nombre genial, sino que es uno de los clásicos de la capital y lugar de referencia de Rajoy cuando toca comer fuera.
Aunque la cara de circunstancias del entonces presidente francés y la decoración de lugar -ojo, nos encantan los bares viejunos– hace que resulte complicado fijarse en nada más, aquel encuentro histórico se saldó con gazpacho, espárragos, chipirones, tarta de limón y un vino normalito. No es muy de deconstrucciones y espumas Mariano.
Pero fue sin duda su paso por la cocina de Bertín Osborne lo que nos dejó los mejores titulares. Allí descubrimos que a Rajoy lo de cocinar nunca le había gustado demasiado. Tal vez porque, como él mismo se ocupó de puntualizar, en Galicia las que cocinan bien son ellas. Así, tal cual.
La empanada de su suegra parece ser uno de sus fetiches gastronómicos -en Moncloa se la preparan siguiendo esa receta, contaba-, pero si algo quedó claro es que para el líder del PP la cocina es algo entre complejo y misterioso.
De hecho, el momento de él y Bertín Osborne incapaces de encender el fuego de la cocina -y bromeando con el asunto- es una de esas imágenes llamadas a pasar a la historia de la caspa del país. Y tal vez un buen y triste resumen de los últimos años.
Todo parece indicar que en breve habrá que indagar en los gustos culinarios de otro Presidente, más o menos temporal. ¿Una frivolidad estar hablando de gastronomía con la que está cayendo? En absoluto. Somos de esos que creen que la comida dice mucho de alguien y que no se fían demasiado de quienes no le dan la importancia que merece.
a parla ,vale ya d tanto saqueo