Luces y sombras de Masterchef Celebrity 6

Da igual quién ha ganado esta sexta edición de MasterChef Celebrity 6 porque siempre será la edición conocida como ‘la de Verónica Forqué’.

Y es que lo de la Forqué ha sido muy fuerte. A nosotros nos va a costar tiempo reponernos a lo que ha pasado en las cocinas en esta edición, tanto a nivel culinario como, sobre todo, a nivel personal. Reconocemos que incluso llegamos a pensar que no podía ser real, que tenía que estar interpretando un papel porque solo eso explicaría determinados comportamientos, faltas de respeto y autoritarismos hacia sus compañeros.

Pero, en fin, se ve que no, porque incluso ella misma se vio superada por todo esto y abandonó el programa a las puertas de la semifinal. Y se lo agradecemos eternamente porque otra prueba de exteriores con ella pululando por allí y haciendo la vida imposible a sus compañeros hubiera sido, sinceramente, insoportable.

Pero más allá de su comportamiento -más parecido al de una persona con serios problemas de desequilibrio emocional-, lo que nos ha sorprendido más aún ha sido la postura del programa ante lo que claramente era un problema bastante más grave que el de una celebrity excéntrica. Y es que desde el programa se ha incentivado precisamente ese comportamiento, echando incluso más leña al fuego en momentos de tensión evidente con el resto de sus compañeros, e incluso llegando a rozar esa fina línea entre el divertimento colectivo y el reírse a costa de una persona con problemas evidentes.

No dudamos en absoluto que ella ha sido parte activa en todo esto, pero ciertamente hubiéramos agradecido una actitud del jurado más acorde con lo que se espera de ellos ante determinadas actitudes. Permitir que Verónica tirara elaboraciones de sus compañeros porque consideraba que no estaban a la altura, o que faltara al respeto a sus compañeros, y taparlo con un ‘es que estresáis a mi Verónica, ven que vamos a ponernos a hacer yoga aquí en medio tu y yo para que te relajes’, pues sinceramente, ha sido incluso bochornoso. Y nos duele especialmente que este papel haya tenido que hacerlo Pepe porque, de los tres, es sin duda el que siempre hemos considerado como una persona con una sensibilidad (que no sensiblería) superior.

Que Verónica Forqué haya acabado dejando el programa por su propio pie y no porque haya sido eliminada como el resto de sus compañeros, es también un detalle que deja cierto tufismo en todo esto. No es normal que, en un programa culinario, una señora que no sabe más que hacer picadillo y manosear todo lo que pasa por sus manos llegue hasta las puertas de la semifinal. Pero claro, para que así fuera, esto debería ser, efectivamente, un programa culinario.

Pero no queremos quedarnos solo con las sombras de esta edición porque también ha habido una luz importante. El contrapeso total a las actitudes y comportamientos de la Forqué ha sido, claro, nuestra adorada Carmina. Nunca antes se habían oído tantos tacos en el programa. Bueno, oírse oírse no se han oído, que, al parecer, los telespectadores podemos ver sin problema cómo se machaca a un concursante, pero no podemos oír ‘coño’, no sea que nos vayamos a ofender.

Pues eso, que Carmina ha sido luz. Y no solo para nosotros, también para un jurado y unos compañeros que no pudieron contener la emoción en su eliminación. Una eliminación que, además, fue como una agonía alargada en el tiempo porque nada más empezar su última prueba de eliminación todos sabíamos que nuestra Carmina no saldría ilesa. Incluida ella que con ese estilo tan personal suyo dejó caer un “yo me voy a beber el whisky y que se guise solo!”.

En la valoración del plato su salida ya era más que evidente. Tanto que vimos llorar hasta al mismísimo Juanma Castaño, por cierto, otra de las sorpresas del programa. Nos ha hecho reír cómo nunca lo hubiéramos imaginado (sí, también nosotros tenemos prejuicios) e incluso ha casi conseguido que acabemos escuchando programas de deportes en la Cope.

La verdad es que su relación con Miki Nadal en el programa empezó siendo cansina, algo así como una reproducción calcada de lo que en la temporada anterior fueron Flo y Gonzalo Miró, pero, al final, han resultado ser de lo más divertidos e incluso queridos. La relación entre ellos y sus “luchas” con el resto de concursantes han ido dando vidilla de forma exponencial al programa. Así pues, no nos extraña que ambos hayan llegado juntos a la final.

Y culinariamente hablando, ¿qué podemos decir de la edición? Pues hombre, esta (tampoco) va a pasar a la historia como una de las ediciones en las que mejor se ha cocinado o en la que más nos hayan sorprendido nuestros famosillos. Divertido ha sido ver cada semana los “trampantorejos” de Miki, o las caras de Carmina cuando tenía que enfrentarse a según qué técnicas de vanguardia (“La espuma no tiene que estar en los platos, tiene que estar en la cerveza”. ¡Grande!).

Lo que sí pasará a la historia es la famosa tarta de café de Juanma, una especie de paparreta que casi parecía haber pasado por boca antes de llegar al plato. Una señora cochinada que, como bien dijo Pepe, “puede hacer bueno al león come gamba”.

Si nos gustaría celebrar desde aquí la defensa del programa por los productos de proximidad y de temporada. El alegato en favor de consumir productos de nuestra tierra, con sellos de calidad repartidos por todo el territorio y que tienen que hacernos sentir orgullosos de nuestros productores. Eso sí, nos encantaría que esta misma defensa que hacen de la gastronomía la aplicaran, por ejemplo, al vino, y no tener que volver a ver a Samantha, después de hacer todo un discurso en pro de la gastronomía local de Menorca, decir que “en las Islas Baleares, lo mejor es un verdejo de Rueda”. ¡Claro que sí, guapi!

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí