The Candy Project, sociología de las chuches

Por Iker Morán

¿Se pueden considerar las chuches gastronomía? ¿Son parte de la cultura de un país? ¿Pueden servir para conocer mejor una sociedad y sus costumbres? Y, sobre todo, ¿Se dice las chuches o los chuches, como sugería hace ya tiempo Mariano Rajoy hablando de economía de altos vuelos?

Para la última pregunta posiblemente no tienen respuesta en The Candy Project, pero sí para las tres anteriores. Y es que estamos ante el primer estudio que eleva a las golosinas a una nueva categoría. En realidad a esa en la que todos -la mayoría- las tenemos cuando somos niños. O no tan niños, si somos sinceros.

El proyecto nace de una de esas maravillosas locuras en las que casi siempre anda metido Andoni Luis Aduriz, del restaurante Mugaritz, y de Iñaki Martínez de Albeniz, doctor en Sociología por la Universidad del País Vasco. Con él charlamos de este proyecto que, hemos de reconocerlo, de entrada nos parece una genialidad que no entendemos muy bien cómo no se había hecho antes.

¿Acaso el nombre que le ponemos a una golosina -los marshmallows que para muchos son nubes, en Bilbao siempre han sido jamones, por ejemplo- no está ya diciéndonos algo? ¿Son las chucherías algo exclusivo para niños en todos los países o varía según la cultura? Para poder averiguar todo ello habrá que esperar a ver las conclusiones de este estudio que acaba de comenzar pero, de momento, considerarlas un objeto de análisis ya es por si solo algo bastante peculiar.

«El reto del proyecto es hablar en serio, de manera sistemática, de chuches. En una palabra, hacer una ciencia de las chuches«, apunta Martínez de Albeniz. «Aunque a muchos les parecerá un tema intrascendente -reconoce- hemos llegado a la conclusión de que la capacidad de las chuches de hacernos hacer cosas depende, precisamente, de esa aparente insignificancia».

Una idea surgida de una conversión entre él y Aduriz -nos cuenta- y que esconde un considerable potencial de datos y conocimiento desde el punto de vista social. «Podemos aprender que el caramelo no sólo es aquello que nos metemos en la boca, sino un vehículo para la generación de relaciones sociales, lo que en sociología llamamos socialidad (vida social es una forma menos técnica de decirlo). Dependiendo del tipo de chuche que tengamos y de los consumos que propicie, la vida social que se genera alrededor es distinta».

Globalización y chuche kilómetro cero

Porque no, efectivamente, ni todas las golosinas son iguales, ni se consumen del mismo modo según en qué parte del mundo estemos, aunque es cierto que la globalización también ha llagado a este campo. «La globalización de deteminadas prácticas culturales y por qué no decirlo, de ciertas chuches (las de multinacional) ha hecho que la cultura y la forma de ser dependa cada vez menos de la geografía y de las distinciones sociales de todo tipo», señala.

CandyProject

De ahí que el proyecto tenga también la «vocación de conservar o recuperar la chuche-diversidad, en consonancia con la filosofía de uno de nuestros socios, Slow Food International». «¿Por qué no pensar, como ocurre con otros alimentos, en una chuche sostenible, en una chuche kilómetro cero?», se pregunta en voz alta Martínez de Albeniz.

Pese a ello, más allá de sabores insospechados, hay unas cuantas ideas preconcebidas que, con los primeros datos en la mano, este sociólogo puede echar por tierra. «Hay quienes asocian las chuches a escenas de crímenes o que las usan para generar ambientes eróticos«, nos revela. Otra idea que habría que ir desterrando: «Hay países donde las chuches forman parte del universo del mundo adulto». A eso nos apuntamos.

CandyProject-3Tras este periodo de recopilación de información llegará el momento de procesarla. «El objetivo de esta primera fase es hacer una especie de cartografía o mapa global del gusto, tomando la chuche como pretexto», señala.  A partir de aquí la idea es que «se tome conciencia de la potencia de la chuche y las oportunidades que abre para la educación nutricional, más allá de la demonización a la que estamos acostumbrados».

Quienes se animen a ser parte de este proyecto pueden participar en el cuestionario de The Candy Project. Eso sí, se tarda unos minutos en completar todas las preguntas, así que mejor tener unas cuantas chuches a mano. ¿Cúal era la preferida de Iñaki Martínez de Albeniz? «No tengo ninguna duda: el chicle COSMOS. Me enseñó dos cosas, a ver la vida como algo oscuro, y no demasiado dulce, que puede producir un inmenso placer y que el Big Bang lo provocó una chuche, el chicle Cosmos, que crea, literalmente, el espacio».

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