Hasta el próximo domingo, la quinta edición de Málaga Gastronomy Festival acerca a las calles de la ciudad los mejores productos de la gastronomía local y de Euskadi que, en esta ocasión, es el destino invitado.
Una excusa estupenda para organizar una escapada a Málaga y descubrir algunos de esos rinconces que -al menos quienes viajan pensando en comer y beber rico- tienen que marcar en el mapa.
Desayunar tejeringos en La Malagueña
Nada mejor que empezar el día con unos tejeringos, una suerte de primos andaluces de las porras, en La Malagueña. No será fácil encontrar mesa o hueco en la barra en hora punta (abren a las 7 de la mañana, a partir de las 11 la cosa se calma), pero merece la pena esperar mientras se observa el trajín de cafés y bandejas de tejeringos que se fríen al momento en cocina.
Más de 20 kilos de masa (harina, agua, sal y levadura) se preparan cada día, nos explican. El doble en Navidades, cuando las meriendas abarrotan el local. Y siempre, por cierto, la misma persona se ocupa de hacer la masa porque -nos cuentan- no es fácil cogerle el punto.
Quienes sean más de salado, un mollete de manteca colorá allí mismo seguro que les alegra la mañana.
Un paseo por el mercado de Atarazanas
Nos gustan los mercados pensados para que los locales vayan a comprar, y en el de las Atarazanas de Málaga eso es lo que ocurre, aunque es verdad que turistas y curiosos animan los pasillos.
Merece la pena pasear por la zona de los pescados, probar los encurtidos en los puestos especializados -siempre hay un platillo a mano-, y aprender de mantecas y zurrapas. De hecho, no se nos ocurre mejor souvenir que llevarse a casa que un cuarto de cada.
El aperitivo en Antigua Casa de Guardia
Seamos de aperitivo temprano o tardío, una cosa es segura: en la bodega Antigua Casa de Guardia seguro que hay un ambiente increíble.
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Una de esas tabernas en las que manda la tradición y conviven en armonía turistas y parroquianos frente a botas de más de un siglo, anécdotas con Isabel II o Picasso y una barra en la que se apunta la cuenta con tiza.
Fundada en 1840 y con 13 referencias de vino a día de hoy, presumen de hacer las cosas igual que en 1908. Un pajarete o un vermut aliñado, y unas conchas finas con limón para picar son la mejor receta para querer quedarse a vivir en Málaga.
Catar los vinos de la Axarquía
A una media hora de la capital, los paisajes de la Axarquía posiblemente nos descubrirán una Málaga diferente a esa imagen de costa y playa a la que estamos acostumbrados.
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Además de ver los escarpados viñedos en el bonito pueblo de Moclinejo -los platos de chivo son la especialidad de la zona-, podemos visitar la bodega Dimobe y su interesante museo.
Elaboran más de una veintena de vinos. Ojo al dulce Señorío de Broches y al vermut de la casa. Un buen lugar para aprender sobre los interesantes y muchas veces desconocidos vinos de Málaga.
Comida en La Cosmopolita
Si hay que elegir un solo lugar para comer en Málaga, la decisión está clara: La Cosmopolita. Hace ya unos años conocimos el trabajo de Dani Carnero en este pequeño restaurante en pleno centro, y visitar de nuevo su casa deja claro que estamos ante lo más interesante de la ciudad.
Qué maravilla volver a @_lacosmopolita en Málaga pic.twitter.com/CTL2qRK5XV
— La Gulateca (@LaGulateca) May 23, 2018
A medio camino entre el tapeo de altura y un gastronómico que apunta alto, lo mismo puedes disfrutar de una de las mejores ensaladillas rusas de Málaga, que de un calamar crudo con mantequilla, unas gambas con escabeche e perdiz o unos arriesgados pero exquisitos sesos de chivo con ostra.
¿Gastrobar? ¿Guiso-bar? Da igual, si vas a Málaga tienes que pasar por aquí, sentarte en la barra si puedes y, si llegas con ganas de jugar, preguntarle a Dani qué tiene. No las necesita, pero las Estrellas no deberían tardar en llegar.
Espetos en Pedregalejo
Irse de Málaga sin probar unos espetos posiblemente es delito. Así que nos escapamos hasta el barrio del Pedregalejo para disfrutar de esa parte un poco más desconocida de la ciudad, caminar por el bonito paseo marítimo ahora que todavía no hay demasiada gente en la playa y en las terrazas, y descubrir el astillero Nereo, el único en activo y dónde se siguen construyendo a mano preciosas barcas y barcos de madera.
El paseo está repleto de restaurantes con su barca en la que se espetan sardinas y otros pescados a precios moderados, pero nosotros -recomendados por locales que conocen la zona- recalamos en Las Acacias. Una ensalada de tomate y media docena de sardinas frente a la playa son un auténtico lujo.
Descubrir el mejor producto del mar en Chinchin Puerto
Seguimos cerca del mar. Si tenemos tiempo de escaparnos hasta el puerto de Caleta de Velez descubriremos uno de esos restaurantes de producto en los que las gambas, las conchas o los chipironcitos no es que tengan denominación de origen, es que se sabe hasta el nombre del barco en el que se han pescado.
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Un familia de cinco generaciones de pescadores que conoce como nadie el mar y la lonja -a 5 minutos caminando del restaurante- y que en Chinchin Puerto desarrolla una cocina honesta llamada seguramente a ser lugar de peregrinación en pocos años. «No siempre hay de todo, depende de la pesca», explica Belén Abad y Lourdes Villalobos al frente de la cocina.
Algo que puede parece obvio pero que resulta toda una declaración de intenciones. Las quisquillas en papillote o el san pedro servido en 3 pases, con su piel e hígados fritos, la cabeza, y los filetes con el punto perfecto son motivo más que suficiente para alejarse unos kilómetros de la ciudad y descubrir este puerto y su cocina.