¿Tienen los políticos que pedir que se coma menos carne?

Decía hace unos días Pablo Casado que los políticos no tienen que intervenir en la vida de los demás. Y que, aplicando esa filosofía, él no podía ir por ahí pidiendo a la gente que deje de comer carne.

Titular, polémica en redes, y a otra cosa. Lo de cada semana o cada día. Resulta imposible llegar a todas las trifulcas relacionadas de uno u otro modo con la cocina y la alimentación, así que mejor dejarlo estar.

Después de todo, no es nada nuevo ni ajeno al partido que lidera Casado. Aquello de Aznar sobre las copas de vino que ya forma parte del anecdotario político español o, más recientemente, la exitosa campaña de Ayuso alrededor del concepto de la «Libertad» aplicado a ir a bares y terrazas, parece haber creado escuela.

Pero, pensándolo mejor y tras dejar reposar la polémica unas semana, lo que parece un mensaje más y que incluso podría parecer anecdótico o parte de un discurso coloquial, en realidad es de gran importancia. Y denota -como muchos nutricionistas le recordaron a Pablo Casado en las redes sociales- una gran irresponsabilidad por su parte.

No es que los políticos tengan que andar por ahí diciendo a la gente que coma más o menos carne. Ya hay expertos en el tema que llevan años dando consejos sobre la materia y recordando lo obvio: cuanto menos carne, mejor para la salud.

Sí, es una faena. Y a muchos nos gustaría que el vino y los torreznos fueran saludables. Y que llenar un restaurante en plena pandemia mundial no fuera peligroso. Pero la realidad y la ciencia tienen la mala costumbre de no plegarse a nuestros gustos.

Pero ahora que sabemos que lo suyo es comer poca carne y lo mejor posible, que la industria ganadera tiene una responsabilidad considerable en el cambio climático, y que la sostenibilidad a nivel global del consumo de carne medio de los países desarrollados es cuestionable, plantear el tema de comer o no comer carne como una cuestión de libertad individual donde la política no debería asomarse es absurdo. O, mejor dicho, es irresponsable, por muchos votos que pueda dar el asunto.

Salud y medioambiente. Es que ni siquiera hay que entrar en el terreno del bienestar animal para abordar el tema con datos más que conocidos y demostrados y que poco tienen que ver con ideologías o con el juego político. De hecho, ni siquiera vamos a recurrir a la manida comparación con el tabaco, porque es todo tan evidente que no hace falta.

La labor de la administración pública y de sus representantes no es fiscalizar el menú de las casas -sí de los colegios y hospitales- pero sí velar por la salud. Y eso, guste o no, obliga a hablar de temas como el azúcar, la carne o la obesidad infantil . Y se traduce en medidas como los impuestos a los alimentos menos sanos que, entre otras cosas, puedan repercutir en los recursos sanitarios necesarios para paliar los males que provocan.

Nada nuevo. Nada que Casado y quienes redacten sus discursos no conocen de sobra. Algo que, en cualquier caso, no debería ser parte del debate político, sino de la agenda prioritaria de cualquier político.

Seguro que a algunos también les parecía fatal lo del cinturón de seguridad y el casco porque, oigan quiénes son ustedes para decirme a mi cómo conducir. O cuántas hamburguesas comer. El tiempo, eso sí, acaba poniendo las cosas y los discursos en su sitio.

1 COMENTARIO

  1. Entiendo que tu postura pasa por comer de todo con mesura, incluida carne. No me queda del todo claro.

    Si es ese tu consejo, lo apruebo y entonces pensamos igual. Si lo que propones es dejar la carne de lado, entonces ya no coincidimos. Y no es que sea yo carnivoro cerrado; es que la ciencia indica que necesitamos ciertas proteinas y otros componentes que nos lo facilita la carne.

    La opcion de comerlas en pildoras o sinteticas no lo contemplo.

    Si esta entrada pretende ser didactica, debes incluir todo en ello para que los que no tenemos mucha idea nos ayude a enteder. Que igual asi redactada parece un poco segmentada.

    Un saludo.

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