Casi 30.000 aspirantes. 50 escogidos para el primer programa. Primera vez en la historia del programa que entran 17 concursantes. Novedades a la vista. Por primera vez en varias ediciones, parece que hay talento en las cocinas.
Así nos hubiera gustado empezar este primer artículo de la octava edición de MasterChef. En general, nos gusta esperar unos días, ver por dónde van los tiros, qué concursantes pintan mejor, quiénes son nuestros favoritos o nuestras apuestas. Pero todo se ha ido al traste después de la emisión del cuarto programa.
Lo queramos o no, Saray, los insultos, la tensión y la perdiz ganan por goleada. Lo que se vio en el cuarto programa no se ha visto nunca en ninguna de las ediciones de este talent show culinario. Pero, recapitulemos primero por si todavía queda alguien en este país que no se ha enterado de qué va la historia.
Saray, cordobesa de 27 años y educadora social, se presentaba en el programa de manera clara y concisa: “Soy gitana, transexual y cocino de muerte”. Sin haber sido siquiera seleccionada ya dejó las primeras dosis lacrimógenas explicando lo duro de pasar por lo que ella había pasado siendo gitana. La conexión con el público -y con el jurado- por la vía emocional la consiguió en un abrir y cerrar de ojos. Lo de “cocinar de muerte” ya era otro cantar. En cualquier cosa, estaba dentro.
Durante los siguientes dos programas vimos a una Saray divertida y faltona a partes iguales. Se fueron destapando tensiones con los otros concursantes, gestos de desprecio a cámara tanto hacia sus compañeros como hacia el jurado, y comentarios subidos de tono cuando se criticaba alguno de sus platos (imposible no criticar en un programa como MasterChef dos rodajas de patata y cuatro pimientos mal fritos colocados en capas).
Y tras tres semanas de acumular tensiones, en el cuarto programa saltaron las chipas, o la hoguera en este caso, porque aquí se ha quemado algo más que el culo de Saray. Se podría decir que ha sido un desastre en tres -erróneos- actos.
Ya en la primera prueba del programa quedó claro que la cosa iba a ir subiendo de tono. En un reto en el que había que preparar un postre que recordara a tu infancia, Saray se presentó con cuatro galletas (la quinta se la había comido) y dos batidos.
Pero lo peor no era la falta de interés sino una actitud vacilona que no presagiaba nada bueno. Y así fue. Delantal negro y directa a expulsión. “Me parece injusto que me deis un delantal negro sin haber probado ni mi postre”, a lo que Jordi le espetó “si te parece tan injusto solo tienes que darte la vuelta, y pirarte. Te invito a hacerlo”. Primer error de la noche.
La lamentable actuación la iban intercalando con las entrevistas a cámara que se van emitiendo durante el programa, con declaraciones de Saray del estilo: “El aura podrida la tienen todos. Ya pueden tener 45 millones de estrellas michelines, tienen la negra”. Segundo error de la noche.
Después de una prueba de exteriores en las que Saray pasó sin pena ni gloria, y una valoración en la que los jueces se dirigieron casi de manera individual a los concursantes, Saray no fue interpelada en ningún momento.
Y así llegó la prueba final en la que Andy (uno de los concursantes más estrategas de esta edición, lo que ya le ha valido unos cuantos enemigos) se encargó de gestionar los tiempos de cocinado, asestando la estocada final a Saray al otorgarle tan solo 20 minutos para cocinar, mientras asegura a sus compañeros que quería a Saray fuera.
Así, Saray debía cocinar y emplatar una perdiz escocesa, o red grouse, una de las piezas de caza más codiciadas en Gran Bretaña, y no solo eso, además, desplumarla primero. Y todo en 20 minutos, algo a todas luces imposible.
¿Y qué hace ella? Lo peor que podía haber hecho: plantar el bicho directamente en el plato, con las alas extendidas y tres tomates cherry estratégicamente colocados encima, después, eso sí, de haber peinado las plumas de la perdiz.
Y a partir de aquí, pues poco más hay que decir: “Ni se te ocurra abrir la boca porque no tienes nada que decir”, “creo que es la vez que más nos hemos equivocado a la hora de dejar entrar a alguien por esa puerta en 8 años”, “demuestras que no eres inteligente”, “vienes aquí con la gracia que piensas que tienes tú a hacer esta idiotez”, “te agradecería que te quites ese delantal que no mereces ni el negro y cruces esa puerta ahora”.
Y así, Saray abandonaba las cocinas de MasterChef, casi podríamos decir por la puerta de atrás. Y una vez que Saray salió por la puerta, el jurado pidió disculpas al resto de los concursantes por haberla dejado entrar en el programa. Fin del tercer acto y el culmen del error de toda esta historia.
Aunque la primera reacción de todos nosotros seguramente sea la de ponernos del lado del programa (“es que fíjate que falta de respeto la de esta chica”), no nos equivoquemos. El programa sabía perfectamente lo que hacía cuando dejó entrar en el programa a Saray.
Es más, quien más quien menos sabe cómo funciona esto de la tele: un programa de cocina no se llena solo con aspirantes a chef, o le pones “sabor” o el programa resulta insulso. Y aquí, lo que cuenta es la audiencia.
De eso depende seguir una temporada más en antena o no. Y no olvidemos que MasterChef no solo lleva 8 temporadas, sino que llena el resto del año con la versión famosetes y la infantil. Sin duda, un buen cheque para la productora del programa.
Pero si decidimos optar por perfiles que aseguren el juego en las cocinas, hay que ser consecuentes: luego no se les puede humillar en pantalla y echarles la culpa a ellos de que han venido aquí a reírse o de que no tenían ningún interés por el trabajo. Por supuesto que no lo tenían, porque han entrado para alegrarte a ti el programa, no para cocinar.
Y si, por alguna remota casualidad, todo este espectáculo lamentable tuviera algo de real, no olvidemos que este no es un programa en directo. Está grabado de hace meses, y había muchas maneras de evitar este bochorno.
Es más, si algo de todo ese arrepentimiento por parte del programa fuera real, se podían haber saltado las normas como lo hacen cada vez que les interesa, y haber decido desde la primera prueba que Saray no siguiera en el programa en lugar de darle el delantal negro.
Haberlo incluso vestido -por el bien de ellos y por el de la propia Saray- con alguna invención del tipo ‘ha tenido que dejar el programa por un asunto familiar’. Pero no. Se estira la cuerda hasta el final porque se sabe que va a romper, y es lo que se busca: que el batacazo sea histórico y reporte tan buenos datos de audiencia como sea posible.
Y si no al tiempo. En unas cuatro o cinco semanas aproximadamente llegará la prueba de repesca. Veremos entonces cuánto de real tienen estas disculpas del jurado hacia el resto de concursantes asegurando que se equivocaron con Saray. Veremos qué prima, si el tan aclamado “respeto por el producto” o aquello de ponerle “sabor a la vida”.
La solución es muy sencilla. En vez de criticar deja de verlo, es telebasura al máximo. Nunca lo he visto y tampoco debería estar comentando la verdad …
Lo del león come gamba no fue nada comparado con esto