El invierno en Barcelona es un concepto bastante relativo. La parte mala es que hay quienes no nos llevamos demasiado bien con los veranos que duran de abril a noviembre. La parte buena es que en pleno diciembre o enero, las terrazas e incluso los chiringuitos de la playa pueden seguir siendo una excelente idea.
Así que siguiendo la costa, nos alejamos unos pocos kilómetros hasta la playa de Badalona. Allí, junto al muy fotogénico Pont del Petroli -atentos porque incluso sale en el último anuncio del iPhone- abrió hace unos meses L’Estupendu, un proyecto que vuelve a unir a José Varela y Joan Carles Nino (que ya comparten la Bodega La Puntual, en el barrio del Born) y en el que también está Santi Hoyos.
Una oferta sencilla y sin complicaciones, rematada por los arroces como plato fuerte, es la carta de presentación de este espacio recuperado en la zona de los antiguos baños de Badalona y junto a la fábrica de Anís del Mono. Blancos y azules para recordarnos que da igual el mes que sea, uno puede escaparse al chitinguiro e incluso muy posiblemente comer al sol en la terraza. Somos más de inviernos lluviosos, pero nos adaptamos si hace falta.
Empezamos con un vermut y algo de picar en la barra junto al restaurante, con muchos puntos de convertirse en punto de reunión favorito de la modernidad de Badalona, o la barcelonesa que quiere huir un rato del centro.
Las anchoas llegan sobre una bandeja de hielo pilé. Una presentación original y bastante vistosa para un producto excelente. Original el trinxat de marisco, que se deja comer sobre unas tostadas de pan. Y clásicos los mejillones al vapor.
Estamos junto al mar y eso se tiene que notar, aunque tampoco les haríamos un feo a las croquetas o las bravas de La Puntual que se han venido hasta aquí.
A los mandos de la cocina está David Turón, chef del Delta del Ebro, que hace de los arroces los protagonistas de la carta. Nos encontramos con cuatro especialidades : “de la Reina” (con bacalao y verduras), fideuá, caldoso con pulpo y galeras, y marinero. Optamos por éste último, que llega humeante en la paellera, desde donde se sirve a la vista del cliente. Precios sobre los 17 euros y una ración suficiente, pero en la que un puñado más de arroz se agradecería. Arroz suelto, en su punto y sabroso, como deber ser. Dejamos la cazuela limpia, claro.
Los postres siguen al pie de la letra el guión de una carta sin florituras ni aspavientos. Trufas de chocolate con aceite y sal, menjar blanc del Delta -uno de esos platos casi olvidados- y un guiño chiringuitero que nos gana: corte de helado. Precios entre 4 y 5,5 euros para los postres, para una cuenta final media que anda sobre los 30 euros.
Un detalle que nos gusta: la carta de vino, organizada por márgenes de precios. Perfecta para saber de un vistazo lo que podemos beber, dependiendo del presupuesto del momento.
Estuvimos por allí un domingo de diciembre y todas las mesas de la terraza y gran parte del interior estaban completos. Así que no hace falta ser adivinos para ver que L’Estupendu tiene todos los ingredientes para ser uno de los éxitos del próximo verano. Aunque, pensándolo bien, ¿por qué esperar al verano?
La playa en invierno está infravalorada porque también hay sonido de las olas rompiendo en la orilla y mar y cielo azules….y chiringuitos.
Los mercachifles deberían estar prohibidos en las playas, te sales al otro lado del paseo marítimo, o lo que sea, a la parte urbanizable, y ya está.