Siempre que acaba una nueva edición de MasterChef -da igual si es la Senior, la Junior o la de los famosetes- siempre nos queda la misma sensación de que nos ha sabido a poco y empezamos a buscar por Internet cuándo empieza la siguiente edición.
Así que con la final de anoche todavía fresca -tranquilos, no hay spoilers- como era de esperar, nos ha vuelto pasar. Pero como nuestra obligación es no quedarnos sólo con lo bueno -demasiado fácil-, tan sólo hemos necesitado echar una ojeada a los apuntes de estas semanas para volver a encendernos con algunas de las cosas que hemos visto en esta edición.
Sí, ya sabemos que es la de los famosos y que ellos no se dedican a esto de manera profesional, pero hombre, teniendo en cuenta que -en teoría- pasan un casting, qué menos que un poco más de exigencia ¿no?
Porque es que a estas alturas aún no entendemos cómo es posible que ficharan a Carmen Lomana, y lo que es peor, ¡qué llegara hasta el octavo programa! Pero antes de incendiarnos del todo, hagamos un repaso a los que, sin duda, han sido los grandes personajes de esta edición.
Carmen Lomana: la mujer que nunca había picado una cebolla
Sí, la Lomana se ha jactado día sí día también de no haber picado una cebolla en su vida. Como ella misma ha dicho, no ha limpiado un pescado en su vida, le molestan los olores de la cocina, el ajo, la cebolla… Todo lo que tiene que ver con cocinar es para ella un engorro. Y pese a ello, consigue llegar al octavo programa de la edición.
Normal que ella misma se haya calificado a sí misma como el talismán. Eso sí, las siestas que se ha metido en el balcón han sido míticas. Y es que si algo ha quedado claro, es que el trajín y el movimiento no son lo suyo: en la primera y única prueba de eliminación en la que participó (antes de llegar su sentencia) le dio un parraque de esos que pasarán a la historia de la televisión.
«¿No me estaré muriendo?», decía tirada por el suelo. Al final se la llevaron del plató en silla de ruedas mientras repetía «¡Qué vergüenza!». Lo que no pareció darle vergüenza fue el ridículo que hizo el día que volvió a pisar una prueba eliminatoria y fue fulminada.
Para empezar, no sabía cómo funcionaba la batidora (insistimos, programa 8), el plató temblaba cada vez que se acercaba al sifón, y el resultado final dejó al jurado sin palabras: un crepe mal hecha con frutos rojos al lado. Así, sin más. La sentencia de Jordi lo resume todo a la perfección: «La incoherencia de que estés a estas alturas aquí». Amén.
Eso sí, en su favor hay que decir que nunca una prueba de eliminación había sido tan divertida. ¡Hasta Mario Vaquerizo se abrió una cerveza y se olvidó de bebérsela! Y para la historia quedarán frases como ésta: «No tenía ni idea que el bacalao tiene callos, porque no tiene ni patas ni pies». Pues eso.
Mario Vaquerizo, el rey del emplatado
Lo de Mario sí que tiene mérito. Entraba en el programa considerado simplemente como uno de los ganchos de esta edición y con pocas esperanzas de que pasara del programa 2 o 3. Sin embargo ha demostrado que es un currante.
Y pese a que posiblemente ha habido concursantes más válidos para estar en la final, ahí está él. Lo más probable es que no lo mereciera por su cocina, pero se lo ha ganada a pulso por su buena actitud, sus ganas de aprender y mejorar y, sobre todo, su gran compañerismo. Jordi lo señaló ya desde el principio como su «caballito ganador», y mucho no se equivocó.
Una de las cosas que más le ha caracterizado durante el programa, con permiso de la redecilla, ha sido su obsesión por organizarse bien para emplatar. ¡Pobre Mario! Por más que se empeñaba en poner orden, no había manera de que sus compañeros le hicieran caso y eso que, cuando se lo hacían, todo era mucho más fluido.
De entre sus platos, uno de los más recordados será su rabo de toro el día que los comensales eran las familias. Hasta la pobre Alaska lo probó, pese a ser vegetariana. Y lo mejor de todo es que fue de los más votados. Estamos seguros que después de su paso por el programa, las cervecitas de Mario van a estar mejor acompañadas que nunca.
Boris: del histrionismo a la emoción
Sin duda, Boris ha sido otros de los grandes protagonistas de esta edición. Es otro de esos concursantes que no entendemos cómo es posible que haya llegado hasta donde ha llegado: ¡la semifinal!
Durante el programa también se ha encargado de repetir que, en su casa, el que se acerca a los fogones es su estimado Rubén. Sin embargo, a diferencia de Carmen Lomana, Boris sí ha intentado esforzarse al máximo. Eso sí, a su ritmo, que una tampoco ha venido aquí a despeinarse.
Lo que sí ha compartido con la Lomana han sido las siestas en la galería -el jurado no daba crédito cada vez que los veían- pese a que él siempre negaba que estuviera durmiendo: «Estoy reseteándome».
Como era de esperar, Boris nos ha regalado también varios momentos de esos a los que tanto nos tenía acostumbrados cuando era un habitual de las noches televisivas: la exaltación de su homosexualidad. Se ha «enamorado» de Jaime Nava (y de sus orejas), le ha tirado los trastos a Jordi en varias ocasiones, achuchó a Saúl Craviotto todo lo que pudo el día que visitó el programa, ¡y hasta le plantó un beso a Pepe! Vamos, que ganar no habrá ganado, pero él se ha llevado lo suyo del programa.
Para la historia quedarán los momentos de histeria y mal carácter que mostró hacía los pobres utensilios de cocina el día que acabó marchándose, y también su emoción en la entrevista final en la que aseguró que MasterChef había sido el segundo tren de su vida. De entre sus platos, es difícil destacar uno, la verdad, pero nos quedamos con el día en que tuvo que cocinar con nitrógeno. Ese día estaba en su salsa: «¡Son los 80!! ¡Es como estar en un vídeo de Blondie!». Todo muy Boris.
Antonia Dell’Atte. ¿Qué decir de Antonia…?
Por dónde empezar para hablar del paso de Antonia Dell’Atte por el programa… Bueno, quizá por un hecho histórico: ha protagonizado la primera expulsión doble (junto a Jaime Nava) de todas las ediciones de MasterChef. Y Antonia, además, con drama incluido: «Mis compañeros me han dado de lado»
Y es que Carmen Lomana se negó a echarle una mano en la prueba de eliminación, pese a que la prueba permitía a los salvados ayudar a sus compañeros. Todos tuvieron ayuda menos ella. Su salida del programa fue memorable, calificándolos a todos de «fariseos».
Pero su ausencia en el programa duró poco, y a la semana siguiente protagonizaba la repesca de esta edición para temor de todos sus compañeros. No nos cabía ninguna duda de que así sería. Y es que el programa no se podía perder la oportunidad de tener entre sus filas a quien no ha tenido reparos en criticar a todos y cada de uno de sus compañeros, boicotear (a conciencia o no… ) las pruebas de equipo e ignorar las órdenes de todos su capitanes y hasta del jurado si hacía falta.
Sus gritos han sacado de quicio a todo el mundo y le han llevado a enfrentarse ¡hasta con Ona Carbonell! Sin embargo, en su favor, es obligado decir que, al menos, sabía lo que hacía cuando se ponía frente a los fogones. Eso le ha valido su plaza en la final, pese a que no siempre se ha lucido como toca en un programa de estas características. Mítica es su cagada el día en que se empeñó en convertir un arroz caldoso en un risotto. De expulsión.
Santiago Segura o el ejemplo del mal perder
Lo de que Santiago Segura es un ser competitivo a niveles estratosféricos ya lo habíamos comprobado en su paso por algún otro programa de televisión. Pero es que en MasterChef le ha llevado a hacer y decir cosas que, la verdad, han dejado mucho que desear.
Su reacción contra Paz Vega el día de su eliminación fue sencillamente inaceptable. Pero es que tampoco era la primera vez, con Paz ya había tenido algún otro momento bastante lamentable. Le salva que el primero en darse cuenta de ello es él mismo, que salía por la puerta del programa diciendo «quiero que toda España aprenda que hay que saber perder. Yo no sé».
Su mal perder llega hasta tal punto que ha protagonizado otro de los momentos inéditos en el programa: a la semana siguiente de su expulsión, se presentó en el plató (ataviado con un novedoso delantal rosa) para ejecutar las dichosas esferas de chocolate que le habían llevado a la expulsión y demostrar que, efectivamente, él era capaz de hacerlas. Y lo fue, faltaría más.
Ona Carbonell y Paz Vega: dos inicios, mismo final
Ellas han sido las auténticas MasterChef de esta edición. Paz entró como de puntillas, sin querer hacer mucho ruido, y poco a poco se ha ido destapando como una de las candidatas a llevarse el premio de esta edición. Su papel como capitana y la técnica y presentación de algunos de sus platos la han llevado merecidamente hasta la final.
Ona, por su parte, entró pisando fuerte gracias a sus clases prácticas con nada más y nada menos que los hermanos Roca. Sin embargo, y pese a eso, ha ido a todas y cada una de las eliminaciones del programa. Ha sufrido hasta el penúltimo día cuando, en la semifinal, fue escogida como la primera finalista de esta edición. Su esfuerzo y su constancia le han valido ese merecido puesto en la final.
¿Tongo?
Y si ellos han sido, con sus luces y sus sombras, los personajes más destacados de esta edición, el programa ha tenido también algunos momentos de sombras que, la verdad, abren la puerta a las sospechas de siempre, esas que los acusan de manipular y de llevar el programa por dónde quieren.
Sólo así se explica que, como ya hemos dicho, Carmen Lomana haya llegado hasta el programa 8. Y a nosotros no nos sirve eso de que se ha salvado porque, como ha tenido mucha suerte, siempre ha caído en el grupo ganador en la prueba de exteriores. Todo aquel que ha seguido con asiduidad las diferentes ediciones del programa sabe perfectamente que no tienen ningún reparo en saltarse las normas cuando les va bien para que tal o cual concursante vaya a eliminación. Y con Carmen Lomana han tenido muchas razones para haberla llevado.
Y no sólo Carmen Lomana. Basándonos única y exclusivamente en criterios culinarios, también Boris hubiera merecido salir antes. Sin ir más lejos, que él consiguiera el único delantal dorado de esta edición es más que sospechoso y, tratándose de personajes famosos, lleva pensar en cuáles serán las cláusulas de sus contratos…
También Santiago Segura ha sido beneficiado por esa «mano negra» que impera en el programa cuando les interesa. Ya en el programa 6 estuvo con un pie fuera y se salvó gracias a la injusta expulsión de Óscar Higares quien, era evidente, había hecho un mejor plato que Santiago pese a que había tenido que cocinar serpiente y Santiago canguro, una carne bastante más sencilla de preparar. Pero claro, los únicos que prueban los platos son los miembros del jurado…
En fin que, una vez más, el programa no puede terminar sin generar polémica. Cómo si no iban a aguantar tantos años con un programa blanco… Dicho lo cual, y ahora que ya nos hemos desahogado, ya estamos contando los días para que los niños empiecen a llenar las cocinas. ¡Qué arranque de nuevo el espectáculo!
Lo que necesita el programa desde hace tiempo es un jurado completamente nuevo. Este jurado, al que se le ve ve de lejos sus preferencias yque, en la edición de los no famosos, tratan de forma grosera y denigrante a los concursantes, es lo peor del programa y lo que más cansa.
¿Como es posible que gane una persona que entró diciendo que jamás había freído un huevo?, Jordi ha comentado varias veces que esta chica se ha estado formando con la familia Roca, vamos que lo mas pobable es que memorizase unos platos y los repitiese hasta que le saliesen perfectos, ¿eso es saber cocinar)
Para mi la ganadora es Paz…Ona no es que no lo mereciera pero formandose en can roca…y diseñando su menú ellos..pues para mi tongazo del bueno.
Prefiero cienmilveces pagar por el menú de Paz que además se ha esforzado al máximo.
Y un ole por Mario q a mi me ha sorprendido para muy bien.
Lo peor Antonia..lo mejor..el resto.
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