¿Qué opinarán los hosteleros de esa gala de 150 personas con políticos y empresarios?

Foto publicada por el Bodegón Azoque de Zaragoza en sus redes

Eran 150 asistentes, repiten muchos medios. Eran solo 80, dicen los organizadores. Se cumplieron todas las medidas de seguridad, aseguran desde el Gobierno, algunos de cuyos representantes y ministros -incluido el de Sanidad- también acudieron a la entrega de premios organizada ayer por el diario El Español y que ha desatado un gran revuelo.

No estaban solos. A la cita acudieron representantes de otras fuerzas políticas (PP, Ciudadanos…), el alcalde de Madrid y otros minicipios, presidentes de comunidades autónomas, empresarios, periodistas… Había mascarillas pero también decenas de fotos en las que se echaban de menos y donde la distancia de seguridad brillaba por su ausencia.

Incluso dando por buenos los argumentos de organizadores y asistentes, o jugando a que todos los asistentes son de los de PCR diaria, sigue habiendo algo que chirría mucho en la escena. Con el país en Estado de Alarma, toque de queda nocturno y restricciones sobre la cantidad de gente con la que uno puede reunirse en casa o tomar un café allí donde los bares están abiertos, la gala en cuestión supone un pésimo ejemplo o un insulto para muchos.

Los argumentos son tan evidentes y numerosos que casi da vergüenza tener que enumerarlos. Los 267 muertos de ayer deberían bastar. Las continuas referencias a las fiestas, botellones y cafres que se han saltado las normas también son un buen punto para no montar una fiesta con un centenar de personas.

De todos modos, seguro que a muchos nos vino a la cabeza al ver las fotografías de la fiesta la imagen de ese cocinero derrotado frente a su restaurante (Bodegón Azoque, en Zaragoza) que se ha hecho viral los últimos días y que representa la desolación reinante en el sector.

No nos apuntamos aquí al aplauso incondicional a la hostelería que algunos propugnan. Su importancia económica es evidente. También que la mayoría ha respetado las normas. Pero obviar que algunos se las han saltado y que ahora mismo tener gente sin mascarilla un par de horas en un sitio cerrado es potencialmente complicado o al menos algo a tratar con cuidado, es absurdo. Y que la salud va antes que la economía tampoco debería discutirse.

Aclarado este punto, la pregunta es obligada: ¿Puede un restaurante montar mesas de 10 o servir una cena para 80 o 100 personas como lo que hemos visto? En Cataluña no porque están cerrados. En Aragón, solo en la terraza.

Y la lista sigue por casi todo el país porque, con los horarios de toque de queda impuestos, parece surrealista pensar en algo parecido. Sobre todo teniendo en cuenta que no hace falta ser adivinos para intuir que vienen semanas de muchas más restricciones en todo el país.

Se respetaban las normas, insisten organizadores y asistentes. ¿Acaso la inmensa mayoría de los restaurantes y bares afectados de todo el país no las han cumplido y se han adaptado a lo que ha tocado en el momento?

Así que ni era el momento ni eran las condiciones. Culpa de los organizadores pero sobre todo de los representantes políticos que aplicaron esa máxima de haz lo que digo, pero no lo que hago.

Es verdad que no necesitamos que nadie nos dé ejemplo porque sabemos perfectamente lo que se puede y no hacer ahora mismo. Pero tampoco parece muy recomendable reírse en la cara de los hosteleros de esta manera.

Lo único bueno del lamentable espectáculo de esta cena es que, al menos en este caso, no hay margen para confrontación política o para que unos culpen al PSOE del gobierno central y otros al PP o Ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Allí estaban todos cenando. Y bien juntitos.

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