
Hace unas décadas, cuando no se conocían los peligros para la piel y la salud de la exposición al sol sin la debida protección, tostarse en la playa embadurnados de cremas que potenciaban el bronceado era lo habitual.
Estar bien morenos era casi un símbolo de estatus -algunos siguen pensando que ser de color naranja lo es, por cierto- y para conseguirlo valía todo, desde remedios caseros con bien de zanahoria hasta echarse por encima la botella de aceite.
Y es que el aceite de cocinar, normalmente el de girasol, era uno de los remedios caseros más habituales para conseguir que las horas en la playa cundieran más si se trataba de volver con un buen bronceado. Y con muchas papeletas para un cáncer de piel, aunque aquello lo descubrimos un poco más tarde.
Por suerte, el sentido común fue imponiéndose y el aceite cedió su espacio en la bolsa de la playa a cremas con factores de protección cada vez más altos.
Al menos eso pensábamos hasta que un reciente estudio de la cadena de supermercados ASDA ha señalado que en Reino Unido más de una quinta parte de la población sigue siendo fiel al aceite de cocina.
Una moda que, según señala The Telegraph, pegó fuerte en la década de los 60, cuando los británicos comenzaron a salir del país para ir de turismo, pero que, por lo visto, todavía se mantiene en muchas casas.
Aunque no se matiza el tipo de aceite usado, por los precios que se estilan por allí cabe suponer que no será de oliva, y que girasol o soja serán los habituales, tanto en las cocinas como en la playa.
En cualquier caso, una pésima idea por si alguien está pensando en recuperar viejas modas para aprovechar la ola de calor y empezar el verano bien moreno.
Para cocinar usan mantequilla y para tomar el sol aceite. Miedo me da imaginar que usaran para ducharse.
Después se apoyan en el balcón, patinan y se caen en Magaluf.