El tema de la caducidad de los alimentos es uno de esos clásicos que siempre merece la pena recordar. Además, la cada vez más instaurada distinción entre «consumo preferente» y «fecha de caducidad» para evitar que productos en buen estado acaben en la basura, anima a revisar criterios y acercarse a la despensa veraniega con otra mirada.
Por ejemplo, toda esa pasta que por algún extraño motivo acumulas en el armario ¿caduca y deberías darle salida antes de las vacaciones o puede seguir ahí sin problemas?
La respuesta rápida sería que no caduca y que puedes seguir viviendo tranquilo y consumiendo esa pasta seca durante, posiblemente, un par de años. La fecha de consumo preferente te dará una pista de cuándo puede empezar a perder el color o verse afectado el sabor, pero salvo que alguna muestra externa -moho, bichitos…- lo indique, adelante.
Las respuesta larga obliga a distinguir entre pasta fresca y seca. ¿Hace falta? Es una obviedad, pero por si acaso. La pasta fresca dura apenas una semana y necesita refrigeración.
Pero volviendo a la seca, y más allá de las pistas visuales y de la fecha de consumo preferente -en un paquete de espaguetis recientemente comprado leemos que el consumo preferente es mayo de 2023-, muchos aseguran que, en realidad, la pasta no caduca nunca si se conserva bien.
Se trata de harina y agua, así que el único problema puede ser el mismo que en determinados ambientes puede afectar a las harinas, con la aparición de bichos. Para remediarlo, un bote hermético puede ser una buena alternativa a los paquetes en los que se vende la pasta, si la idea es almacenarla durante mucho tiempo y que no pierda propiedades. Respecto al lugar, como para casi todo, poca luz y lo más seco posible.