Si existe una bebida degradada, denostada y vulgarizada es desde luego la sangría. Junto a su inseparable partenaire gastronómico, la paella, protagonizan el peor maridaje de la zonas turísticas de nuestro país. Al tiempo que los turistas piden a gritos paella y sangría, los dos platos entran en una espiral sin fin de cutrez.
Pero así como la paella puede aún mantener espacios de dignidad en algunos restaurantes – y en muchas casas particulares -, la sangría no escapa del agujero negro. Admitámoslo, pedir sangría queda viejuno e incluso cutre. Aunque hay algo peor: la de tetrabrick. Beber de esa supone condenarse directamente al infierno.
Con este panorama nos sorprendió encontrar en una bonita y exclusiva tienda de vinos las botellas de sangría Lolea. Ante la cara de incredulidad nos aclararon: estan sorprendentemente buenas, las dos. Porque se presentan en dos variedades, de vino blanco, llamada clarea, y la tradicional de vino tinto.
Lolea está llamada a ser la sangría deluxe. Al fin y al cabo se trata de dignificar un cóctel de vino tradicional, refrescante y muy veraniego. Una bebida, que con buenos ingredientes y hecha con gusto, es todo un placer.
Se presenta en un packaging muy moderno – no podía ser de otra forma -, atractivo a la vista, con una cadena de distribución muy bien escogida – no la encontraran en grandes superfícies de momento – y por supuesto con un precio bastante superior a lo habitual, unos 8 euros la botella de 75 cl. Con todos estos ingredientes está claro que se posiciona como un producto de calidad.
Pero vamos a lo que nos importa, la bebida. En la tienda nos contaron que la sangría tradicional está elaborada con un buen vino de la variedad cabernet sauvignon y merlot y que tiene matices y aromas muy elegantes.
Pero la que realmente nos llamó la atención, por novedosa, es la clarea. En este caso la base es un vino de la variedad moscatell al que añaden soda, azúcar de caña, zumos de limón y naranja naturales y aroma de vainilla.
Nosotros la tomamos como recomiendan, con hielo y rodajas de limón. El resultado es un cóctel muy goloso, fresco y refrescante. El vino blanco con el cítrico liga de maravilla y resulta casi peligrosa, con sus 7º de alcohol, porque entra muy bien. Demasiado bien.
Desde luego, es una muy buena opción para llevar a una cena. Pronosticamos que dentro de no mucho, la sangría será sinónimo de modernidad. Aunque la modernidad sea algo tan paradójico como un producto que presume en la etiqueta de ser «desde siempre» «antigua y tradicional».
El packaging es lo más
Tiene muy buena pinta. Y si en Londres se convirtio en lo mas los perritos calientes con champan, por que no la sangria?
Eso querriamos! conquistar Londres.
Nosotros tenemos una tienda y frutería gourmet en Madrid y la vendemos muchísimo, la verdad que personalmente me encanta y a la gente le encanta la botella, tanto por su diseño o por la nostalgia de la antigua botella de la casera.