Hace unos días os hablamos del libro de Alice’s Tea Cup, así que el siguiente paso era animarse a elaborar su receta de scones de calabaza glaseados. Perfectos para una merendola o un brunch casero ahora que están tan de moda.
Una vez superada la barrera del idioma y la diferencia de sistemas de medida, la receta ha resultado más sencilla de lo esperado. Eso sí, la hemos tuneado un poco. ¡Tomen nota!
Ingredientes:
- 360 gr. de harina
- 90 gr. de azúcar
- 170gr. de mantequilla sin sal
- 170 ml. de buttermilk
- 150 ml. de puré de calabaza
- 2 cucharadas de extracto de vainilla
- 3 cucharaditas de levadura tipo Royal
- Media cucharadita de sal
- 25 gr. de jengibre molido
- 25 gr. de canela en polvo
Para el glaseado
- 125 gr de mantequilla sin sal
- 125 gr. de azúcar
- Una cucharadita de limón exprimido
- 75 ml. de nata líquida para repostería
Antes de empezar con la receta, un apunte sobre el ingrediente menos usual: la buttermilk. Cada vez resulta más sencillo encontrarla en el supermercado – en Lidl suelen tener – pero, si no hay suerte, puede sustituirse por 170 ml. de leche entera con una cucharada de zumo de limón.
Ahora sí, lo primero es hacer el puré de calabaza para que vaya enfriándose. Basta con hervir unos 15 minutos los trozos de calabaza y, una vez escurridos, triturarlos con la batidora.
Precalentamos el horno a 225 grados. Mientras tanto, en un bol grande se mezclan la harina, el azúcar, el jengibre, la canela, la sal, la soda y la levadura.
Troceamos la mantequilla en dados y los añadimos a la mezcla. Con las manos trabajamos la mantequilla y la mezcla seca hasta obtener una textura acrumbelada. Os avisamos de que os llevará un ratito así que paciencia. La idea es que nos quede una textura parecida a esta que se ve en las imágenes.
Cuando esté lista, haremos un hueco en medio del bol donde verteremos la buttermilk, el puré de calabaza y el extracto de vainilla. Con las manos, mezclamos hasta que toda la masa quede húmeda. Tiene que resultar una mezcla basta y grumosa, así que es importante no trabajarla en exceso.
La masa está lista. En una superficie limpia y enharinada la expandimos y con un cortapastas redondo -o un vaso en su defecto- damos forma a los scones. Se colocan en una bandeja antiadherente y al horno entre 12 y 15 minutos.
Antes de glasearlos los scones tienen que enfriarse durante unos 20 minutos, de modo que aprovecharemos ese tiempo para hacer el glaseado. Este está hecho con azúcar blanco pero también puede usarse azúcar moreno.
Es muy sencillo: en una sartén ponemos la mantequilla, el azúcar y el zumo de limón a fuego medio. Sin dejar de remover, esperaremos a que la mantequilla se derrita y ligue con el azúcar. Cuando la textura sea aceitosa añadiremos la nata y mantendremos en el fuego un par de minutos más.
Para glasear, se cogen los scones por la base y se hunden en el líquido. Cuando vayamos a comerlos podemos añadir un poco más de glaseado por encima ¡y a disfrutar!