¿Te gustaría que hubiera una cocina industrial al lado del colegio de tus hijos? Al Ayuntamiento de Madrid parece que sí

Hace unos días los vecinos del barrio Delicias de Madrid, y sobre todo las familias del colegio público Miguel de Unamuno, celebraban la decisión judicial de revocar la licencia a la cocina fantasma ubicada junto al centro educativo. 

Las chimeneas de esta instalación junto al patio del colegio -con las consiguientes molestias por olores y dudas sobre su salubridad- así como el tráfico de repartidores y proveedores en la zona son los dos ejemplos más evidentes de los efectos de esta cocina sobre los niños que estudian allí.

El caso salpicó hace unos meses a Vicio, la popular hamburguesería de Aleix Puig, ganador de MasterChef. Según él mismo explicó a este medio, la cocina parecía contar con todos los permisos legales y se mostró dispuesto a mediar entre los propietarios de la dark kitchen y los vecinos. 

No ha hecho falta, porque el pasado 24 de mayo una sentencia reconocía los “indudables perjuicios a los vecinos”, insistiendo que la proximidad al colegio hacía necesario extremar la vigilancia por parte de las autoridades municipales.

¿Y qué ha hecho el ayuntamiento de Almeida? Extremar su defensa, cierto. Pero no de los vecinos o los niños, sino de la empresa que gestiona esta cocina fantasma. Aludiendo temas de “seguridad jurídica”, el consistorio ha decidido recurrir la sentencia. 

Aseguran que no es necesario el informe medioambiental que solicita el juez. En todo caso, y tal vez conscientes de que están dando una imagen un poco fea, aseguran que están dispuestos a revisar la licencia y posibles cambios de usos. Vaya, que si la ley les obliga, la cumplirán. Genial.

Seguro que hay detalles y matices legales que se nos escapan, pero lo cierto es que resulta cuanto menos sorprendente que en un conflicto entre una empresa privada que provoca evidentes molestias -lo dicen los vecinos, lo certifica un juez- y un colegio público el ayuntamiento tenga tan claro su bando.

Que para algunos la economía y la hostelería estaba por delante de otras cosas ya quedó bastante claro durante la pandemia. Así que tal vez no debería sorprendernos.

Pese a ello, es imposible no preguntarse quién querría tener una cocina industrial al lado del patio del colegio de sus hijos. ¿Actuaría igual el equipo municipal si la zona afectada fuera otra o el colegio fuera uno más exclusivo?

Nos da miedo pensar la respuesta, pero está claro que la proliferación de cocinas fantasma en pleno centro de los barrios obliga a revisar la legislación y, por muy loco que le pueda sonar a algunos, priorizar le bienestar de quienes viven allí frente a tal o cual negocio privado.

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